Con algún esfuerzo el ventanal consiguió subir las persianas y así poder continuar como mirador del acontecer social y político del entorno ciudadano.
De las primeras vistas resulta que no parecen haber mejorado el paisaje y el paisanaje. A pesar de entrar en primavera, no se aprecian mínimos brotes verdes y el sol luce tibiamente. Las gentes andan como estremecidas por los periódicos latigazos de los llamados recortes para unos y reformas para otros. La ciudadanía aparece asustada, presa de un silencioso inconformismo y en situación propicia para que algunos gurus radicales ,de tintes de ultraderecha o de sindicalismo anacrónico aprovechen el desanimo colectivo para promover la algarada o el catastrofismo revolucionario.
No hay recetas mágicas para elevar los espíritus. El gobierno de Rajoy se embarcó en esa tarea respaldado por una mayoría abrumadora, y en ese empeño ha puesto en marcha, en cien días, más reformas que Zapatero en dos legislaturas, prometiendo seguir por el mismo camino para sacar al país del inmenso déficit creado por unas administraciones irresponsables, de una deuda que devora los ingresos y sobre todo para rebajar ese monstruo de cinco millones y medio de parados.
Podrá discutirse el acierto de estas reformas y recortes pero no están formuladas seriamente otras alternativas válidas para salir de la crisis. El gobierno de Zapatero pudo haberlas iniciado en 2008 ,en lugar de negar la situación y dedicarse a la retórica del buenismo. Es lamentable que el actual líder de la oposición y antes coautor de la catástrofe ofrezca ahora las mismas recetas y dando un ejemplo de deslealtad institucional lleve a la calle su fracaso como político de estado, convertido en la representación de las malas artes y del resentimiento.
Nadie duda de que el actual equipo gobernante está más capacitado que los anteriores del PSOE para gestionar la crisis. Las iniciativas se corresponden con las ya aplicadas por los países más significativos y muy distintas a las promocionadas por Zapatero, aquellas del cheque bebé, del arreglo de aceras y de la barra libre para todos y ya veremos quien paga.
El empeño es devolver a España a la senda de los estados solventes, poder captar financiación barata que pueda dar crédito a la actividad económica y de esta forma reducir el desempleo.
El gobierno, Rajoy, lo tienen muy difícil y si existe alguna forma de gobernar sin tanta presión social, esta consiste en hacer llegar al ciudadano toda la dimensión de la situación y de las reformas consiguientes. Comunicarlo directamente a la gente, a todos, no solo a los correligionarios.
Quizás ha llegado el momento de que Rajoy , utilizando algún medio televisivo, se dirija al país exponiendo donde nos encontramos en la actual encrucijada, que remedios se propone y que invite a la ciudadanía a compartir el esfuerzo. Una especie de discurso sobre el estado de la nación, pero comprensible, no retórico, cercano a la gente y no pensando en los afines ni en los oponentes.