Me parece grotesco, no es más que un punto de vista, pero es el mío, que se impute a los bancos por acción o por omisión la culpa de que la economía vaya como va. No son culpables.
Los bancos están deseando volver a su negocio habitual, que es por otra parte el que mejor manejan y conocen, de arrendarnos nuestro propio dinero, es decir prestárnoslo intercambiando el de los que lo tienen y los que lo necesitan, cobrando su parte por ello.
Procurarán siempre que se lo prestemos a ellos barato y cobrárnoslo a nosotros lo más caro posible. No podemos quejarnos. Nosotros, la sociedad de que formamos parte, es la inventora de los bancos.
Y como ocurre siempre, el invento de los bancos como redistribuidores de la utilidad del dinero, fue un brillante y beneficioso invento, pero con su correspondiente parte oscura.
Pero esa es otra historia. A lo que íbamos era a que no son los bancos los que deben prestar dinero a troche y moche, hacen muy bien en seleccionar en estos tiempos de agua turbia, de entre la multitud de utopías y timos encubiertos, que mezclados con proyectos de buena fe, pero inviables, llueven sobre la mesa de las comisiones y consejos de quienes deciden si prestar o no un dinero que siempre es nuestro, o por vía de habérselo confiado directamente al banco para que lo administre y nos proporcione parte de su rendimiento o por vía de utilización de fondos procedentes del erario de todos.
La culpa de lo que ocurre corresponde a quienes pudiendo hacerlo, se niegan a agruparse en grandes unidades económicas, compuestas por asociaciones empresariales de producción diversificada con mando y representación únicos, que nos las que con probabilidades de éxito pueden salir a competir en los mercados.
Esas son a las que los bancos están deseando prestar el dinero, pero no al cien por cien de la inversión, sino a porcentajes de cooperación que, siendo suficientes, sean además previsiblemente amortizables con arreglo a proyectos económicamente razonables por su asimismo previsible rendimiento y viabilidad.
Esos grandes grupos empresariales, serán la única base posible para generar una red de pymes complementarias y de profesionales y autónomos que las asesoren, defiendan, investiguen, prospecciones e innoven para ellas sin cesar, no necesariamente con logros espectaculares, pero sí con la imprescindible paciente tenacidad.
Lo demás, no son más que ganas de rodar en el estéril vacío del tiovivo o en el no menos estéril cansancio del laberinto. En busca de chivos expiatorios que nos rediman de una culpa que nos concierne.