Lamentaba un conocido empresario gijonés la situación de impago y desgobierno que vivimos, citando numerosas pequeñas y medianas empresas familiares “de Gijón de toda la vida” que han tenido que cerrar sus puertas. Una perdida irreparable, decía temiendo ser el siguiente, pues difícilmente ese patrimonio, inversión y experiencia volverán a tejer la red de industrias. Y además, van en cascada, arrastrando unas a otras.
El sábado, haciendo la compra por el barrio, recordaban el carnicero y la pescadera aquellos tiempos de colas ante el mostrador, que ahora llegaba al final de mañana tan lleno de productos como al principio. No quise aclarar que harían con ellos, imaginando una dieta monotemática en ambos casos y unos congeladores tan rebosantes como el cubo de la basura.
Una empresa extranjera busca ingeniero y se presentan 250, que rechazan en su mayoría por no saber idiomas. En los hospitales que tanto frecuento, enfermeros en prácticas comentan que su única salida es trabajar fuera de España. ¿Qué país puede permitirse expulsar a sus jóvenes, ofrecerles la emigración como única salida? Mientras, el gobierno suprime las becas de idioma en el extranjero…
La reforma laboral aumenta el despido y el paro aumenta en consecuencia. El consumo privado disminuye, incluso entre quien tiene una renta media, entre la austeridad recomendada, el miedo, los recortes salariales y el incierto futuro. Por su parte, con estos presupuestos, la inversión pública se contrae. Todo ello agrava la recesión y desciende el PIB, mientras la prima de riesgo bate records, la Bolsa cae y el déficit público aumenta
Camino de los 6.000.000 de parados, cabe preguntarse ¿Seguro que lo están haciendo bien? ¿Estos son los objetivos a conseguir? ¿Para esto tanto recorte, incumplimiento, falacia? La pena es que, como no somos Islandia, no podremos llevar preso a ninguno por incapacidad y negligencia.