El Primer Ministro del Reino Unido (Dios Salve a la Reina), David Cameron, anunció esta semana una batalla sin cuartel contra el alcohol, que según arguye, provocó casi un millón de delitos violentos relacionados con el alcohol  y 1.2 millones de ingresos hospitalarios, igualmente a causa de la ingesta alcohólica, durante el último año. 

¿Qué solución propone el dinámico premier británico? Pues mire usted. No es la de fomentar los hábitos saludables desde la temprana escuela. Ni la de buscar soluciones a las existentes bolsas de miseria bien alejadas de la mirada de los turistas. Tampoco la de abrir las ventanas y cambiar los hábitos de una sociedad que ha vueto a recuperar el castigo físico en los colegios, ideal para alimentar el sadismo de los docentes maltratadores, pero cuyos efectos inevitables son el alcoholismo, el suicidio o la criminalidad, no necesariamente por separado. Ni siquiera la de sustituir la pinta de cerveza por la de horchata de chufa. No. ¿Adivinan la solución?

¡Eureka! subir el precio de la cerveza, de la sidra y del vino, prohibiendo la venta por debajo de los nuevos precios. A los ricos, claro, les importa un carajo, y parte del otro, que suban la pinta, porque ellos toman jerez, ginebra holandesa y whiski y además pueden pagárselo aunque se ponga al triple o a precio de oro.

Así que, para disfrazar que sube los impuestos a los mismos de siempre, a las sufridas clases populares, el premier se viste de salutífero padre y además de empobrecer aún más a los probes, cuyo único consuelo es esa pinta de cerveza, los estigmatiza socialmente, los estresa aún más y no sé yo si en el fondo no disfrutaría poniendo carteles en los barrios humildes de Londres que dijeran : ¡A que jode, eh!

No, si esto de la crisis está dando juego para retroceder a estadíos medievales. Y ¿quién creó la crisis, señores?

Voy a tomar una sidrina, antes de que cunda el ejemplo y don Mariano apele al gasto sanitario para subir la pinta...de vino.