Secularmente, dominados por un poder absoluto masculino, hemos sido súbditos, espectadores de lo que sucedía, receptores impasibles.
Ahora -no me canso de repetirlo, porque ya es posible- ha llegado el momento de la gran transición a ciudadanos plenos y educados que, como establece el artículo 1º de la Constitución de la UNESCO, deben ser "libres y responsables". Educados son los que "dirigen su propia vida", en definición inmejorable de D. Francisco Giner de los Ríos, actúan en virtud de sus propias reflexiones y no al dictado de nadie ni de nada.
Educados son los que no viven atemorizados, aceptando pautas de conducta impuestas por ideologías y creencias, y que piensan sus propias respuestas a las preguntas esenciales sin recurrir a respuestas ajenas, prestadas, con frecuencia impuestas.
Para la transición histórica que se avecina -de la fuerza a la palabra, de la cultura del dominio, imposición y guerra a una cultura de diálogo, conciliación y paz- necesitamos ciudadanos y no súbditos.