Por qué todavía necesitamos del Banco Mundial

En 2007, el Banco Mundial estaba en crisis. Algunos consideraban que existían conflictos de liderazgo. Otros culpaban a la propia institución. Cuando en 1944 se fundó el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, piedra angular de lo que se convertiría en el Grupo del Banco Mundial, los países pobres y devastados por la guerra tenían pocas posibilidades de acceder al capital privado. Sesenta años después, sin embargo, los flujos financieros del sector privado opacaban a la asistencia pública para el desarrollo. “La época en que los países de ingreso mediano dependían de la asistencia oficial ya ha pasado”, escribió en estas páginas en 2006 Jessica Einhorn, ex directora gerente del Banco Mundial, “y el BIRF parece ser una institución al borde de la muerte”. En mesas redondas y artículos de opinión, la pregunta era la misma: ¿todavía necesitamos del Banco Mundial?

Asumí la dirección del Banco Mundial en 2007 y aporté un punto de vista diferente, resultado de la perspectiva histórica, la experiencia personal y mi visión del panorama internacional: las instituciones importan. Los creadores del sistema multilateral habían diseñado una arquitectura económica internacional que abordara las causas del derrumbe financiero mundial de los años treinta y los problemas económicos y de seguridad que, según pensaban, seguirían a la Segunda Guerra Mundial. El Banco Mundial era parte de ese marco, que abarcaba cuestiones monetarias y cambiarias, el comercio, la inversión, el desarrollo y la reconstrucción de Estados en bancarrota.

En 2007, esos problemas persistían, aunque las condiciones eran completamente diferentes. El aumento y la difusión del capital privado y la libre empresa en todo el mundo ofrecían a los países en desarrollo una gran oportunidad. No obviaban, empero, la necesidad de la intervención del Banco Mundial, ya que nunca se trataba simplemente de préstamos y donaciones: el papel de la institución ha consistido en contribuir al desarrollo de las economías de mercado en un sistema internacional abierto fomentando el crecimiento, la oportunidad y la esperanza de superar la pobreza dentro de un orden político y de seguridad más adecuado.

 

No solo el mundo había cambiado; también lo había hecho el Banco Mundial, constituido entonces por cuatro instituciones normativas y financieras: el birf; la Asociación Internacional de Fomento o AIF (el fondo especial del Banco para los 79 países más pobres); la Corporación Financiera Internacional o ifc (la institución dedicada al sector privado), y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (que ofrece seguros contra riesgos políticos a los inversionistas).

Para cumplir su misión, el Banco Mundial necesitaba nuevas instrucciones, una conducción más firme y mejor ejecución. Tenía que adaptarse a cambios en la influencia económica, ya que los mercados emergentes se transformaban en nuevos motores del crecimiento económico y el desarrollo dejaba de reducirse a la hegemonía norte-sur. En los países en desarrollo debía ayudar al sector privado —ya fueran inversionistas del exterior o empresas nacionales— a eliminar obstáculos a la actividad empresarial. Necesitaba fomentar el crecimiento inclusivo y sostenible y las responsabilidades compartidas, en un sistema internacional que se había modificado. Nuestro equipo de dirigentes tenía como tarea impartir nuevas instrucciones, generar apoyo y relaciones de colaboración, traducir la visión primordial en acciones concretas, estar atento al surgimiento de oportunidades de innovación y ejecutar, ejecutar, ejecutar.

 

Al poco tiempo, la institución había pasado de debatir preguntas existenciales a formular nuevas preguntas, de carácter práctico. ¿Qué podía hacer para promover la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición ante el aumento del precio de los alimentos y los combustibles? ¿Cómo podía ayudar a China a completar su transición hacia una economía de mercado y un modelo de crecimiento menos dependiente de las exportaciones y la inversión? ¿De qué manera podía ayudar a los países de Oriente Medio a satisfacer la demanda de empleo hoy y crear economías políticas sostenibles en el futuro? ¿Qué podía enseñar a las ciudades que afrontaban el cambio climático?

Comunicar esta nueva misión sigue siendo todo un desafío. Uno de los problemas del Banco Mundial es que se llama “banco”. La mayoría de la gente asocia a los bancos con los préstamos de dinero (al menos hasta hace poco), pero el financiamiento es solo una parte de lo que hace la organización. En su faceta más eficaz, el Banco Mundial comparte conocimientos; facilita el desarrollo duradero de mercados, instituciones y capacidades, y ofrece una diversidad de formas de financiamiento (ya se trate de capital, garantías, préstamos, donaciones o gestión de riesgos). Al combinar estos tres elementos, el banco puede mejorar vidas y países.

Estos eran los desafíos a los que nos enfrentábamos en 2007. En un sentido más general, el Banco Mundial era parte de una cuestión estratégica más amplia: ¿cómo deberían los Estados Unidos y otros actores modernizar el multilateralismo? El mundo ha heredado sus regímenes e instituciones de los “sabios” que los crearon tras la Segunda Guerra Mundial; después de la Guerra Fría, el multilateralismo se amplió, pero solo sufrió ligeras actualizaciones.

Desde 2007, la economía internacional ha sido testigo de cambios radicales y de un reordenamiento de las relaciones de poder mientras procuraba recuperarse de su golpe más serio desde los años treinta.

 

Los países en desarrollo aportaron dos tercios del crecimiento económico de los últimos cinco años, lo que ayudó a compensar los traspiés del mundo industrializado. Los países en desarrollo también se han convertido en fuente de ideas económicas, modelos de desarrollo, inversiones e incluso ayuda extranjera. Las instituciones nacionales e internacionales concebidas para actuar en el antiguo orden se han esforzado al máximo para adaptarse a esa nueva dinámica.

En la actualidad, algunos de quienes ven solo los puntos débiles y los fracasos de las organizaciones multilaterales abogan por eliminarlas por completo. Sin embargo, los órganos multilaterales ofrecen al mundo un tejido delicado, pero vital, que conecta entre sí a las naciones soberanas con intereses comunes. El enfoque programático consiste, entonces, en lograr que estas instituciones, a pesar de sus imper­fecciones, funcionen mejor. En los últimos cinco años, el Banco Mundial ha adecuado sus servicios para solucionar los problemas de los sectores público y privado de clientes en desarrollo muy diversos; ha ampliado su base de capital y sus instrumentos de financiamiento innovadores; ha destacado la importancia del buen gobierno y la lucha contra la corrupción; ha democratizado el desarrollo mediante la apertura y la transparencia, y ha actualizado su representación y sus operaciones para dar mayor voz y responsabilidades a los países en desarrollo. Si bien el Banco ha progresado en todos estos frentes, puede —y debe— hacer mucho más.

 

Trabajar para los clientes

Los países en desarrollo son clientes del Banco Mundial; no son objetos de antiguas políticas de “ajuste estructural”. Este concepto puede parecer obvio, pero representa un cambio importante de mentalidad. El Banco no debe dar recetas, sino buscar soluciones. Si ofrece la mejor solución de manual, que no se ajusta al contexto político y económico del cliente, el Banco no ha ayudado a resolver el problema. Al mismo tiempo, los especialistas del Banco deben estar en condiciones de compartir conocimientos acerca de la forma en que otros países están resolviendo problemas similares. Como me dijo un alto funcionario indio: “No necesito otro experto en la India, de los que tenemos más de mil millones. Necesito expertos de primera línea en sistemas de pensiones, empresas de infraestructura público-privadas y niveles de instrucción”. El financiamiento por sí solo rara vez es la respuesta.

Las necesidades de los clientes varían enormemente. Los países que luchan por quebrar ciclos de violencia, mal gobierno, inestabilidad y pobreza necesitan mucho más que teorías de desarrollo. Durante el tiempo en que trabajé para el Gobierno de los Estados Unidos observé de qué modo, en muchos casos, la seguridad, la economía y la diplomacia se combinaban adecuadamente en países que atravesaban conflictos. El Banco Mundial puede ayudar a conectar estas disciplinas. En 1944, la “r” de la sigla birf hacía referencia a la reconstrucción de Europa y Japón; hoy alude a la labor del Banco Mundial en lugares tan problemáticos como Afganistán, Haití y Liberia.

Los países de ingreso mediano —Brasil, China, India, Indonesia, México, Turquía y otros— enfrentan problemas completamente diferentes. Estas naciones, que todavía albergan a dos tercios de la población mundial que vive con menos de dos dólares diarios, tienen ante sí graves dificultades de desarrollo. Al mismo tiempo, cumplen un papel cada vez más importante en la economía mundial y el desarrollo de otros países. Sus acciones serán indispensables para idear soluciones sostenibles a los problemas transnacionales, se relacionen estos con la salud, el comercio, el medio ambiente o la integración financiera. El Banco no solo debe ayudar a los países de ingreso mediano, sino también compartir las experiencias de estas naciones con otras y alentarlos a asumir mayores responsabilidades internacionales.

 

Pronto se presentó un desafío que puso de manifiesto el nuevo enfoque del Banco frente a los problemas. A fines de 2007, el precio de los alimentos aumentó bruscamente. El alza súbita del precio de los combustibles agravó las tensiones. Algunos economistas del Banco Mundial, desde una perspectiva global, dijeron que los beneficios derivados de los elevados precios de los productos básicos permitirían a la mayoría de los países neutralizar el peligro. Otros señalaron que los organismos de ayuda humanitaria atenderían mejor el problema que las instituciones de desarrollo a largo plazo. Sin embargo, decenas de millones de personas pobres carecían de medios para atenuar el impacto. Familias enteras quedaron sin alimentos. Los agricultores no podían obtener los insumos que necesitaban. Se desataron disturbios. No tenía sentido hablar del largo plazo a menos que las poblaciones y los gobiernos pudieran abordar la crisis de corto plazo.

El Banco Mundial actuó rápidamente y colaboró con organismos de las Naciones Unidas para organizar el Programa de Respuesta a la Crisis Mundial de los Alimentos y crear un mecanismo financiero de desembolso rápido para apoyar a los agricultores. Al mismo tiempo, el alza de los precios y la mayor demanda de productos agrícolas por parte de las poblaciones en aumento ofrecían la oportunidad de fomentar el crecimiento si el Banco podía contribuir a dar un fuerte impulso a la productividad y la producción. Hasta el momento, el programa del Banco para hacer frente a la crisis ha ayudado a 40 millones de personas vulnerables de 47 países. Sus inversiones abarcan la totalidad de la cadena de valor agrícola: la investigación, los derechos de propiedad (incluso para las agricultoras), las semillas, el riego, los fertilizantes y la comercialización, siempre alentando el desarrollo del sector privado. Los especialistas financieros del Banco pueden ayudar a los agricultores y los compradores de alimentos a gestionar los riesgos mediante instrumentos derivados relacionados con el clima, seguros de cosechas y mercados de futuros.

 

Cuando las crisis de los alimentos y los combustibles se vieron superadas por una crisis financiera mundial, el Banco Mundial movilizó compromisos financieros por valor de más de US$200 000 millones para respaldar a los países en desarrollo y desembolsó gran parte de ellos rápidamente. Lo que es igualmente importante, abordó crisis específicas de los mercados por medio del aumento del financiamiento para el comercio, la recapitalización de bancos de países en desarrollo y la compra de activos en dificultades. Cooperó con Australia, Japón y el Banco Asiático de Desarrollo para ofrecer a Indonesia US$5500 millones para utilizar si las condiciones empeoraban; la existencia misma de este respaldo permitió al Gobierno indonesio gastar más para contrarrestar el cambio desfavorable de la coyuntura y dar a los inversionistas garantías de su capacidad de financiamiento del incremento del presupuesto. Junto con el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, el Banco Europeo de Inversiones, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial anunció que suministraría hasta US$25 000 millones para alentar a los bancos de la Unión Europea a mantener el flujo crediticio hacia Europa oriental.

 

El Banco también está trabajando con clientes en inversiones a largo plazo a fin de sentar las bases de la recuperación, para lo cual se centra en tres ámbitos. En primer lugar, invierte en infraestructura para ayudar a crear empleos, aumentar la productividad e impulsar la demanda de maquinaria y servicios, inclusive de países desarrollados. En segundo término, promueve redes de protección de los más vulnerables. Al compartir enseñanzas extraídas de Brasil y México, el Banco ha ayudado a más de 40 países a iniciar programas de transferencias condicionales de efectivo, mediante los cuales se efectúan pagos a familias pobres que envían a sus niños a la escuela y reciben atención preventiva de la salud. En tercer lugar, a través de ifc, el Banco Mundial ha ampliado el financiamiento que otorga al sector privado, especialmente a pequeñas y medianas empresas e instituciones de microfinanzas. Este enfoque adaptado a las necesidades de los destinatarios dista mucho de la uniformidad del financiamiento clásico ofrecido en el pasado. En ocasiones, el Banco debe decir “no” a los clientes que se niegan a cumplir normas y salvaguardias relacionadas con la corrupción, el medio ambiente y el buen gobierno. No obstante, la enorme mayoría de los clientes desean tanto mejorar la calidad como aumentar la magnitud de su crecimiento.

 

Aumentar la innovación financiera

Para obtener dinero y realizar inversiones eficaces, el Banco Mundial debe producir resultados, ampliar su base de apoyo financiero y ofrecer a sus clientes instrumentos de financiamiento innovadores. Cada tres años, el Banco necesita reponer los recursos de su fondo para los países más pobres, la aif. Incluso ahora, en épocas de limitaciones financieras, los accionistas del Banco Mundial —sus 187 países miembros— decidieron que las prioridades y el desempeño de la institución merecían respaldo financiero de primera categoría. En 2007 y 2010, en dos reposiciones sin precedentes de los recursos de la aif se obtuvieron más de US$90 000 millones. En 2010, los accionistas también apoyaron el primer aumento de capital del birf en más de 20 años, lo que permitió a la institución atender las necesidades de los clientes en una época de crisis emitiendo bonos con clasificación triple A.

 

Estos servicios de financiamiento dependían de que el concepto de “interesado responsable” para las economías emergentes —la idea de que estas debían asumir una mayor responsabilidad, en consonancia con su poder creciente— se tradujera en términos financieros concretos. Los países en desarrollo han estado desempeñando un papel cada vez más importante: contribuyeron más que nunca a las dos reposiciones de recursos de la aif y aportaron más de la mitad del aumento de capital del birf. El birf e ifc obtuvieron todos los años ingresos que utilizaron para acumular capital, cubrir los costos de sus presupuestos administrativos (que el Banco mantuvo sin cambios en términos reales) e incluso efectuar contribuciones de miles de millones de dólares a la aif. Los países que recibieron las inversiones de la aif contribuyeron a la recaudación de fondos al compartir la atención que el Banco Mundial dedica a los resultados y la rendición de cuentas, por ejemplo, mediante el uso de nuevos instrumentos crediticios que vinculan los pagos con logros específicos.

Hay margen para más innovación. Con ajustes en las condiciones ofrecidas a los receptores y mediante el flujo de los reembolsos efectuados por ellos, la aif debería ir avanzando hacia la autosuficiencia. Lo que es igualmente importante, hay grandes oportunidades para que el Banco Mundial promueva la inversión privada. Muchos países de África presentan elevadas tasas de crecimiento desde hace una década. Están tomando medidas para fomentar la integración regional y la infraestructura, y el Banco está trabajando con ellos a fin de mejorar el clima para los negocios y la inversión. El informe del Banco titulado Doing Business, por ejemplo, permite a los países evaluar en qué medida son favorables para la pequeña empresa.

En 2009, ifc creó la ifcAsset Management Company, que añade otra modalidad al modelo tradicional de ifc de obtener dinero en los mercados de bonos y luego invertirlo. La amc capta los considerables recursos financieros en manos de los fondos soberanos de riqueza, fondos de pensiones y otros inversionistas institucionales y los encauza hacia las oportunidades de inversión rentables detectadas por ifc. La amc totaliza actualmente más de US$4000 millones, casi US$3000 millones de los cuales provienen de inversionistas externos que han tenido escasa presencia en África y otros mercados emergentes menos reconocidos. Por el momento, estos inversionistas se apoyan en ifc, reconocida por combinar desarrollo y rentabilidad. Con el tiempo, su número crecerá a medida que se familiaricen con esos mercados en crecimiento.

 

El Banco Mundial ha tomado la iniciativa de idear formas novedosas de utilizar el financiamiento para tratar de solucionar otros problemas mundiales. Alentado por Henry Paulson, ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos, el Banco recaudó de los gobiernos más de US$6000 millones para nuevos “fondos de inversión en el clima” que ayudarán a los países a usar con más eficiencia la energía, mejorar la tecnología energética, reducir las emisiones y protegerse contra el cambio climático. Estos fondos han movilizado alrededor de US$50 000 millones para proyectos en 45 países en desarrollo. Mientras que los negociadores debaten cómo debería organizarse un “fondo verde” de las Naciones Unidas, el Banco Mundial ya tiene uno en funcionamiento. El Banco también introdujo innovaciones en planes destinados a elaborar medicamentos, proteger la vida silvestre, reducir los costos de los alimentos y suministros para asistencia humanitaria, y crear seguros para casos de desastres naturales.

La estrategia del Banco consiste en “atraer” a otros actores. El Banco ha multiplicado el apoyo para proyectos y se ha beneficiado de la ventaja comparativa de cada asociado. Ha profundizado sus vínculos con bancos regionales de desarrollo (incluidos varios fondos y bancos árabes), inversionistas privados, gobiernos y fundaciones. ifc, por su parte, puede trabajar con bancos comer­ciales y otros agentes para compartir riesgos, por ejemplo, manteniendo el flujo de financiamiento para el comercio a través de asociaciones operativas con bancos. ifc también está comprometiendo alrededor de US$3000 millones mediante unos 180 fondos de inversión de capital privado en países en desarrollo para crear mercados a través de los cuales los inversionistas puedan suministrar capital de riesgo a más largo plazo a propietarios de compañías locales. El Banco Mundial espera, con el tiempo, acumular experiencia y crear infraestructura de mercado, ya sea para mercados de bonos en moneda nacional, acciones o financiamiento para pequeñas y medianas empresas.

 

Promover el buen gobierno y prevenir la corrupción

Promover el buen gobierno y combatir la corrupción son actividades que forman parte del desarrollo. Cuando ingresé en el Banco, su labor de lucha contra la corrupción estaba empantanada por la frustración, las sospechas y los conflictos. Un grupo de examen independiente encabezado por Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, proporcionó un invaluable “diagrama de conexiones” para permitir al personal del sector de integridad institucional del Banco trabajar más eficazmente con operadores en el terreno, clientes, donantes y el propio Directorio Ejecutivo del Banco.

Sin embargo, el Banco no debe limitarse a investigar, procesar y sancionar a quienes cometen fraude y robo. En muchos países ricos en recursos, la principal dificultad para el Gobierno reside en utilizar atinadamente los ingresos, combatir la corrupción y ampliar los beneficios del crecimiento. Aplicando su experiencia, el Banco debe instrumentar medidas orientadas a prevenir la corrupción, aumentar la transparencia y lograr que la sociedad civil intervenga en apoyo del buen gobierno. También debe ayudar a los gobiernos —cada vez más, a nivel subnacional— a reforzar la gestión financiera, los sistemas de adquisiciones, las auditorías y otros tipos de controles.

 

El Banco Mundial necesitará nuevas herramientas para salvar obstáculos cada vez más difíciles. En 2010, bregó por llegar, con los bancos regionales de desarrollo, a un acuerdo mediante el cual las personas y empresas halladas culpables de robar a uno de estos bancos serán castigadas por todos ellos. La unidad de integridad del Banco ha introducido, para los culpables, arreglos que combinan sanciones con pagos de resarcimiento y contri­buciones a grupos que combaten la corrupción. La Iniciativa para la Recuperación de Activos Robados está ayudando a los gobiernos a recuperar activos sustraídos por dirigentes que saquearon las tesorerías de sus países.

El Banco también deriva casos a las autoridades penales nacionales y, si bien los gobiernos tienen la potestad de no entablar actuaciones judiciales, los que se nieguen sistemáticamente a iniciarlas pondrán en peligro su relación con el Banco. Para respaldar a los investigadores, fiscales, jueces y otras personas que realizan esta tarea, en muchos casos peligrosa, el Banco creó en 2010 la Alianza Internacional de Luchadores contra la Corrupción, una red de más de 200 funcionarios de lucha contra la corrupción provenientes de 134 países. Está organizando, asimismo, un fondo para asistir a ciudadanos y grupos de la sociedad civil que apoyan la rendición de cuentas.

 

Democratizar el desarrollo

El Banco Mundial no tiene todas las respuestas. Al adoptar decisiones que pueden tener un enorme impacto en la vida de la gente, debe escuchar a quienes están más próximos a los problemas. Uno de los numerosos mensajes de las multitudes que sacudieron el Oriente Medio en 2011 fue que la libertad económica mundial debe ir acompañada del buen gobierno, la participación ciudadana y la responsabilidad social.

Para que el desarrollo sea inclusivo y sostenible es preciso abandonar los enfoques elitistas y verticales para adoptar otro que democratice el desarrollo. Ello supone dar a la gente las herramientas necesarias para reunir datos y comprender mejor las cuestiones de desarrollo, además de ofrecerle oportunidades de intercambiar opiniones. Las instituciones son reacias a abrirse. La información es poder. Abrirse implica revelar errores y responder a los críticos, lo que suele ser difícil, pero, en última instancia, favorece la eficacia de las instituciones. En el caso del Banco Mundial, convertirlo en una organización accesible mejora el desempeño y muestra a la gente lo que la institución hace y cómo trabaja. La transparencia es el mejor antídoto contra las teorías conspirativas.

 

En 2010, el Banco Mundial lanzó una nueva política de acceso a la información, que permite dar a conocer una enorme cantidad de documentos y entregar al público más información que nunca acerca de los proyectos del Banco, sus actividades de análisis y asesoría, y las actas del Directorio Ejecutivo. Diseñada conforme al modelo de los programas de libertad de información de la India y los Estados Unidos, la política revoluciona la forma en que el Banco aborda la información y es la más amplia de todas las organizaciones multilaterales.

La iniciativa Datos de Libre Acceso puede llegar a ser incluso más impor­tante. En el marco de este programa, el Banco está poniendo miles de conjuntos de datos a disposición de quienquiera que cuente con una conexión a Internet. Cualquier persona, desde un estudiante de doctorado de Australia hasta un agricultor de Kenya, puede analizar ahora los datos del Banco. En 2010, el concurso de aplicaciones informáticas para el desarrollo alentó a creadores de software del mundo entero a hallar nuevos usos para ese acervo de datos, y los investigadores del Banco Mundial están desarrollando aplicaciones de software para aumentar aún más la accesibilidad de los datos. El Banco también está creando una “aplicación informática relacionada con la integridad” para dar a los ciudadanos acceso en línea a la información sobre los proyectos del Banco y un medio para denunciar de inmediato la corrupción vinculada con estos. El Banco planea trabajar con las comunidades para que estas tracen mapas de su propia infraestructura social —por ejemplo, clínicas médicas, escuelas y fuentes de agua—, de modo que los pobladores puedan exigir a los funcionarios que rindan cuentas de su actuación. El próximo paso consistirá en permitir a la gente utilizar dispositivos móviles para informar al Banco, desde cualquier lugar, lo que realmente está sucediendo con los proyectos de la institución.

Todos estos programas representan un modelo muy diferente del caracterizado por la antigua actitud de que “el Banco sabe más”. Como reconocimiento a los esfuerzos del Banco Mundial, el año pasado la organización Publish What You Fund otorgó a la aif, por su transparencia, el primer puesto entre 58 organismos de desarrollo multilaterales y bilaterales.

 

Un banco más representativo

Por último, dado que los países en desarrollo exigen, con justicia, una mayor participación en la dirección del mundo, el Banco Mundial debe reflejar este cambio. En 2010, el Banco aumentó la representación de los países en desarrollo en su Directorio Ejecutivo del 44% a casi el 50%. Sin embargo, como el Directorio solo vota en contadas ocasiones, quizás resultó más importante la incorporación de un nuevo director para África al sur del Sahara, que añadió otra voz a las deliberaciones. Algunos países sostienen que el control debe distribuirse entre países desarrollados y países en desarrollo en una proporción del 50-50. Esta preocupación plantea preguntas espinosas: ¿Qué países pertenecen a la categoría “en desarrollo”? A medida que más naciones pasen a ser “desarrolladas”, ¿debería el 50% de los votos seguir asignado al resto de los países? ¿Deberían los derechos de voto reflejar también el aumento de las contribuciones de los países a la aif u otros fondos? ¿Refuerzan estas divisiones una lógica norte-sur que refleja el antiguo paradigma?

 

La administración del Banco ha tenido como objetivo basar la voz y la repre­sentación en la forma en que el Banco lleva a cabo su labor, partiendo del trato digno y respetuoso que se dispensa a los clientes, y reflejando mejor la composición del Banco en su fuerza de trabajo. Ser “local” ayuda: las oficinas en más de 100 países acercan el personal a los clientes y otros interesados. El Banco tiene empleados procedentes de 167 países, y casi dos tercios del personal provienen de Estados en desarrollo y transición. Su primer economista, el intelectual chino Justin Lin, es la primera persona de un país en desarrollo en ocupar ese cargo. De los ejecutivos superiores del Banco, el 50% son mujeres y alrededor del 45% de las personas contratadas para esos puestos proviene de países en desarrollo.

El Banco Mundial también está ampliando gradualmente en todo el mundo la impronta de sus esfuerzos por compartir sus conocimientos. Ha construido en Nairobi un centro de asistencia a los países que han salido de un conflicto y en Singapur un centro que se ocupa del desarrollo de infraestructura urbana y público-privada. Como lo reflejan estos cambios institucionales, en la actualidad el desarrollo se relaciona con el financiamiento tanto como con el conocimiento, que debe circular de sur a sur, de este a oeste, desde las bases hasta los corredores del poder, y debe dejar de estar limitado por las antiguas jerarquías.

 

Más allá de la ayuda

La experiencia recogida antes de ingresar al Banco Mundial me llevó a valorar considerablemente los resultados. La importancia de los resultados puede parecer obvia, pero las evaluaciones de las políticas públicas suelen estar impulsadas por debates intelectuales, posturas políticas y modas ideológicas. Las organizaciones internacionales, en particular, pueden enfrascarse de tal modo en procesos y deliberaciones que soslayan la función vital de la eficacia. Dedicar atención a los resultados prácticos es especialmente importante en organizaciones públicas como el Banco Mundial, donde los frenos y contrapesos, los procedimientos y los comités pueden bloquear la iniciativa. Los logros levantan la moral y fomentan el apoyo, la rendición de cuentas y la legitimidad.

El Banco ha desplegado esfuerzos concertados para convertirse en una institución más ágil y flexible. Sin embargo, es mucho lo que queda por hacer. Los ejecutivos deben ayudar a sus equipos a “conectar los puntos” entre las inquietudes de las distintas partes interesadas (acerca de salvaguardias, prácticas de adquisición acertadas, espíritu de cooperación de los gobiernos y otras cuestiones) y las contrapartes en el país cuyos problemas están tratando de resolver. Necesitan aprender y mejorar continuamente, sin permitir que los procesos den origen a parálisis.

 

En los últimos cinco años, los esfuerzos de modernización del Banco Mundial han formado parte del movimiento más amplio que está encaminado a modernizar el multilateralismo y es reflejo de una economía mundial que se diversifica en múltiples polos de crecimiento, evolución que dará un fuerte impulso a las oportunidades, los medios de subsistencia y la innovación. Al mismo tiempo, el mundo necesitará un sistema multilateral vigoroso que aliente a un mayor número de países a abordar las inquietudes comunes con más responsabilidades compartidas.

Con el correr del tiempo, el Banco Mundial debería tener como meta asistir a los países para que puedan ir más allá de la ayuda. Siempre se necesitará la ayuda humanitaria y, durante algún tiempo, los países sacudidos por conflictos requerirán asistencia para el desarrollo. El objetivo, sin embargo, debería consistir en superar la dependencia. El Banco Mundial debe ayudar a los países en desarrollo a crear las condiciones —por medio de la salud pública, la educación y la nutrición, así como de la inversión financiera— que estimulen la actividad empresarial, el empleo, la productividad y los vínculos con las cadenas mundiales de suministro y logística. Puede prestar asistencia para mejorar el gobierno, el imperio del derecho, la libertad económica, la sostenibilidad ambiental y la responsabilidad social. En el ínterin, todos los países deben abrir sus mercados a los países en desarrollo. Y todos los países deben aprovechar la energía y el talento de toda su población, en especial de mujeres y niñas, que representan en todas partes una nueva fuente de crecimiento.

 

Gran parte de la historia del Banco Mundial ha estado relacionada con el Tercer Mundo. El Tercer Mundo es un concepto anticuado, pero el desarrollo no lo es. A decir verdad, las enseñanzas del desarrollo —al igual que los principios de la economía racional— resultan cada vez más aplicables a todos los países. En la actualidad, el mundo necesita con urgencia superar la crisis económica y sentar las bases de un mundo que trascienda la ayuda. Para ello, el mundo todavía necesita del Banco Mundial.



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