Suena el teléfono; te voy a dar una mala noticia, - me dicen – pero ya se de que va, ha muerto Polo. Llevaba unos años en la residencia de Tineo alejado de su San Fructuoso natal, su acordeón hace tiempo que permanecía callada; era el último bohemio de la comarca, lo estoy viendo con su manos apoyadas, de forma cansina, sobre los teclados mientras abría y cerraba el fuelle con unos acordes repetidos una y mil veces, en frente, sobre la mesa, un vaso de vino de “La Araña ”, en los labios un pitillo y siempre, sobre su cabeza la gorra, capada y descolorida.
Polo pertenecía a una saga de acordeonistas autodidactas, al igual que los artesanos, eran producto de la inteligencia natural, la sensibilidad, la naturaleza misma, alumnos graduados en la escuela de la vida con una gran carga filosófica. Ahora me vienen todos a la memoria. “Rosendín”, también de San fructuoso a quien le hice un dibujo hace años, en un día de feria, dibujo que debe de conservar Manolo de la Cera, otro acordeonista vocacional y admirador de esta saga de maestros del acordeón y la bohemia, Rosendo, entre pieza y pieza, te hacía unas fotos de carnet o de recuerdo, compartiendo esta práctica con Barredo. Manolo “El Corredoiro”, natural de la Corredoira de Veiga de Muñalén, compañero frecuente de Polo, cuyas notas de pasodoble permanecen en mis oídos oyéndo sus ensayos en la buhardilla de Vicentón, también lo recuerdo, siendo yo muy niño, practicando con el clarinete en el corredor de la panera de Veiga, mientras su padre Enrique “ L`Corredoira”, rezaba el rosario en la capilla de casa, como complemento a sus “conciertos” te ofrecia unos décimos de lotería que siempre llevaba en un sobre, llegó incluso a dar algún premio. Serapio, de San Pedro de Bárcena, maestro del Bandoneón, que algún pariente le había traído de La Argentina con sabor y notas de tango. Manolo “Rumen”, de Zardaín, perteneciente durante un tiempo a la orquesta “ Iris” e “ Iberia “, compuesta toda ella por músicos autodidactas, la mayoría de Calleras e interpretes de “arreglos” únicos como podría ser “El Bayón del Gato “; no existen unos estudios sociológicos sobre estos fenómenos,- esta sería una buena labor para Marino -, porque yo estoy seguro que la música practicada por estos bohemios de nuestra comarca podría vincularse al jazz, así como las canciones vaqueiras, tendrían mucho que ver con los tarantos, pero al ser de casa no los valoramos, no en balde nuestra sociedad es en extremo surrealista.
Estos cinco magníficos alegraban las fiestas que se improvisaban con el menor motivo o evento; ferias y mercados, fiestas de año, bodas bautizos y demás saraos, recolecciones de cosechas y demás celebraciones; siempre estaban dispuestos a abrir, su compañera la maleta de la acordeón y animar a unos vecinos, que espontáneamente, y bajo los efluvios del vino, terminaban poniendo letra a la música, sus emolumentos eran simples, no había contrato ni impuestos de la “SGAE”, solamente era el pasar del platillo, como quien pide para la misa o en su lugar la gorra.
Son múltiples las anécdotas de Polo que las gentes del lugar te contaban mientras, entre vino y vino, exprimía el fuelle de la acordeón sacandole una notas languidas y tranquilas que iban por el camino del psodoble, el “líao” de picadura pegado al labio inferior tras haberlo prendido con el “chisqueiro”, de larga mecha anudada, la gorra ladeada, porque, quienes le acompañaban, se la movían entre broma y broma, en los descansos sacaba su relojes o monedas de plata, a ver si alguién le compraba alguna, conservo un duro de aquellos, un “Amadeo ”, lo guardo con gran cariño.
Polo tocaba mientras el “Corredoiro” pasaba la gorra, en cierto momento, pasadas unas hora de la media noche, y entre efluvios etílicos, Polo se pone de pie y dice: “señores, nos eche p'a la gorra qu'el sano non recibe ”. En cierta ocasión me encontré con el en el pueblo y le pregunté: ¿ que tal Polo ?, a lo que me contestó; “ mal, chacho, mal; el otro día iba yo por el monte y de pronto encontreme falando comigo mismo, y díjeme: ¡ Polo, esto non va bien !. Quizás una de las anecdotas mas conocidas sea la de un vecino de San Fructuoso que residía en Madrid y vino por el verano, e encuentra con Polo y le dice: ¡ oye !, tienes que tener cuidado, vi en tu panera, un palo apoyado por donde pueden subir los ratones; non chacho, non, ese pongolo yo p'a que bajen.
Se nos van los personajes que han marcado una época con su bohémia, su música y su filosofía, ahora nos quedan otras acordeones; Hector, Mª Jesús, Beatriz, Lucía, ecetera, pero esto ya es otra cosa.