Mi entrada de hoy era triste y la arrinconé en el disco duro, sonada como un viejo boxeador sin recuerdos.
No se debe estar triste.
No se debe. Hablaba del rincón éste, del far west de las Asturias, que veces parece dejado de la mano del buen padre Dios, pero ¡qué va!
Incluso cuando se marcha el personal, en busca de los euros perdidos, la naturaleza da ejemplo. Recupera las que fueron caleyas. Nacen árboles espontáneos y las artadas, los escayales, que llaman del otro lado de los valles, dentro de nada, con la primavera, se llenarán de mirlos.
Aquí, de guardia, quedamos los niños y los viejos. ¡Cúidate!, le decimos ahora al vecín en vez de adiós, o hasta luego, como antes. Hemos de resistir. Volverán. Siempre vuelve alguno de los que se van. Y casi siempre, los que o lo pierden todo o ganan casi todo lo que pretendían. Pero, mientras tanto, la vieja guardia y los cadetes infantiles hemos de cuidar el fuerte, sacar de paseo a las perritas núbiles y los perrillos falderos, los perrazos feroces y los mestizos perros supervivientes, que, como Jumble, el inolvidable multirrazas de Guillermo Brown, ni saben a cual se parecen más, pero participan de todas y por eso casi saben latín, numismática y la lista de los reyes godos, que son las tres cosas que don Venerando y doña Basilisa le repetían en las páginas de La Codorniz a su sobrino vago que hay que saber para llegar a hacerse un hombre de provecho.