Su trayectoria vital llegó hasta sus 91 años plenos de excelencia quirúrgica, saber humano, cariño hacia los parientes y sus familias y plena humanidad, mantenida, pese a la pérdida de visión que tuvo en estos últimos tiempos.
Hábiles, precisas y resolutivas manos, quirúrgicamente hablando, serán muchos los ovetenses y asturianos que lo hayan conocido tanto en el sanatorio Girón como en el sanatorio Blanco. Su extraordinaria destreza, sin duda, benefició a miles de personas en su dilatada, y eficaz, vida profesional.
Tanto profesionalmente como en su dimensión humana era, Don Luis, un gran hombre. Como tal cumplió el ciclo de la existencia.Y su esposa, María Luisa, siempre a su lado, llena también mi recuerdo emocionado.
Me atrevo a sugerir que, entre tantas actividades que desarrolla y promueve el Colegio de Médicos de Asturias, aún a título póstumo, un recuerdo público a tan insigne persona debiera de hacerse.
Hoy, Asturias ha perdido un referente de la medicina quirúrgica. Pero jamás el recuerdo, las enseñanzas, y los valores de esa ilustre cátedra y los valores transmitidos.
Don Luis, mi más profundo agradecimiento, y el de mi madre, a su fecundo ejemplo personal y profesional.