Por Manuel Luis García Bernardo, Cuqui.-El mes más viejo del año nos espera cargado de días marcados en rojo en el calendario. Y nos invita a viajar, primero con el puente de la Constitución, en medio la navidad y rematamos con fin de año.

Es un mes que no deja indiferente a nadie. Los tradicionalistas, dónde me incluyo, montamos el belén, adornamos el árbol de navidad y escribimos un montón de mensajes llenos de buenos deseos en postales de las de enviar con sello. Somos felices con los nuestros, familia/amigos.  Otros, quisieran borrarlo todo.

Surgen los debates y controversias. La mayoría busca en estos días estrechar lazos, con la gente de su entorno. Otros, rehúyen hasta del vecino. Es una utopía soñar trasladar  este estado de ánimo al resto del año. Aquí, también me incluyo de ser a temporal. Es tiempo para la nostalgia. Recordamos a nuestros seres que se nos han ido. Pero, por otra parte, disfrutamos con la inocencia de los niños. Esa bendita ilusión que depositan en Papá Noel y los Reyes Magos que no deberían abandonar nunca.

La otra cara de la navidad que no podemos obviar, la encontramos en la calle. Mientras nosotros, nos reunimos alrededor de esplendidas mesas decoradas y encima suculentos manjares. Otros, acudirán a los albergues y cocinas económicas. Forman, esa pequeña/mayoría silenciosa que nos debería avergonzar. Lo siento, por escribir sobre cosas que no son tiernas, como titulaba este articulo. La vida está llena de matices y colores. Por desgracia, unos siempre la vivirán en blanco/negro.

Un deseo, para el año venidero: que seamos todos felices... ellos, también.

P.D.   A todos mis amigos/lectores, felicidad eterna y que para el año venidero que vuestros sueños se hagan realidad.