El Premio de Asturias de las Letras 2017 encabezó un recital colectivo en el Campus del Milán junto a once autores que estudiaron en la Universidad de Oviedo
Cuando Adam Zagajewski llegó al Campus del Milán, no se esperaba que un ensayista, novelista y, sobre todo, poeta como él, pudiera ser recibido a la manera de una estrella. "No suelo ser una celebridad, pero en Oviedo, de repente, me veo como tal", confesó, modesto y sonriente, ante el numeroso auditorio que se congregó para escucharle en el Edificio Departamental de la Facultad de Filosofía y Letras.
El encuentro con el autor contó con la presencia del rector, Santiago García Granda; el decano del centro, José Antonio Gómez; el vicerrector de Extensión Universitaria y Proyección Internacional, Francisco José Borge; y la gerenta de la Universidad, Ana I. Caro. La conducción del encuentro estuvo a cargo de la vicedecana del centro, Alejandra Moreno, quien afirmó que "es todo un honor darle la bienvenida a Adam Zagajewski, y un privilegio poder disfrutar de las voces más destacadas de la poesía contemporánea en Asturias". La profesora Moreno citó a Zagajewski: "La poesía busca la verdad que consigue desmontar los subterfugios de la ideología". A continuación, los versos del poeta en la voz de Marta Sobocinska, alumna Erasmus de postgrado en la Facultad de Filosofía y Letras.
Un total de once escritores asturianos leyeron sus propios poemas para rendir tributo al escritor polaco. La primera parte versó sobre ciudades y personajes, con dos composiciones del propio Zagajewski (Lvov, actualmente Ucrania, 1945), que recibirá el viernes el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2017, como marco introductorio. Se trató de "Mar" -con el Mar Báltico y Estocolmo como protagonistas- y "Jardín de Luxemburgo", ciudad en la que "ya no existe el secreto", y donde "la mirada clara de las nubes se va apagando lentamente".
Tomaron el testigo Xuan Bello, que evocó el recuerdo del padre, que nos trasladó al mar de Siracusa e hizo mención a la Nausícaa de la "Odisea", y Aurelio González Ovies, poeta y profesor de Filología latina de la institución académica, cuya lectura subrayó la sabiduría de una madre que fue "más feliz que pobre / porque quien no conoce la abundancia / valora la minucia y los pájaros". Por su parte, Teresa Soto habló del campo, de un refugio imposible, de un promontorio con eucaliptos, "del miedo abastecido con buena tierra y abundante agua". Al Sena nos trasladó Fernando Menéndez con los versos de su "Rayuela", mientras que otra de sus breves composiciones dejaba entrever "el rostro que renace el mismo día que las espigas".
Alejandra Moreno abrió entonces la página de lo memorialístico, que Zagajewski iluminó con la lectura de "En un piso pequeño", la composición en la que su padre, en una vivienda polvorienta de Gliwice, recuerda el silbido de las bombas en el 39, mientras el hijo piensa en el beso que en su juventud le habría dado "una mujer que no llegó a ser mi madre".
Llegó el turno para otros de los poetas formados en las aulas de la Universidad de Oviedo, y así Jordi Doce sentenció que "muchas veces el sol brilló por su ausencia, / muchas veces le hicimos brillar en sueños". Fernando Beltrán, por su parte, trajo a la penumbra de la sala la emoción de "La gabardina de mi padre" y sus punzantes versos finales: "Yo experto en sus silencios, él experto en mis fríos. / Dos buscándose, y nunca. / Así la vida". Vanessa Gutiérrez, en cambio, poetizó una historia de lucha y dignidad femenina a través de la figura de la "güela, que sabe bien de los enriedos de la vida", y abordó además las paremias populares asturianas en otro poema inédito, "Febrero, febreradas". Martín López-Vega, nombrado recientemente director de Cultura del Instituto Cervantes, trajo a colación los versos de su libro "Gótigo cantábrico" en los que se interroga sobre sus ancestros a través de unas viejas fotografías, recibiendo de ellos un sentencioso "¿Qué quieres de nosotros, hombre?".
La velada, que amenizó el pianista Jacobo de Miguel y de cuya producción audiovisual se encargó FIUM, la cerraron Javier Almuzara, Berta Piñán y José Luis Piquero, aceptando la invitación de la conductora del acto de abordar el tema de la propia creación, y así Almuzara repasó en endecasílabos sus machadianas señas de identidad, y afirmó que "por no morir del todo me desvivo"; Berta Piñán indagó en lo que deben y no deben significar las palabras; y el poeta y traductor José Luis Piquero señaló en uno de sus poemas que "la verdad es la triste descripción del secreto".