Científicos españoles han catalogado y analizado la distribución de los diferentes microorganismos que habitan en la cueva de Altamira, en Cantabria. El equipo responsable de la investigación ha podido comprobar que las pinturas y grabados de Altamira se encuentran en un estado de fragilidad y los expertos son partidarios “de que la cueva vuelva al estado que tendría antes de su descubrimiento”, sin visitas.
Las pinturas y grabados del Paleolítico Superior que alberga la cueva de Altamira, en Cantabria, comparten hábitat con diversos tipos de microorganismos que un grupo de científicos españoles ha conseguido catalogar, elaborando además un mapa de su distribución dentro de la cueva. Los resultados del trabajo se publican en Science en un artículo titulado “Arte paleolítico en peligro: política y ciencia colisionan en la cueva de Altamira”.
El estudio aconseja que Altamira “vuelva a un estado ambiental lo más próximo posible a las condiciones que tendría de forma natural, es decir, antes de su descubrimiento”, según explica a SINC uno de los autores, Cesáreo Sáiz-Jiménez, del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS-CSIC).
“La cueva se encuentra actualmente en un estado de fragilidad tal, que cualquier accidente o introducción de materia orgánica por parte de los visitantes podría dar lugar a un brote de hongos que llegara a cubrir las pinturas” añade el investigador.
Sáiz-Jiménez reconoce, sin embargo, que el microclima de la cueva “ha mejorado notablemente desde que se cerró en 2002, y la colonización de nuevas zonas por los microorganismos parece haber remitido”. Los expertos advierten que si se abriera la cueva a las visitas podrían alterar las condiciones ambientales y favorecer la corrosión de la roca soporte de las pinturas, así como la proliferación de microorganismos.
“La emisión de vapor de agua a 37 °C generada por la respiración de los visitantes induce su condensación sobre los techos. Este problema se intensifica cuanto más bajos sean los techos y más tiempo permanezcan parados los visitantes, como ocurre en la denominada Sala de Polícromos”, señala Sáiz-Jiménez.
El coordinador de la investigación, Sergio Sánchez?Moral, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), también recuerda otras consecuencias de la presencia del ser humano en la cueva: “Esto se traduce en un incremento sustancial de las partículas en suspensión, la oscilación de la temperatura, la humedad y la concentración de CO2, así como en cambios en el régimen de circulación del aire en el interior”.
La cueva de Altamira permanece cerrada al público desde 2002, aunque su estado actual “es resultado de las modificaciones que ha sufrido desde su descubrimiento incluidas las obras de acondicionamiento y las entradas de visitantes, que llegaron a ser masivas en la década de 1970”, explica Sáiz-Jiménez, alcanzando cifras superiores a las 170.000 visitantes al año durante esa etapa.
Además del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en este trabajo, puesto en marcha en 1995, han participado investigadores de la Universidad de Alicante.