Por · (Beirut)
La nueva generación del cómic árabe se centra en presentar modelos sociales para que los jóvenes se alejen del fanatismo y se preocupen por el entorno
Internet comienza a acaparar el mundo del comic local, que ve el formato impreso tradicional en peligro de extinción
La ecuación parece simple. Dada la alta tasa de natalidad, una enorme parte de la población musulmana tiene menos de 30 años. Gracias a la globalización cada vez están más expuestos a la información, un arma de doble filo que puede concienciar o radicalizar con su doble rasero y sus acusaciones infundadas. En un entorno hostil donde la realpolitik deja cadáver las mejores intenciones de entendimiento cultural, ¿cómo sensibilizar a esa nueva generación para que no se dejen arrastrar por el odio y el extremismo? Para unos cuantos artistas árabes, la fórmula es tan sencilla como original: superhéroes musulmanes que luchen contra la sinrazón.
Suleiman Bakhit lleva una larga década empeñado en ese proyecto. Su empresa de cómics y juegos online, Aranim, fundada en octubre de 2006, no fue sino el resultado del ataque extremista que cambió el mundo. Estudiaba en Minnesota en 2001 cuando se produjo el fatídico 11 de Septiembre. Poco después del atentado, en el mismo campus universitario, cuatro estudiantes le daban una paliza por ser árabe en una agresión racista que le obligó a someterse a varias intervenciones quirúrgicas. Las cicatrices aún son visibles en su rostro.
Eso no le hizo perder ni un ápice de humor ni voluntad. En lugar de acumular rencor, Suleiman emprendió una campaña cultural que acercase a ambas comunidades. Lo hizo mediante charlas en las escuelas norteamericanas para explicar a niños de entre 6 y 7 años las peculiaridades de la cultura árabe y hacer hincapié en que los musulmanes no son terroristas. Los críos querían saber cómo vestían, qué comían, cómo eran las ciudades de los países islámicos. Uno de los chavales le preguntó si tenían un Supermán árabe. Suleiman comprendió que no existía nada semejante y decidió crear uno que combatiese el integrismo, vengándose así de sus agresores.
Así alumbró a toda una serie de personajes hoy archiconocidos en los colegios jordanos. Como Naar, un chaval que habita en un mundo escondido bajo las ruinas de Petra (Jordania) con otros tantos críos superdotados en el año 2050, después de un apocalipsis energético. Su principal ocupación es combatir monstruos que simbolizan el fanatismo de quien opta por esparcir el terror indiscriminado para hacerse oir. “Naar es el mejor ejemplo de cómo el conocimiento cambia a la gente”, explica Suleiman a Periodismo Humano por teléfono desde Emiratos, donde acaba de viajar por motivos de trabajo. “La gente lo adora sólo porque es un buen personaje. No tiene pretensiones, pero su misión es combatir el extremismo. Los chavales son fáciles: dales un mensaje simple con una forma atractiva y estarás propagando la inspiración“.
Suleiman, de 31 años, sigue usando su vieja estrategia de hablar con la nueva generación para saber sus inquietudes y actuar en consecuencia. Recorre colegios jordanos y charla con los pupilos para saber qué les inquieta y crear con ellos mundos extraordinarios donde sus temores sean vencidos por los superhéroes. Pone a prueba personajes y se sorprende de la reacción de los críos, como cuando aplaudieron su ocurrencia de incluir una mujer con niqab, vestimenta estricta que sólo permite ver los ojos, cada vez más empleada en los países árabes y muy extendida en países musulmanes. Para los occidentales, es un símbolo de represión: en Oriente Próximo es símbolo de piedad religiosa, lo que no implica que la usuaria justifique ningún tipo de violencia.
No es el primer creador de superhéroes árabes pero sí uno de los más importantes -para muchos es el Walt Disney regional- y quien más empeño pone en educar mediante Aranim, su empresa de ilustraciones y juegos online. Los precedentes surgieron en 2004 con la empresa egipcia AK Comics, responsable de Zein, el último faraón, y siguió con Los 99, de la compañía kuwaití Teshkeel Media Group, cuyo fundador, Naif al Mutawa, figuró en 2009 y 2010 en la lista de los 500 musulmanes más influyentes del mundo.
No es para menos. La idea tras Los 99 es, precisamente, “ofrecer modelos de superhéroes nacidos de la Historia de Oriente Próximo y de los arquetipos islámicos que poseen valores compartidos por el mundo entero”, se explica en su web. Sus protagonistas son 99 adultos y jóvenes de todo el mundo que, tras hacerse con una piedra de la luz, han recibido poderes sobrehumanos. El concepto se basa en los 99 atributos o nombres de Alá, los valores asignados por la tradición islámica a dios y que deberían ser emulados por sus fieles, pero los escenarios donde se desarrolla la acción y buena parte del argumento son de inspiración occidental.
La aparición de Los 99 sorprendió a Suleiman trabajando en su propio proyecto. Acababa de abandonar sus estudios y su trabajo en EEUU para marcharse de vuelta a Jordania con los 50.000 dólares que había ahorrado: ese sería el capital con el que comenzó Aranim. Y fue un proyecto osado, ya que en Jordania, como en el resto de la región, la cultura del cómic era por entonces escasa por no decir inexistente.
“El desafío fue crear personajes con los que puedan identificarse cualquiera desde su casa”, continúa Bakhit al otro lado de la línea. “Crear modelos sociales con forma de superhéroe, incidiendo en conceptos como reforzar el poder de la mujer, la lucha contra todo tipo de extremismo, la unidad social… Cualquiera va a funcionar porque el problema es que carecen de modelos a seguir. El extremismo lo tienen en los medios de comunicación todo el día, los críos no hablan de otra cosa: de ahí que sea necesario educarlos en la lucha contra la intolerancia”.
La fórmula es simple y muy eficaz: el ambiente donde se recrean las aventuras es Oriente Próximo, y los personajes están condicionados por la región. Algunos personajes femeninos van velados, otros no, pero no son discriminados a papeles menores sino que actúan con el mismo arrojo que lo hacen los personajes masculinos. Aranim ha creado comics de acción, horror y ciencia ficción pero con características locales. Mansaf y Uzi, por ejemplo, son dos aventureros personajes con aspecto y salidas típicamente árabes que, además, reciben los nombres de los dos platos jordanos más conocidos.
Su creación más exitosa fue la más inesperada. Se trataba de la historia de un venerado héroe de la aviación local, el teniente Muwafaq al Salti, un piloto de guerra jordano que en el conflicto árabe-israelí de 1967 libró una épica batalla aérea contra un Mirage III israelí muy superior a su Hunter. El cómic se llamó Nisour al Urdun, Aguilas jordanas, y las aventuras fueron regaladas -50.000 copias gratuítas distribuidas en la prensa local- para facilitar la sensibilidad hacia el cómic y crear lectores. La demanda fue tal que hubo que tirar 2.4 millones de ejemplares para satisfacerla.
Bakhit ha creado mediante Aranim una base de lectores comprometidos con una “creación genuínamente árabe y de alta calidad”, pero es consciente de que el futuro está en la red. “Los medios impresos están muriendo, y eso incluye al comic. El futuro está en Internet al 100%”, apuesta Bakhit, quien recuerda que Oriente Próximo es la región más joven del planeta con 150 millones de habitantes por debajo de los 29 años. El jordano atribuye el fracaso de proyectos anteriores a la “gran desconexión entre los creadores y los usuarios”, una realidad a la que se pone fin de muchas formas.
Los creadores de Sarab.co, el primer cómic árabe interactivo, lo saben muy bien. Es la razón por la que decidieron apostar por un producto impredecible, donde el argumento es decidido por el lector en forma de voto al final de cada capítulo. “Proporcionamos dos opciones de continuidad y el usuario vota la que más le gusta. Y curiosamente, vota por la más complicada y a menudo inmoral. Prefieren complicar las cosas en lugar de hacérnoslo fácil”, explica divertido Samir Bustany, productor y guionista del proyecto.
Apenas hace unos meses desde que Sarab viese la luz en la web, pero con unas semanas de vida ya se hizo con el premio de Mejor Contenido Creativo on-line de Arab eContent, el pasado mayo. “Fue una gran sorpresa y un gran empujón profesional para nosotros”, reconoce Patricia Heneine, otra de las responsables. Sarab no plantea modelos a seguir como Aranim, sino que trata de despertar conciencias. Su protagonista habita en un mundo, Thalamus, afectado por una catástrofe medioambiental que ha hecho reflexionar a los supervivientes acerca del peligro de la ciencia en malas manos. Deciden regresar a los origenes, eliminando las ciencias de la formación de sus ciudadanos con la excepción de escuelas para alumnos aventajados. Y Sarab es uno de ellos. Thalamus también reproduce lo peor de la sociedad árabe: la influencia de las tribus como sistema social, en lo que constituye una crítica hacia el sistema. La misma estrategia que sigue Maalak, la heroína de cómic libanesa, que ataca a las milicias durante la guerra civil que padeció el Líbano a finales del siglo pasado.
“Usamos factores que resulten familiares a los lectores”, continúa Bassem Boustany, responsable del diseño en la web. “Religión, calentamiento global, corrupción, discriminación”. Sarab sólo está disponible en la red por una razón muy sencilla. “No teníamos medios para hacerlo de otro modo”, explican sus responsables. “Nadie nos financia, y el problema de Internet es que no genera beneficios. No podemos dejar nuestros otros trabajos por esto. pero al mismo tiempo, la gente agradece el contenido propio árabe“, prosigue Bassem. “Ahora todo el mundo tiene un teléfono o un ordenador o una tableta, y quiere alimentarla con contenidos”, prosigue Helen Sawma, responsable de las ilustraciones. “El mercado regional no está saturado y la gente busca novedades en el cómic. Como usuarios, hubiésemos estado entusiasmados con Sarab”, insiste Samir.
Sarab apenas tiene 2.000 lectores. Para el joven equipo que alimenta la web es todo un éxito dado que la única publicidad que han hecho es el boca a boca. “Es un proyecto árabe pero para llegar a más gente decidimos hacerlo en inglés, la lengua de Internet, aunque seguimos pensando en traducirlo al árabe muy pronto”. Para ellos, como para Bakhit, el mercado está muy necesitado de producción propia. “La nueva generación está interesada en nuevos cómics. Nosotros crecimos leyendo Superman traducido al árabe, no había cómics originales, y hay una demanda clara de una generación que quiere un producto creativo y de calidad, de acuerdo a su cultura y a sus expectativas”.
Y el sitio propicio es Internet. Es también la apuesta de Suleiman Bakhit, que está pasando de los cómics impresos a la animación online. Su última creación es Happy Oasis, un juego social en Facebook -y va por el cuarto- con el mismo objetivo que el resto de sus trabajos: cambiar la imágen de los árabes y arrinconar el extremismo. Del estilo de Happy Aquarium o FarmVille, ha conseguido en apenas un mes 225.000 jugadores árabes.
“En Jordania, con seis millones de habitantes, 1,6 millones de personas tienen perfil en Facebook. Hay 30 millones de árabes con perfil en la red social. Los medios impresos están muriendo. ¿Qué sentido tiene embarcarse en un negocio destinado a la bancarrota?”, se pregunta Bakhit, que se plantea exportar sus trabajos a lugares donde el fanatismo crece como Pakistán