Luis Fernández-Vega, "un hombre que cree en Asturias" recibe el Álvarez Margaride

Luis Fernández-Vega, "un hombre que cree en Asturias" recibe el Álvarez Margaride

Gijón.-El presidente del Principado, Javier Fernández, destacó este viernes, en la entrega del premio 'Álvarez Margaride' al doctor Luis Fernández-Vega que "el caso del Instituto Fernández-Vega es ejemplar. Buena parte del turismo de salud, como ahora se nombra, que recibe Asturias tiene que ver con la afluencia a su centro oftalmológico. Pues súmenle el potencial del Hospital Universitario Central, de toda la red pública y de centros privados que convierten nuestra comunidad autónoma en un referente nacional.  Asturias reúne los requisitos necesarios para alcanzar un altísimo desarrollo biosanitario con repercusión creciente en nuestra economía. La salud es un sector de futuro." El premiado, añadió como cierre de su intervención, es un ejemplo "de quien no se deja narcotizar por esos viejos vapores del declive y el hundimiento. Ni siquiera por las ofertas, a buen seguro muy interesantes, que le invitan a romper las amarras del vínculo con el Principado. Él, como hizo el propio José Luis Álvarez Margaride en su día, cuando la crisis industrial provocaba las mayores sacudidas, cree en Asturias. No ha sucumbido a la secesión, a la tentación del extrañamiento. Por eso forma parte de nuestro mejor futuro, del porvenir que él mismo está contribuyendo a forjar. A todos ustedes, al Banco Sabadell Herrero, a la asociación Asturias Patria Querida y, de nuevo, al doctor Luis Fernández-Vega, muchas gracias por seguir creyendo en esta tierra."

foto portada (de izqda. a dcha.): Pablo Junceda, Íñigo Abarca, el presidente del Banco Sabadell-Herrero, Josep Oliú; el galardonado, Luis Fernández-Vega, el presidente del Principado, Javier Fernández; la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón; el presidente de APQ, Javier Vega de Seoane;  Encarnación Chapero y Álvaro Cuervo.

 

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS,  
JAVIER FERNÁNDEZ

 

Entrega del VII Premio Álvarez Margaride a la trayectoria empresarial a Luis Fernández-Vega

 

 

Les leo una definición. El término es el sustantivo secesión. Dice a propósito la Real Academia que tal es la acción por la cual se separa de una nación una parte de su pueblo y de su territorio.  Precisa además que proviene del latín seccesio, que significa “separación, apartamiento”.

Ustedes han decidido entregar el premio que recuerda a José Luis Álvarez Margaride a Luis Fernández-Vega. La hoja de méritos del galardonado es tan extensa como conocida para que yo me detenga en el elogio, haciéndome el enterado de salón sobre cataratas, máculas, presbicias, miopías y otras señorías de ese vocabulario. Lo más que yo supe del argot fue que una dioptría es la unidad de medida de potencia de una lente que equivale a uno partido por la distancia focal, y porque lo estudié en física, así que no voy a dármelas ahora de catedrático de catálogo. Que tenemos entre nosotros a un oftalmólogo de prestigio internacional es una obviedad.

 

En cambio, de secesiones una palabra que ha vuelto al diccionario habitual, sé algo más por razones que todos ustedes conocen y que esta tarde de junio no vienen al caso. Si cité la definición es porque quiero celebrar que Luis Fernández-Vega nunca haya optado por el apartamiento ni por el extrañamiento de Asturias. Me consta que pudo hacerlo, que él y sus familiares recibieron más de una invitación para abandonar Oviedo, para que el instituto Fernández-Vega se instalase en otros lugares. Por ejemplo en Madrid, donde se beneficiaría notablemente del tamaño de la población, de la centralidad  y de las mejores comunicaciones. Debemos asumirlo:   probablemente el traslado sería un buen negocio, una decisión rentable.

 

Sería comprensible y, además, emparejaría con los tiempos. Porque cuando hay una elevada movilidad empresarial, cuando el capitalismo se caracteriza por el crecimiento colosal de la dimensión ultrafinanciera, capitales en flujo permanente sin patria conocida, la lógica autónoma de la empresa conlleva un desanclaje económico, cultural y residencial. En ese mundo que vivimos de dejación de responsabilidad con el entorno, que los Fernández-Vega hayan elegido quedarse en Asturias equilibra el  vínculo territorial con la lógica  empresarial. Sé que hoy  me toca felicitar al doctor Luis Fernández-Vega, desde ayer miembro de número de la Real Academia de Medicina de Asturias. Le felicito por este premio, pero le agradezco también que haya optado por el arraigo en lugar de por la deslocalización. Por ello merece también un sincero reconocimiento público.

 

El galardón da pie a otras reflexiones que se salen de los márgenes acostumbrados de este acto.

 

Por lo normal, ustedes suelen reconocer la traza biográfica de un empresario. Entonces, en una suerte de correspondencia, me dedico a disertar sobre el momento económico y las expectativas de Asturias; en especial, sobre la necesidad de consolidar la potencia de su industria y de estimular su talento emprendedor. Quizá hoy también lo haga, no se confíen aún, no se den por liberados de aguantarme. No obstante, esta tarde me resulta obligado dar preferencia a la salud. Y no como prioridad personal, que también, sino como factor de pujanza económica.

 

Lo he dicho en algunas ocasiones y reconozco que no he tenido demasiada fortuna. En todo caso, este acto es un lugar propicio para reiterarlo, porque merece la pena contribuir a que cale el mensaje: Asturias cuenta con investigadores, médicos, calidad universitaria y equipamientos sanitarios tanto públicos como privados de primer orden, y esa concentración de calidad supone una ventaja comparativa que debemos saber aprovechar. El caso del Instituto Fernández-Vega es ejemplar. Buena parte del turismo de salud, como ahora se nombra, que recibe Asturias tiene que ver con la afluencia a su centro oftalmológico. Pues súmenle el potencial del Hospital Universitario Central, de toda la red pública y de centros privados que convierten nuestra comunidad autónoma en un referente nacional.  Asturias reúne los requisitos necesarios para alcanzar un altísimo desarrollo biosanitario con repercusión creciente en nuestra economía. La salud es un sector de futuro.

 

Por eso concedo también tanta relevancia a la Fundación para la Investigación y la Innovación Biosanitaria (por cierto, de cuyo patronato también forma parte Luis Fernández-Vega en representación de la Fundación de Investigación Oftamológica).

 

Cuando tanto se invoca ese polinomio de la I+D+i, queremos que esta fundación y el instituto correspondiente se conviertan en una gran palanca de conocimiento y también en un factor de desarrollo socioeconómico. Hay pruebas de que vamos en la buena dirección: prestigiosas fundaciones públicas y privadas, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Instituto Universitario de Oncología del Principado han pedido sumarse al proyecto. Ésa es muy buena señal. Esperamos que el próximo mes puedan incorporarse también los primeros equipos de investigación.

 

Soy consciente de que me he entregado al optimismo. He hecho una interpretación más positiva de lo que acostumbro. Adelantándome a los previsibles reproches, enlazo con otra reflexión. Verán, la tentación del optimismo siempre acecha a los gobernantes. Si lo pensamos, resulta comprensible: por un lado, todo el mundo quiere hacer bien las cosas; por otro, la oposición cae en el vicio contrario y se empeña en subrayar los rasgos negativos. Por lo tanto, es de sentido común que quien gobierna se esmere en lucir sus méritos. Este juego de contrarios que todos practicamos en la política es válido siempre que se mantenga dentro de unos límites aceptables; cuando se exagera acaba en una distorsión, en una caricatura increíble salvo para las hinchadas particulares. Resulta tan ridículo el gobernante que oculta los reveses, como patética la oposición que prefiere cegarse antes de reconocer las mejoras.

 

En Asturias tenemos muchos problemas. Sin duda, algunos graves, como la baja tasa de población activa, directamente vinculada al declive y el envejecimiento demográfico, que hoy por hoy supone nuestro mayor desafío. Cualquiera entiende que será difícil modificar esa tendencia, común a todo el Noroeste, si no existe una política de Estado que afronte esta cuestión, determinante para la evolución económica, para evitar la desertización de las zonas rurales, para mantener nuestra geografía poblacional.  Espero que la suma de esfuerzos del Gobierno del Principado y del Ejecutivo central permita aplicar una estrategia conjunta para frenar esta dificultad. Puedo presumir de que ha sido precisamente el Gobierno de Asturias el que ha logrado incluir esta importante cuestión en la agenda de los asuntos de Estado.

 

Asumo que ése es un problema muy serio al que se suman otros, como el tamaño de las pyme, la reducida dimensión de las explotaciones agrarias, las lagunas que se cronifican en las obras públicas –y ahí ya conocen mi posición respecto a las decisiones que recientemente se han adoptado en torno a la variante de Pajares-, el excesivo coste del suministro para las empresas electrointensivas, etcétera.

 

Soy el primero en reconocer que todas esas dificultades estaban y están ahí. Pero también digo que a todos esos problemas, innegables, se añade con frecuencia el envoltorio tóxico de un pensamiento que se regodea en el pesimismo. Con eso también tenemos que acabar.

 

Porque existen motivos para cierta satisfacción. Razones contrastables, que se pueden medir, calibrar sin riesgo de engaño. Les cito algunas que forman parte del balance de estos primeros dos años de legislatura:

 

-     Asturias suma 44 meses de descenso interanual consecutivo del desempleo. Entre abril de 2015 y abril de 2017, el paro registrado ha disminuido en 12.988 personas; esto es, un 13,7%. En cuanto a la ocupación, actualmente hay 22.300 personas más ocupadas que hace dos años, según la Encuesta de Población Activa. Creo que ése es un motivo para alegrarnos.

-     Personalmente, me alegro también de que el PIB haya crecido un 2.8% en 2015 y un 1,9% en 2016. Por cierto, este porcentaje, que ha sido tan criticado, es la tercera mejor tasa de toda la década.

-     De igual manera, celebro que el turismo alcanzase el año pasado el récord histórico de 2,2 millones de visitantes, que su aportación al PIB continúe en ascenso y de que las expectativas para este ejercicio vuelvan a ser buenas.

-     Si hablamos de la industria, y conste que ya les había avisado de que no se iban a librar, comprobamos que Asturias lideró en 2015 el crecimiento del sector en España y que en este primer trimestre el Índice de Producción Industrial aumentó un 4,37%. En la construcción,  la compraventa de viviendas durante los tres primeros meses de este año creció un 39% respecto al mismo período de 2016. Por último, en cuanto a las exportaciones, y vuelvo a referirme al primer trimestre, aumentaron un 22,75 % sobre el año pasado.

 

Asturias mejora. Es contrastable. Lo único que pido es que no nos obcequemos en negarlo.

 

Hace unos pocos días leí unas declaraciones de Pedro Luis Fernández, presidente de la Federación Asturiana de Empresarios. Decía: “hay que sacudirse la tristeza, ese vicio de creernos que todo va mal; Asturias está hoy mejor que nunca”.  Son palabras valientes para un dirigente empresarial. Dichas por un gobernante, le correrían a gorrazos.

 

Comparto el planteamiento del presidente de FADE. Sostengo que esa visión oscura de Asturias, la recurrente melancolía por un supuesto pasado mejor que no existió o sólo lo hubo parcialmente, sólo esparce desánimo. Es un incentivo para la frustración y un freno contra la iniciativa.

 

Por eso vuelvo a Luis Fernández-Vega. Es un ejemplo de lo contrario: de quien no se deja narcotizar por esos viejos vapores del declive y el hundimiento. Ni siquiera por las ofertas, a buen seguro muy interesantes, que le invitan a romper las amarras del vínculo con el Principado. Él, como hizo el propio José Luis Álvarez Margaride en su día, cuando la crisis industrial provocaba las mayores sacudidas, cree en Asturias. No ha sucumbido a la secesión, a la tentación del extrañamiento. Por eso forma parte de nuestro mejor futuro, del porvenir que él mismo está contribuyendo a forjar. A todos ustedes, al Banco Sabadell Herrero, a la asociación Asturias Patria Querida y, de nuevo, al doctor Luis Fernández-Vega, muchas gracias por seguir creyendo en esta tierra.

 

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