El urogallo en el suroccidente de la Cordillera Cantábrica sobrevive en el cruce de dos barreras. Una, la viabilidad de la especie, en riesgo de extinción en España; y la otra, hallarse en el límite más suroccidental de su distribución en toda Europa. Un equipo internacional de investigadores ha determinado, por primera vez, el tamaño de la población de urogallo cantábrico en el Suroccidente asturiano. El estudio estima que aún viven en esta zona unos 144 ejemplares, una cifra que supera las expectativas iniciales de los investigadores.
FICYT // Laura Alonso
El mínimo de urogallos que componen la población del Suroccidente asturiano asciende a 94 ejemplares. “Aunque sabíamos que detectaríamos más urogallos con el análisis genético de muestras que con la observación directa, la presencia de urogallos ha superado con creces nuestras expectativas”, afirma Mario Quevedo de Anta, profesor de la Universidad de Oviedo e investigador la Unidad Mixta de Biodiversidad del CSIC-Principado de Asturias-Universidad de Oviedo.
El dato ofrece nuevas esperanzas para la conservación de esta especie en peligro de extinción, pero los investigadores inciden en que necesitan continuar recogiendo muestras esta primavera y en otras dos campañas más para lograr una primera aproximación sobre la tendencia de la población en esta zona de la Cordillera Cantábrica.
Para llegar a este primer censo genético, los investigadores han detectado un total de 60 urogallos en la zona del estudio, de los que 30 se localizaron en la Reserva Natural Integral de Muniellos. Pero ¿cómo se estima el número total de urogallos a partir de detecciones de excrementos?
“Hemos utilizado una técnica análoga a la de captura, marcaje y recaptura, bien conocida en el ámbito del estudio de poblaciones, que nos permite determinar con un margen de error conocido el número total de individuos que componen una población. Para ello tenemos en cuenta aspectos como el porcentaje en que las heces de las mismas aves se repiten en cada muestreo”, indica el investigador. Concretamente, han determinado que existe un 95% de posibilidades de que la población de urogallos se sitúe entre 94 y 164 individuos en el Suroccidente asturiano, aunque el valor más probable es de 144 ejemplares.
Junto con el número de urogallos, otro de los aspectos que ha llamado la atención de los investigadores es que los animales no parecen efectuar grandes desplazamientos durante la época de celo. Tal y como pone de relevancia Mario Quevedo, “los movimientos individuales detectados en la época de celo han sido inferiores a un kilómetro, y no se ha constatado ninguno entre las grandes zonas del área de estudio, como por ejemplo entre la umbría de Degaña y Muniellos”. No obstante, los investigadores destacan que no se puede descartar que aparezcan desplazamientos mayores al acumular más resultados.
Información contenida en las heces
El origen del material genético que han analizado los investigadores está en las heces recogidas en primavera, cuando la época de celo lleva a los urogallos a concentrarse en los cantaderos donde hacen gala de sus exhibiciones. “Identificamos individualmente a cada urogallo mediante el análisis genético de las células del epitelio intestinal, que se desprenden con las heces. Este método permite encontrar más urogallos que la observación directa, que en cambio es más adecuada para estudiar aspectos relacionados con el comportamiento de estas aves”, afirma Mario Quevedo.
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Además, la técnica empleada permite determinar aspectos vitales para la conservación de la especie que no son observables a simple vista: “Con las muestras obtenidas podremos definir el grado de consanguinidad de la población de urogallos, el intercambio genético entre los urogallos de los distintos valles, el desplazamiento de los individuos por el territorio, además de diferenciar si el individuo detectado es macho o hembra”, explica Mario Quevedo.
La base: el trabajo de campo
Para reducir todo lo posible las molestias derivadas del tránsito de personas en los últimos refugios del urogallo cantábrico, los investigadores recogen las muestras de excremento en pleno día, fuera de las horas de actividad de celo.
Iniciada con dos proyectos sucesivos financiados por el Principado de Asturias a través de su Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación (PCTI) y por el Plan Nacional de I+D+i del MICINN, esta línea de investigación requiere de varios años de observaciones para que los investigadores puedan ofrecer datos sólidos sobre diversos aspectos clave para la conservación del urogallo cantábrico.
“Necesitamos efectuar muestreos sobre el terreno en años sucesivos para determinar si la población sigue una tendencia de crecimiento o está disminuyendo, la longevidad de los individuos, o cuál es la dinámica de los intercambios genéticos”, resume Mario Quevedo.
Un enfoque colaborativo
El proyecto, coordinado por María José Bañuelos, investigadora de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad CSIC-Principado-UO, pretende determinar el estado de salud y la viabilidad de la población de urogallos en uno de los mejores refugios actuales de esta ave: los montes de Muniellos y del Parque Natural de Funtes del Narcea, Ibias y Degaña.
Para lograrlo es necesaria la colaboración de diversos centros de investigación: Paola Laiolo científica titular del CSIC en la Unidad Mixta asturiana, analiza el papel del canto de los urogallos en la viabilidad de la población. Por su parte, Guillermo Blanco, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid-CSIC; y Jesús Lemús, de la Estación Biológica de Doñana-CSIC, rastrean los indicadores hormonales de estrés y del estado reproductor junto con los parásitos y patógenos a partir de las heces recogidas. Y de los censos genéticos, las relaciones de parentesco y el grado de consanguinidad entre individuos se ocupan Rolando Rodríguez, de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y Patricia Mirol, del Museo de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" de Buenos Aires, junto a los investigadores de la Unidad Mixta CSIC-Principado-UO y a Alberto Fernández, de la Estación Biológica de Doñana-CSIC. También participan los jóvenes investigadores Beatriz Blanco y María Morán, de la Universidad de Oviedo, y Alberto Fameli, de la Universidad de Buenos Aires.
Foto: Richard Bart