Llanes.-Guías del Cuera presentó este jueves La Ruta de los Teyeros, una eco-experiencia que pretende rendir homenaje a un oficio y cultura casi olvidados y muy poco conocidos fuera del concejo asturiano de Llanes.
La actividad se desarrolla en la Sierra del Cuera y está compuesta por una ruta con visita al último molino que permanece aún en funcionamiento en todo el concejo llanisco, ubicado en Meré, y un taller de barro para aprender a realizar las tejas tal y como lo hacían los artesanos teyeros de la comarca.
La Ruta de los Teyeros comienza en el Molino de la Huera Meré para verlo en funcionamiento y aprender el oficio de la molienda. La harina de maíz es la base para cocinar los famosos tortos que se preparan en casi todos los restaurantes de la costa oriental de Asturias.
La ruta sigue hasta una de las brañas de la Sierra del Cuera.
Taller de barro. Fabricación de las tejas.
Una vez en la cabaña de pastores y tras la comida que elaboramos a base de tortos de maíz, huevos y picadillo, preparamos los utensilios de los teyeros y vamos a buscar el agua y el barro de arcilla en un pozo cercano.
En la masera preparamos los moldes y seguimos todo el proceso para fabricar nuestras propias tejas artesanalmente.
Historia de un oficio
El oficio de “teyeru” en el concejo de Llanes, tuvo su mayor esplendor de mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, en que comenzó el auge de la emigración a los países europeos, Alemania, Suiza, etc.
La mayoría de la gente que vivía en los núcleos rurales lo hacía en extrema pobreza, cosa que los empujaba junto con el hecho de ser familias muy numerosas, a ejercer el oficio de teyeros, pues tampoco existía otra industria alternativa. El teyeru, no era otra cosa que un campesino obligado a emigrar, en muchos casos, en busca de recursos para ayudar a su familia. Muchos empezaban a ir a la tejera ya de niños, cuando contaban con la edad de entre 8 a 11 años, para ejercer de pinches (así llamados los aprendices) y poder aliviar la economía familiar, tanto por ser un plato menos a la mesa, como por regresar con algún ingreso.
Había alguna tejera en el mismo concejo, pero la mayoría solía salir a trabajar a la tejera de Castilla (Mansilla de la Mulas, Mucientes, Villalba de los Alcores, La Robla) o del País Vasco. El viaje hasta allí, lo realizaban en tren, a caballo, o incluso a pie en muchos de los casos.
Los contratos se cerraban de manera verbal allá por el mes de Febrero, en las ferias de La Candelera en Posada de Llanes, o Santa Dorotea en Balmori. Era muy común realizarlos en el bar Casa Alejo, cerrado hace un par de décadas, y donde podíamos encontrar toda la decoración dedicada a la tejera, y al dialecto utilizado por los tejeros, llamado xíriga.
La temporada solía comenzar en Abril y se alargaba hasta Octubre. La jornada era de estrella a estrella, unas 17 horas diarias. Los trabajadores dormían en un barracón en el mejor de los casos, o en pajares con el simple abrigo de una manta. Otras veces se dormía en agujeros hechos en el suelo y cubiertos de paja, sobre todo en los meses estivales. Las condiciones de vida no eran de la mejor calidad ya que convivían con pulgas, denominados en xíriga alicáncanos.
En cuanto a la alimentación esta solía consistir en potajes de legumbres, tipo habas, garbanzos, compangadas con tocino, y sopas de ajo para los desayunos. En cuanto al pan había tejeras en las que se comía pan tierno todos los días, pero había otras en las que llegaba el pan tierno cada 15 días.
Las distintas tareas realizadas en la teyera
A la llegada se procede a la limpieza de la era, y se construye una cabaña, más bien casi choza en muchos casos, donde dormirán los teyeros. Luego hacían el horno, una construcción circular de ladrillos, piedra y barro, donde posteriormente se cocerán las tejas y ladrillos que vayan a fabricar.
Una vez realizados estos trabajos comienza, la tarea del teyeru propiamente dicha. Primeramente con ayuda de un pico, se cavaba el barro hasta sacar un montón, del cual se puede hacer una tanda de tejas o ladrillos de unas 500 unidades o más. A la veta de arcilla, se le denominaba barrera.
Una vez terminada la extracción lo machacaban con unos mazos de madera, o en algunas tejeras más modernizadas con la ayuda de un caballo y una turbina. En este proceso debe quedar en trozos como el tamaño de una nuez.
Acto seguido cavaban una zanja en el suelo, llamada llagar, donde depositaban la arcilla previamente machacada, y luego le echaban agua y la dejaban remojar, hasta que cogía la humedad sufciente. Luego lo sacaban del llagar y sobre el mismo suelo la amasaban con sus propias manos. Cuando le daban la consistencia adecuada, cogían una porción de la masa, llamada muda y la ponían sobre la masera previamente empolvada.
La masera era una herramienta donde trabajaba el maserista. Era una mesa de tres patas, formada por un tablón liso (para que no deje marcas en la plancha de arcilla al trabajar), dos patas hacia el lado donde se coloca el maserista, y una al lado opuesto. En la parte opuesta dispone de un pequeño cajón llamado polvera, pues su utilidad es la de albergar polvo, que previamente va recogiendo, barriendo del suelo y cribando el pinche. (La utilidad de dicho polvo, es evitar que al trabajarla, la arcilla quede pegada a la masera).
En el lado izquierdo de la masera, se sitúa el cadovau, pieza de madera o de cobre de forma convexa, para colocar el barro de la teja, que previamente el maserista ha trabajado sobre un pequeño molde de metal, para darle el grosor adecuado y así darle a la teja la forma cóncava.
En el lado derecho está el cocín, donde el maserista coloca el rasero, normalmente una simple tabla para mantener el nivel a la hora de trabajar el grosor de las tejas y ladrillos.
Para hacer las tejas y ladrillos se ayudaban de unos moldes, y también de una cuchilla para recortar los bordes de dichos moldes. Esta cuchilla también realizada de forma artesanal, normalmente de una varilla de un paraguas con un mango de madera que solía ser de avellano.
Una vez realizada la teja sobre el cadovau o los ladrillos sobre el cuadru, es el tendedor (el maserista no se mueve de la masera, consiguiendo así un trabajo en cadena) el encargado de cogerlos y alinearlos para ponerlos a secar, normalmente este proceso de secado dura un día si el tiempo es soleado.
Un buen maserista, junto con un buen tendedor hacía unas 1000-1100 tejas al día. Así diariamente hasta que llegaban a fabricar una tanda con la capacidad de llenar una hornada.
El tendedor-cocedor Darío Zapatero, vecino de Las Xareras en el concejo de Llanes, comenzó como pinche a la edad de 9 años y ejerció el oficio de tejero hasta los 22. Recuerda que una hornada podría llevar 16.000 tejas y 1.000 ladrillos. Y en una temporada se cocían 8 ó 9 hornadas.
Como combustible para esta cocción utilizaban carros de paja, cada hornada necesitaba unos 16 carros (esto en Castilla, pues en Asturias la labor de combustión se realizaba con árgumas y tojos).
La duración de esta cocción era de dos días y tres noches, luego tapaban todo el techo así como las salidas de humo o respiraderos, con tortas de arcilla, lo que se denominaba entortar, para mantener el calor y que se fuese enfriando poco a poco. Este periodo tardaba de 4 a 6 días.
Durante la de cocción la producción se paraba y aprovechaban para cavar nuevamente más arcilla en la veta original y así comenzar de nuevo el proceso.Una vez transcurridos los días de enfriamiento de las hornada de tejas se procedía a desjornar, sacar del horno las tejas ya cocidas y listas para su venta.
Aprovechaban para vender incluso las piedras calizas utilizadas para la construcción del horno, que al ser sometidas a las altas temperaturas de cocción se convertían en cal, y esta era muy apreciada para el uso de blanqueo de la vides.
Luego acudían los compradores con mulas y carros a adquirir las tejas. Eran mas cotizadas las hechas a mano pues duraban más y cubrían más. El precio de aquella teja oscilaba entre 1.2 y 1.5 pesetas. Esto durante los años en que Darío fue tejero. En los siglos pasados el precio no sería tan elevado. Este tejero en concreto, comenzó ganando de pinche 35 duros al mes (poco mas de un euro) y en los últimos años como tejero su sueldo ya como tendedor-cocedor ascendía a 3.000 pesetas al mes (18€).
La xíriga
Los tejeros, a la par de ser unos extraños allí donde trabajaban, eran hombres que en la mayoría de los casos nunca habían salido de sus pequeños pueblos, y utilizaban la Xíriga para proteger su círculo, un lenguaje que solo ellos dominaban.
La Xíriga era una mezcolanza de vocabulario del castellano que cambiaban el orden de las letras, algunas palabras en Asturiano, así como la adquisición de alguna del Euskera, tomadas de lugares del País Vasco, donde hacían su campañas en la tejera.