El Satélite de Investigación de la Alta Atmósfera (UARS, por sus siglas en inglés), una nave de la NASA fuera de servicio desde 2005, cayó en la Tierra a las 04h00 GMT del pasado sábado (06h00 en la Península Ibérica).
El Centro Conjunto de Operaciones Especiales en la base de la Fuerza Aérea de Vandenberg en California (EE UU) ha determinado que el satélite entró en la atmósfera sobre el océano Pacífico a 14,1 grados latitud sur y 170,2 longitud oeste (189,8 grados longitud este).
Esta ubicación, próxima al archipiélago de Samoa, se sitúa sobre un área marina “amplia y remota del hemisferio sur, lejos de cualquier masa de tierra importante”, según el comunicado de la NASA con el que pone punto y final a un asunto que ha inquietado a la comunidad internacional durante el mes de septiembre.
La zona en la que pueden haberse dispersado los restos de la nave se encuentra entre las 300 y 800 millas (480 y 1.300 km) del punto de re-entrada, posiblemente hacia el noreste. La NASA no tiene conocimiento de posibles observaciones de chatarra espacial procedente del UARS en esta área geográfica.
Seis años después del final de su vida útil, el satélite se rompió en pedazos durante su ingreso en la atmósfera, y la mayoría se de los fragmentos se destruyeron. Aún así, unos 26 componentes del satélite, con un peso total aproximado de 544 kilos, podrían haber sobrevivido al impacto de la reentrada y alcanzar la superficie de la Tierra.
"No fue una reentrada fácil de predecir debido a que las fuerzas naturales actuaban sobre el satélite según decaía su órbita”, dice Nick Johnson, responsable científico de la NASA para asuntos de basura espacial. “Naciones con tecnología espacial en todo el mundo también monitorizaron el descenso del satélite en las últimas dos horas”.
La Oficina de Space Debris de la ESA fue uno de los socios internacionales que colaboró con la NASA en un ejercicio coordinado de predicción y estimación de riesgos. “El rozamiento con la atmósfera redujo la velocidad del satélite de 27.000 km/h a unos 200 km/h, que es la velocidad a la que podrían haber chocado contra la superficie los fragmentos que no se desintegraron por la fricción”, explica Heiner Klinkrad, director de esta Oficina.
Los expertos insisten en que hasta ahora, desde el comienzo de la era espacial, nunca se ha confirmado daño alguno ocasionado por la reentrada de objetos en la atmósfera terrestre.
UARS se lanzó el 12 de septiembre de 1991 y fue el primer satélite “multi-instrumental” destinado a la observación de numerosos componentes químicos y el análisis de la fotoquímica de la atmósfera . También proporcionó datos clave sobre la cantidad de luz que llega del sol en longitudes de onda ultravioleta y visible
FOTO NASA