Historias inéditas del diplomático español Sanz Briz en Budapest

Historias inéditas del diplomático español Sanz Briz en Budapest

La historia de Sanz Briz en Budapest emociona por su sensibilidad y compasión durante un episodio inhumano de la historia de Europa. El próximo día 29 llega a las librerías El Ángel de Budapest, obra de Julio Marín Alarcóm que narra la historia de los diez meses que el diplomático español Sanz Briz, vivió en la capital de Hungría, cuando el Tercer Reich destruyó, antes de su derrota, el último país de Europa que pudo.

 

La historia de Sanz Briz en Budapest emociona por su sensibilidad y compasión durante un episodio  inhumano de la historia de Europa. Es la historia del casi medio millón de judíos de Hungría  deportados y asesinados en Auschwitz y también la epopeya de los miles de ellos que tuvieron la  fortuna de sobrevivir y salir del país gracias a la ayuda del diplomático español. Es una aventura  repleta de reveses y tramas, entre los cuarteles de Hitler, los despachos y las calles de Budapest, la  legación española, los mensajes y cartas de Madrid, Londres y Washington, la acción de los jóvenes  sionistas de Palestina, los asesinos húngaros del partido de la Cruz Flechada, y los nazis, con uno de  sus dirigentes más emblemáticos a la cabeza, Adolf Eichmann.

 

Ángel Sanz Briz, como funcionario de un estado, consiguió aplicar sus convicciones y su determinación a las normas de la diplomacia y el derecho: la burocracia fue la herramienta y el ideal humanitario el objetivo que guió sus actos. Las peripecias y trabas que tuvo que sortear, poniendo en riesgo su seguridad y la de su personal, constituyen la trama de este emocionante libro que también esclarece cómo, en esos días, descubrieron al mundo, por primera vez, la terrible verdad sobre Auschwitz; verdad que el español fue uno de los primeros en conocer en detalle, gracias al informe de dos fugados que llegó a sus manos en Budapest y que transmitió a Madrid.

En contraposición, Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS y responsable de las deportaciones del Reich, siguió la burocracia y el derecho alemán en su aplicación estricta e inhumana de las ordenanzas, hasta extralimitarse, incluso, con las infaustas marchas de la muerte que reprendieron sus propios superiores en Berlín. Los planes de Eichmann y la progresiva persecución de la última comunidad judía de Europa es lo que el español combatió con su valor e ingenio.

A nadie se nos escapa, guardando las distancias, los paralelismos entre lo que sucedió en esos últimos meses de 1944 en Budapest, en manos del partido de la Cruz Flechada con la actualidad, en lo referente a la crueldad que sufrieron y sufren los refugiados por encontrar un país que les acoja en una situación extrema, en una situación de vida o muerte.

 

«A mí me emociona -escribe Julio Martín Alarcón en la Introducción-el Sanz Briz que cumple su deber con la discreción y altura que requiere lidiar con las autoridades de otro país casi más que el hombre que acogió en su casa a unos sesenta judíos perseguidos, al margen totalmente de su cargo, y poniendo en riesgo su vida. Sanz Briz era joven cuando recayó en él la gran responsabilidad de estar al cargo, no solo de sus propios actos sino de los de todos los de su personal. No actuó solo, sino coordinado con las otras misiones extranjeras y la Cruz Roja, y con la ayuda de sus empleados y colaboradores: el abogado Zoltán Farkas, la secretaria Madame Tourneé y su hijo Gaston y el italiano apadrinado por el propio Sanz Briz, Giorgio Perlasca. Con ellos vivió seis intensos meses en los que lucharon contra la maquinaria más eficiente del mal que haya conocido la historia. Los límites del diplomático partían de Madrid: sin su autorización jamás habría podido desplegar sus acciones. Durante todo el verano de 1944, Sanz Briz, que ya estaba al frente de la legación tras la marcha del embajador Miguel Ángel Muguiro, solo pudo informar de las atrocidades y asistir a las reuniones que organizaron los países neutrales bajo la batuta del enviado del papa, el nuncio apostólico monseñor Angelo Rotta. Con ellos llegó a firmar notas de protesta ante el gobierno húngaro para que se detuvieran las deportaciones a Auschwitz. Al menos en una ocasión lo hizo sin conocimiento de su gobierno, que le reprobó por ello. Sin embargo, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores decidió actuar en Budapest por las presiones de las organizaciones internacionales judías, Sanz Briz obtuvo la autorización para salvar al máximo número de judíos. Así comenzó la labor más decisiva del diplomático, que actuó de acuerdo con su gobierno pero con sus propias ideas.»

 

 

Ediciones B

Tapa dura
277 páginas
150 x 230 mm
PVP 20 €


 



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