Rosetta muere, pero no se rinde

Rosetta muere, pero no se rinde

La sonda Rosetta de la Agencia Espacial Europa ha impactado hoy contra el cometa 67P y hasta el último momento no dejado de recoger datos y fotografías que ayudarán a los científicos a conocer mejor los orígenes de nuestro sistema solar y de la propia vida. La primera misión espacial de la historia en alcanzar un cometa, escoltarlo en su viaje alrededor del Sol y lanzar un módulo de aterrizaje sobre su superficie toca a su fin.

 

Secuencia de imágenes captadas por Rosetta durante su descenso a la superficie del cometa 67P este 30 de septiembre. / ESA/OSIRIS Team et al.

¡Misión cumplida! Con este mensaje en más de 30 idiomas los miembros de la misión Rosetta confirmaban hoy en Twitter que acaba con éxito. Este histórico proyecto de la Agencia Espacial Europea (ESA) ha concluido según lo previsto, con el impacto controlado de la nave sobre el cometa 67P / Churyumov-Gerasimenko, al que ha estado analizando durante más de dos años.

Tras el silencio que acompañó los últimos minutos de la misión en el centro de control de la ESA en Darmstadt (Alemania), la confirmación del final llegó a las 13:19 h (hora peninsular española) cuando se verificó la pérdida de la señal de Rosetta tras el choque. Los aplausos y las emociones se desataron entre todos los asistentes.

"Rosetta ha entrado otra vez en los libros de historia", destaca Johann-Dietrich Wörner, director general de la ESA

La sonda Rosetta llevó a cabo su última maniobra anoche a las 22:50 h, cuando se puso en curso de colisión con el cometa desde una altura de unos 19 km. La nave se había orientado hacia una región en el pequeño lóbulo del cometa 67P, junto a una región de pozos activos en la región Ma’at. Estos pozos desempeñan un papel importante en la actividad del cometa y proporcionan una ventana única a su estructura interna.

El descenso ha dado la oportunidad de estudiar el gas, polvo y plasma que rodea al cometa muy cerca de su superficie, así como tomar imágenes de muy alta resolución. Una de las últimas, ya borrosa, se ha captado a tan solo 51 metros de altura. Toda la información se ha enviado a la Tierra antes del impacto, ya que a partir de ahora no será posible comunicarse con la nave espacial.

"Rosetta ha entrado en los libros de historia una vez más", destaca Johann-Dietrich Wörner, director general de la ESA. "Hoy celebramos el éxito de una misión que cambia las reglas del juego, que ha superado todas nuestras expectativas y sueños, y que continúa el legado de la ESA de ‘ser los primeros’ en cometas".

“Gracias a este enorme esfuerzo internacional a lo largo de décadas, hemos logrado nuestro objetivo de llevar un laboratorio científico de primer orden a un cometa para estudiar su evolución en el tiempo, algo que ninguna otra misión de este tipo ha intentado siquiera”, destaca Álvaro Giménez, director de ciencia de la ESA, que añade: “Esta misión se ha prolongado durante carreras profesionales enteras y los datos recopilados mantendrán ocupados a generaciones de científicos durante las próximas décadas”.

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Imagen tomada por Rosetta a 51 m del cometa 67P. / ESA/OSIRIS Team et al.

Por su parte, Marc McCaughrean, asesor científico senior de la ESA, indica: “Más allá del triunfo científico y técnico, el fantástico viaje de Rosetta y su módulo de aterrizaje, Philae, ha conquistado el imaginario mundial, atrayendo a un nuevo público ajeno a la comunidad científica. Ha sido emocionante contar con todo el mundo en esta aventura”.

Un viaje de casi 8.000 millones de km

Desde su lanzamiento en 2004, Rosetta se encuentra en su sexta órbita alrededor del Sol. En su viaje de casi 8.000 millones de kilómetros, la sonda ha sobrevolado tres veces la Tierra y una vez Marte, y se ha encontrado con dos asteroides.

La nave resistió 31 meses de hibernación en el espacio profundo durante el tramo más distante, antes de despertar en enero de 2014 y, finalmente, llegar al cometa en agosto de ese mismo año.

Tras convertirse en la primera nave espacial en orbitar un cometa y en la primera en enviar un módulo de aterrizaje, Philae, en noviembre de 2014, Rosetta ha seguido monitorizando la evolución del cometa durante su máximo acercamiento al Sol y más allá.

“Hemos trabajado durante 786 días en el entorno adverso del cometa, realizando varios espectaculares sobrevuelos cerca de su superficie, hemos sobrevivido a distintas emisiones inesperadas e incluso hemos superado dos momentos en que la nave pasó al ‘modo seguro’ –reconoce Sylvain Lodiot, responsable de operaciones de la sonda–. Las operaciones en esta última fase han sido un desafío aún mayor, pero seguir a su módulo hasta la superficie del cometa es el final perfecto para la increíble aventura de Rosetta”.

La decisión de finalizar la misión sobre la superficie de 67P se debe a que Rosetta y el cometa van a volver a abandonar la órbita de Júpiter. A una distancia del Sol muy superior a la alcanzada hasta ahora, la sonda no recibiría energía suficiente como para funcionar. 

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Recreación de Rosetta poco antes de chocar contra el cometa 67P el 30 de septiembre el año 2016. / ESA/ATG medialab

Además, los operadores de la misión se enfrentaban a un periodo inminente de meses en los que el Sol quedaría cerca de la línea de visión entre Rosetta y la Tierra, lo que habría dificultado cada vez más las comunicaciones con la sonda.

El responsable de la misión, Patrick Martin, lo explica así: “Al decidir que Rosetta impactara en la superficie del cometa, incrementábamos enormemente los datos científicos recopilados en la misión mediante una última operación única”.

“Es un final agridulce, pero había que reconocer que la mecánica del sistema solar estaba en nuestra contra: el destino de Rosetta estaba sellado desde hacía mucho tiempo. Pero sus espectaculares logros permanecerán para la posteridad y serán utilizados por la próxima generación de jóvenes científicos e ingenieros de todo el mundo”. De hecho, aunque hoy termina el aspecto operativo de la misión, el análisis científico continuará durante años y años.

Descubrimientos sorprendentes sobre cometas

Durante la misión ya han tenido lugar numerosos y sorprendentes descubrimientos: para empezar, la curiosa forma del cometa, que se reveló durante el acercamiento de Rosetta en julio y agosto de 2014. Los científicos ahora creen que los dos lóbulos de cometa se formaron por separado, uniéndose durante una colisión a baja velocidad en los primeros tiempos del sistema solar.

Su monitorización a largo plazo también ha mostrado la importancia que la forma del cometa tiene en sus estaciones, en el desplazamiento del polvo por su superficie y a la hora de explicar las variaciones medidas en la densidad y en la composición de la coma, la ‘atmósfera’ del cometa.

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Rosetta ha estado investigando el cometa 67P durante más de dos años. / ESA

Algunos de los resultados más relevantes e inesperados tienen que ver con los gases expulsados del núcleo del cometa, incluyendo el descubrimiento de oxígeno y nitrógeno moleculares, así como de agua con un sabor ‘distinto’ a la de nuestros océanos. Sumados, estos resultados indican que el cometa nació en una región muy fría de la nebulosa protoplanetaria cuando el sistema solar aún se estaba formando, hace más de 4.500 millones de años.

Aunque parece que el impacto de cometas como 67P no habría producido tanta agua de la Tierra como se creía, otra cuestión candente era si podrían haber suministrado ingredientes considerados clave para el origen de la vida.

Rosetta ha detectado glicina en el cometa, un elemento fundamental del ADN y las membranas celulares 

Y Rosetta aquí tampoco defraudó, al detectar glicina, un aminoácido que suele encontrarse en las proteínas, y fósforo, un elemento fundamental del ADN y las membranas celulares. Numerosos compuestos orgánicos también fueron detectados tanto por ­Rosetta en órbita como por Philae sobre la superficie.

Según los responsables de la misión, los resultados obtenidos por Rosetta hasta el momento apuntan que los cometas son vestigios de las primeras fases de formación del sistema solar, y no fragmentos de colisiones entre cuerpos de mayor tamaño en fases más tardías. Así, ofrecen información sin precedentes de cómo eran los componentes que luego darían lugar a los planetas hace 4.600 millones de años.

“Igual que la Piedra Rosetta, de la que toma el nombre esta misión, fue clave para comprender las lenguas antiguas y la historia, el vasto tesoro que constituyen los datos proporcionados por la sonda Rosetta va a cambiar nuestra idea de cómo se formaron los cometas y el propio sistema solar”, señala Matt Taylor, científico del proyecto, que concluye: “El cometa no ha desvelado todos sus secretos. Todavía nos esperan muchas sorpresas”.

 

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