Por Mª del Carmen Escámez Almazo
SINC
Los océanos almacenan carbono de dos maneras, disuelto en el agua y a través de la denominada “bomba biológica”, o conjunto de materia orgánica que se concentra en la superficie oceánica. La investigadora María Villa Alfageme, del grupo de investigación de Física Nuclear Aplicada de la Universidad de Sevilla, explica que la bomba biológica regula la cantidad de CO2 que hay en la atmósfera y es un “mecanismo esencial para que se den las condiciones de vida”. Asimismo, añade que aproximadamente una tercera parte del CO2 atmosférico queda almacenado en los océanos gracias, precisamente, a esta materia orgánica.
Villa Alfageme informa de que las muestras se toman a lo largo del año en aguas del Atlántico norte en colaboración con el departamento de Biogeoquímica del National Oceanographic Center de Reino Unido, “uno de los más prestigiosos centros oceanográficos a nivel mundial”. Una vez tomadas las muestras en alta mar, se estudia el exporte de carbono en los océanos a través del análisis del polonio-210 y el plomo-210 mediante técnicas de muy bajo fondo en los equipos del Servicio General de Investigación (SGI) de Radioisótopos de la Universidad de Sevilla. Se recogen además muestras para medir yodo-129 en agua en el Centro Nacional de Aceleradores (CNA) de Sevilla ya que “es un importante trazador de las corrientes oceánicas”.
“El polonio-210 se comporta en las células de manera similar que el carbono por ello a partir de su medida podemos conocer el comportamiento del carbono en la columna de agua”, explica la investigadora que forma equipo de trabajo junto al Dr. Santiago Hurtado, del Servicio de Radiosiótopos de la Universidad de Sevilla, y el Dr. Feliciano de Soto, de la Universidad Pablo de Olavide.
Los investigadores de la Universidad de Sevilla estudian entre otras cosas qué modificaciones se producirían en la concentración de carbono de los océanos si se diera un cambio en las condiciones climáticas actuales, de manera que si aumentara el pH del agua se vería dificultado el transporte de CO2 hasta el fondo oceánico. Ya que se plantea como hipótesis que las partículas que almacenan carbono serían en ese caso más pequeñas, lentas y de menor densidad por lo que les costaría más alcanzar grandes profundidades.
Por último, la física María Villa asegura que esta línea de investigación es “absolutamente necesaria” dentro de los estudios marinos y ambientales, ya que mide la capacidad de almacenamiento de carbono que tienen los océanos así como los mecanismos que más afectan a la bomba biológica, ya sea la composición de las partículas que se hunden, el tamaño de éstas o la profundidad que alcanzan