Un Gran Hermano interactivo descubre las intimidades de los grillos asturianos
Cientos de miles de horas de vídeo grabadas por 140 cámaras esperan la colaboración ciudadana para ‘espiar’ a un grupo de individuos que se aparean, luchan y se defienden de sus enemigos. Historias sobre grillos es un juego online de la Universidad de Exeter que busca voluntarios dispuestos a visionar la vida privada de estos insectos en un prado de Asturias durante la temporada de reproducción. Su observación servirá para saber más sobre la evolución y el envejecimiento animal.
Un equipo de biólogos de la Universidad de Exeter ha desarrollado un juego interactivo llamado Historias sobre grillos para promover la colaboración ciudadana en la exploración científica. El juego forma parte de WildCrickets, un proyecto de investigación que utiliza insectos para el estudio del envejecimiento y el mantenimiento de la diversidad genética.
Los investigadores buscan la ayuda del público para visionar los cientos de miles de horas de vídeo grabadas
El proyecto, financiado por el Natural Environment Research Council, se asemeja al programa televisivo Gran Hermano, aunque en este caso, quienes participan en el reality son grillos y no personas.
Desde el 2005, Rolando Rodríguez-Muñoz, investigador principal del proyecto, monitorea el comportamiento de los grillos utilizando una red de más de 140 cámaras que funcionan las 24 horas del día durante la temporada de reproducción de estos insectos.
La población de estudio se localiza en un prado al norte de España (Asturias) y varía cada año entre los 60 a los 200 grillos adultos. Gracias a las cámaras y la iluminación infrarroja para ver en la oscuridad, se puede observar la mayor parte de la vida diaria de estos animales que pasan casi todo su tiempo fuera de sus madrigueras.
“El laboratorio permite controlar las variables ambientales y eso facilita el análisis de resultados y la obtención de respuestas. Sin embargo, a menudo resulta difícil valorar hasta qué punto un resultado obtenido en laboratorio se corresponde con lo que sucede en la naturaleza”, señala a Sinc Rodríguez-Muñoz.
Cooperación ciudadana
Con el lanzamiento de este proyecto, los investigadores buscan la ayuda del público para visionar los cientos de miles de horas de vídeo grabadas. Los ‘jugadores’ contribuirán aportando datos importantes sobre comportamientos como el apareamiento, las peleas o los ataques de depredadores.
“Cada año grabamos entre 200.000 y 250.000 horas de vídeo que posteriormente es necesario visionar. Los voluntarios facilitarán el desarrollo de un proyecto, cuyo principal talón de Aquiles es la necesidad de procesar enormes cantidades de grabaciones para extraer los datos necesarios”, comenta Rodríguez-Muñoz.
Los ‘jugadores’ aportarán datos sobre comportamientos como el apareamiento, las peleas o los ataques de depredadores
“Sus observaciones nos permitirán saber cómo se comportan estos insectos en libertad, contribuyendo a nuestro conocimiento sobre la variabilidad genética, la evolución y el envejecimiento”, declara Tom Tregenza, catedrático de ecología evolutiva de la Universidad de Exeter.
Los grillos han sido utilizados por biólogos a lo largo del tiempo para entender por qué todos los organismos, incluyendo a los humanos, envejecen con el paso del tiempo.
“Las principales teorías sobre por qué nos volvemos más lentos y tenemos mayor probabilidad de morir cuando envejecemos, predicen que esos mismos efectos deberían ocurrir incluso en animales muy simples como los grillos”, explica a Sinc Tregenza. “En nuestro proyecto, estamos descubriendo si los insectos envejecen o no, y si ese envejecimiento se asemeja al de las personas”, añade.
El juego ha sido concebido para obtener ayuda de manera accesible y atractiva. “Es una oportunidad para que el público en general pueda participar en un proyecto de investigación de larga duración”, apuntan los autores.
En 2011, la FICYT, Fundación para el Fomento en Asturias de la Investigación Científica Aplicada y la Tecnología, contribuyó al desarrollo del proyecto a través de una beca Clarín de seis meses de duración.
Fotos Universidad de Exeter.