Seis activistas de Greenpeace han escalado la fachada sur de una de las dos Torres Kio, los edificios madrileños que forman la llamada ‘Puerta de Europa’, y han desplegado dos pancartas que suman casi 300 m2 con el texto “No al TTIP”. Los escaladores expresan así, a 80 metros de altura, su protesta ante las negociaciones que están llevando a cabo la Unión Europea y los Estados Unidos, para acordar un Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, más conocido por las siglas TTIP.
Fotografías y vídeos en alta resolución disponibles aquí. Incluidas imágenes de la llegada y tomadas desde arriba de la torre.
La organización medioambiental considera que este tipo de acuerdos deben negociarse bajo el paraguas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas o los compromisos alcanzados en la cumbre contra el cambio climático de París y exige que así se haga. "Es importante decir alto y claro que nos oponemos a este acuerdo. Hay que paralizar estas negociaciones porque se están poniendo en riesgo conquistas ambientales y sociales", ha declarado Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace España. “Ya durante los primeros años de negociación ambos bloques, la UE y los EEUU, empezaron a rebajar y recortar políticas y normas ambientales, como la Directiva de Calidad de los Combustibles que permite la importación de petróleos altamente contaminantes de EEUU y Canadá o la paralización del control de pesticidas con efectos nocivos para la salud”, ha añadido.
En medio del absoluto secretismo en el que se han manejado las negociaciones entre la Unión Europea y los Estados Unidos, el pasado 2 de mayo Greenpeace Holanda publicó parte del contenido de dichas negociaciones (1), confirmando que, además de los retrocesos ya vividos en la UE durante el proceso negociador, son fundados los temores sobre los enormes riesgos que corren los ciudadanos en materia laboral, de protección de la salud pública o de políticas medioambientales (2).
Las negociaciones sobre este acuerdo abordan multitud de aspectos y sectores que son de interés para la ciudadanía, desde el futuro del sector agrícola o las pymes, hasta la comida, pasando la regulación de las sustancias tóxicas, la contratación pública, los servicios o la futura coordinación en materia de regulación. Ambas partes pretenden eliminar las “barreras” al comercio, especialmente las no tarifarias, aquellas que tienen que ver con la diferentes normas y estándares de calidad, salud, medio ambiente, de denominación de origen, etc. y que según los promotores de estos acuerdos dificultan el comercio entre ambos lados del atlántico.
“Lo que en la jerga del TTIP se denomina ”barreras no arancelarias“ los partidarios del comercio a cualquier precio lo llaman ”exceso de regulación“, ”papeleo“ y ”burocracia mala“, son salvaguardas ambientales, derechos laborales o legislación que protege la salud de los consumidores”, ha puntualizado Soto.
Confirmando estos temores, el pasado viernes 13 de mayo se publicó la “Evaluación del Impacto sobre la Sostenibilidad (SIA) del TTIP” (3), informe comisionado por la Comisión Europea y entre cuyas conclusiones está que el TTIP choca frontalmente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, adoptados por todos los países en septiembre de 2015. También, el TTIP contradice los compromisos asumidos por todos los países en la COP21 de París en diciembre de 2015. Se calcula que el TTIP supondrá un aumento de más de 21 millones de toneladas de emisiones de CO2 en la UE y EEUU de forma conjunta. La evaluación de impacto también constata que el TTIP provocará un aumento en la contaminación del aire en toda Europa, lo que representa una amenaza para la salud humana.
El peligro no viene únicamente de las actuales negociaciones sobre el TTIP. Este mismo año podría aprobarse otro acuerdo similar con Canadá, el CETA, que ya ha sido calificado como el caballo de Troya del TTIP, pues tendría también un efecto negativo en la protección laboral, social, ambiental o cultural. El CETA, como el TTIP, establece un órgano de cooperación reguladora, que en el futuro fiscalizará los procesos de preparación y aprobación de normativas por parte de la UE, lo que supondría una renuncia a la soberanía de la Unión Europea y de sus estados miembros a la hora de regular y proteger la salud del ciudadano y el medio ambiente.
“Ambos tratados, el TTIP y el CETA, deberían supeditarse al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, los Convenios de la Organización Mundial del Trabajo o los compromisos de la reciente Cumbre del Clima de París”, ha recordado Soto, que ha añadido: "Los derechos y la salud de los ciudadanos y la sostenibilidad del planeta son tan importantes como el crecimiento económico. El crecimiento económico a cualquier precio es un suicidio".