La soprano asturiana protagoniza la obra «El imposible mayor en amor, le vence Amor» del compositor español Sebastián Durón en el tricentenario de su muerte
FERMÍN DE PAS.- Beatriz Díaz afronta desde este jueves el papel de Amor de la zarzuela en dos jornadas «El imposible mayor en amor, le vence Amor», con texto de Francisco Bances Candamo y música de Sebastián Durón, uno de los compositores barrocos españoles más señeros de su época, de quien se cumple ahora el trescientos aniversario de su fallecimiento. Para conmemorar la efeméride, el coliseo madrileño ha apostado por un programa doble que engloba en la misma función, además de la obra citada, la ópera escénica del mismo autor y de libretista anónimo que lleva por título «La guerra de los gigantes», estrenada en la capital española el 23 de febrero de 1972.
En opinión del catedrático Antonio Martín Moreno, que firma la edición crítica de las dos producciones que podrán presenciarse conjuntamente en Madrid, habría sido compuesta para festejar el matrimonio del Conde de Salvatierra con Doña María Leonor Dávila López de Zúñiga, mientras que el musicólogo Raúl Angulo Díaz se inclina por dar validez a la hipótesis de que pudo ser estrenada en mayo de 1701 ante el anuncio del compromiso matrimonial de Felipe V con María Luisa Gabriela de Saboya. El diapasón de la controversia entre ambas autoridades musicales sube aún de tono al detenerse en la partitura de «El imposible mayor en amor, le vence Amor», que vio la luz primera en el madrileño Teatro de la Cruz el 24 de julio de 1710 y podría haber tenido como libretista también, según diversas fuentes, al dramaturgo José de Cañizares. Y si Martín Moreno no duda en atribuir categóricamente la música a Sebastián Durón, Angulo Díaz mantiene la tesis de que corresponde «a todas luces» a José de Torres, organista y posterior maestro de la Real Capilla de Madrid.
Disensiones a parte, el equipo artístico que llevará a término las cinco representaciones planificadas, está capitaneado por dos solventes profesionales argentinos: Leonardo García Martín llevará la batuta de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, del Coro del Teatro de la Zarzuela y de la Capella Mediterránea, mientras que el pulso escénico estará en las manos de Gustavo Tambascio. Junto a Beatriz Díaz, que encabeza el reparto de «El imposible mayor…» en el papel de Amor, encontramos a las también sopranos María José Moreno en el de Juno y a Lucía Martín-Cartón en el de Siringa, a la mezzosoprano Vivica Genaux en el de Júpiter, y al barítono Javier Galán en el de Selvajio; además de las actrices Ylenia Baglietto y Carmen del Valle, y de los actores Javier Ibarz, Miguel Ángel Blanco, Pablo Vázquez, José Luis Alcedo y David Tenreiro. El reparto de «La guerra de los gigantes» cuenta con el concurso de las sopranos Cristina Alunno en su doble cometido como La Fama y Palante, a Mercedes Arcuri como El Silencio y Júpiter, a Mariana Flores como La Inmortalidad y Hércules, y la mezzosoprano Giuseppina Bridelli como El Tiempo y Minerva, junto a Lucía Martín-Cartón como Novia y a Javier Galán como Novio.
ACERCA DE DURÓN
Del volumen editado por la Academia del Hispanismo y coordinado por los profesores Paulino Capdepón y Juan José Pastor, extraemos que «Sebastián Durón Picazo nació en Brihuega (Guadalajara) en 1660. Se inició musicalmente en la Catedral de Cuenca bajo el magisterio del entonces maestro de capilla Alonso Xuárez, estudiando a continuación órgano en La Seo de Zaragoza con Andrés de Sola, de quien es nombrado sustituto en junio de 1679. Ejerció posteriormente las plazas de organista segundo en la catedral de Sevilla (1680) y organista primero en las de Burgo de Osma (1685) y Palencia (1686), siendo nombrado en 1691 organista de la Capilla Real en Madrid.
En la corte madrileña desempeñó asimismo los eminentes cargos de maestro de la Real Capilla y rector del Real Colegio de Niños Cantorcicos. Sin embargo, acérrimo partidario de los Austrias durante la Guerra de Sucesión, Durón se verá afectado al tomar partido por el bando perdedor, por lo que se vio en la obligación de exiliarse a Francia acompañando a Mariana de Neoburgo, esposa del último rey de la dinastía de los Habsburgo en España, Carlos II. A pesar de que Felipe V le permitió regresar merced a una amnistía, Sebastián Durón prefirió continuar en el exilio francés y falleció el 3 de agosto de 1716 en Cambo-les-Bains, la ciudad francesa que contemplaría asimismo la muerte de otro gran compositor español, el gerundense Isaac Albéniz en 1909».
En la Historia de la Música Española, de Mariano Soriano Fuertes, fechada en 1856, se alude expresamente al nombramiento de Durón como «maestro compositor de música de la capilla imperial de Viena por el emperador Carlos VI, ya que el padre de éste, Leopoldo I era señor tan aficionado a la música que se cuenta de él que en su última enfermedad después de haber cumplido con los deberes de católico-cristiano hizo llamar a sus músicos de cámara para que ejecutasen una composición patética durante la cual exhaló su último suspiro» y se asegura que «aun cuando eran muchas las obligaciones que a Durón imponía su magisterio por las composiciones que todos los años había de presentar en la real capilla, tanto latinas como castellanas; escribió, sin embargo, un gran número de serenatas, zarzuelas, e intermedios músicos ó entreactos de comedia, que le valieron los aplausos y elogios de españoles y extranjeros, ya por las melodías tan apropiadas a los conceptos poéticos, cuanto por el estilo, sencillez y buen gusto de ellas». Todavía, en el tomo III de la citada enciclopedia, descubrimos la siguiente anécdota: «Cuéntase de tan distinguido compositor que, después de haber salido de una función religiosa en la capilla de música ejecutando una obra suya y dirigida por él, tuvo un marcado descuido; Carlos II que estaba oyéndola y había notado el desconcierto, le dijo: –Durón, ¿en qué consiste que siendo tú eclesiástico, salen mejor ejecutadas las composiciones que escribes para el teatro, que no las que haces para la iglesia? –Señor, contestó Durón, en que en el teatro lleva el compás el diablo, y en la iglesia lo llevo yo. Contestación que hizo reír a todos los circunstantes, y celebrada muy a menudo por el soberano».
Ajenos a la polémica que sobre los datos históricos y la autoría de las obras enzarza a los eruditos musicales que se dedican a investigarlos sólo nos resta desear, como meros diletantes y aficionados, que el público descubra la singularidad de una música muy poco representada, disfrute mucho del espectáculo y encuentre méritos bastantes para el ansiado divertimento.