De niña, la verdad es que no me gustaba la leche a pesar de los intentos de mi madre que me ponía azúcar y chocolate. Todavía sigue sin gustarme demasiado. Hoy en día trabajo como responsable de la campaña anti-nuclear en Greenpeace y he viajado a un pueblecito remoto de Ucrania. Nuestro objetivo era analizar la contaminación de la leche en esta zona. Estábamos a cuatro horas de Chernóbil.
Sabíamos que estuvo contaminada, pues esto fue documentado poco después del accidente de Chernóbil. A una no le gusta analizar la leche que produce la gente para subsistir y tener que decirles que están envenenándose a si mismos y a sus hijos. La acumulación de radiación durante años en su cuerpo es la razón por la que muchos niños tienen dolores de cabeza inusuales, sufren pérdidas de conocimiento o padecen defectos de nacimiento. ¿Cómo puedes contárselo a esta gente cuyo sustento está en juego? Sólo tardamos un día en encontrar muestras de leche con un nivel de radiación entre 5 y 16 veces más alto que el límite máximo para niños permitido en Ucrania. Y 30 veces más alto que los niveles que medimos en Kiev, donde las mercancías se vigilan de cerca y se analizan regularmente. Me pregunto si las madres de allí también insisten a sus hijos para que se beban la leche por las mañanas.
Cuando se les pregunta, te dicen que conocen los problemas de contaminación en su comida. Algunos recuerdan el accidente de Chernóbil, y el miedo en aquel tiempo a que pudieran morir todos en el plazo de un año. No murieron al año, pero las consecuencias del accidente de Chernóbil continuaron y han aprendido a vivir con ello como parte de sus vidas. En el hospital infantil local nos dijeron que las cosas están empeorando. Cada año hay más y más niños con problemas; de tipo óseo, anemia, etc.
Pude hablar con un residente local que me preguntó por nuestros hallazgos. Las mujeres hacían cola en el lugar dónde habíamos instalado nuestro laboratorio portátil para medir la radiactividad de la leche. Traían su comida para analizarla y nos preguntaban por el resultado de los análisis. Expliqué a una de las mujeres cuál era la situación y cómo era necesario que estas comunidades fuesen ayudadas, pues Chernóbil no es sólo la zona de exclusión, hay una área mucho más amplia afectada por el accidente. Ella ser rio de mi ignorancia: «no importamos a nadie», me dijo. No pude responderla que sí que importaban a alguien.
Una mujer nos paró delante del hospital con un niño pequeño de cuatro años. Ella lloraba y nos preguntó si éramos médicos, si podíamos ayudarla. Su pequeño, Iván, se desmayaba muy a menudo. Nadie la había explicado qué le pasaba. Iván nos miraba con su enorme abrigo, con toda la cara tapada por el frío salvo sus ojos. Se mostraba algo tímido y no quería hablarnos. No pude ayudar a Iván, no podré ayudar a ninguno de ellos. Me sentí impotente. Fuimos a encontrar la leche contaminada y la encontramos. Sólo nos llevó un día encontrar la contaminación. Es conocido entre los responsables de las administraciones de Ucrania y por las instituciones internacionales que esas áreas están aún muy contaminadas pero prefieren ignorarlo y no hacer nada.
El próximo mes será el 25 aniversario del accidente nuclear de Chernóbil. Todavía hay científicos y políticos que dicen que las consecuencias no son tan malas, y que ya casi ha pasado. Incluso se habla de abrir algunas de las áreas anteriormente excluidas a la agricultura para simbolizar que todo ha terminado y que podemos olvidarnos de ello. Quieren levantar la restricción a la agricultura y a la ganadería para pastos. ¿Quién se va a beber la leche de esas vacas? ¿Qué madre pedirá a sus hijos que se terminen la leche? La misma gente que tú y yo nunca veremos en televisión. Sus historias nunca serán contadas. El gobierno está trabajando en una nueva ley para eliminar su estatus de «inválidos por Chernóbil», para que ya no obtengan la poca ayuda financiera que ahora reciben. Parece como si por haber sobrevivido 25 años a Chernóbil, esto ya fuera suficientemente bueno para ellos.
No nos podemos olvidar de Chernóbil, lo que ha causado y lo que causará a muchas generaciones aún por venir. El accidente de Chernóbil significa lo que cada central nuclear en el mundo es capaz de hacer. Cuando Chernóbil fue construida se pensaba que era la mejor, la que nunca tendría problemas. Ya conoces el resto de la historia.
Aslihan Tumer es responsable de la campaña anti-nuclear de Greenpeace Internacional
Fotos de Marta San Román, prensa de Greenpeace