El maestro conduce a la OSPA y «EntreQuatre» para alumbrar el «Segundo concierto para cuatro guitarras y orquesta» del cubano Flores Chaviano en Gijón y en Oviedo
FERMÍN DE PAS.- El asturiano Óliver Díaz retorna a la ciudad que le negó el pan y la sal. Conviene recordar precisamente hoy que este director, tan sobresaliente y tan nuestro, tuvo que emigrar a Madrid después de que un nefasto concejal gijonés -a quien por piedad evitamos nombrar aquí por ser ya putrefacto papel de hemeroteca- enterrase viva y coleando a la orquesta fundada por el maestro en 2002.
El tiempo suele poner a cada cual en su lugar y por eso, esta tarde, Díaz volverá a situarse frente al atril del teatro Jovellanos. Tras conquistar los grandes podios madrileños -en febrero debutará en el Real para seguir agigantando la estela de sus triunfos-, viene sin el menor ánimo de revancha ni el más mínimo atisbo de polémica porque, además de ser un tipo ancho en cordialidad y largo en buenos modales, el cariño que profesa a su terruño le sale tan del alma como su devoción por la música. El hijo forzado a transitar por la «calzada» del exilio (tan distinta de esa barriada de la población vecina donde creció musicalmente) y de quien vaticinamos que a la vuelta de la esquina será el hijo predilecto de toda la región, regresa con la sencillez sostenida de los hombres llamados a ser uno entre los demás, con el entusiasmo de los discípulos laboriosos que aspiran a sentar cátedra, con la desenvoltura que anticipa el virtuosismo, y con la paradoja -inevitable porque la damos ya por cierta- de verse atrapado en la contradicción de tener que abrir la puerta grande del mismo coliseo que se la cerró de un caprichoso y despótico portazo.
Al fín, a este carbayón de cuna y «playo» de adopción, tampoco pudieron desterrarlo del todo. Con tanto talento como ingenio halló en su valiente lucha, enarbolando la batuta con la misma nobleza que el espadachín de raza blande la tizona, la digna manera de mantenerse fiel a sus raíces y respirar cada mañana la brisa fresca de Gijón, mientras ensambla meticulosamente las cuadernas de las partituras a las quillas de las obras más insignes del repertorio lírico español en su nuevo astillero artístico. ¿Que cómo? Por si no lo sabían, el madrileño Teatro Lírico Nacional La Zarzuela, del que por méritos propios es el radiante titular musical desde el pasado mes de noviembre, tiene su domicilio en la calle Jovellanos, número 4, de la capital de España.
UN ESTRENO ABSOLUTO
Óliver Díaz, dispuesto siempre a encarar con éxito todos los retos melódicos que merecen ser enaltecidos, llega para dirigir la primera singladura del «Segundo concierto para cuatro guitarras y orquesta» de Flores Chaviano.
El compositor y guitarrista cubano es una de las principales figuras contemporáneas, tanto en su vertiente creadora como en su faceta de intérprete. Reconocido internacionalmente por el público y la crítica, Chaviano despliega en paralelo una rica carrera en el terreno pedagógico. Ha sido profesor en conservatorios y universidades de América, Europa y Asia, continentes junto con África en donde han aplaudido los frutos de su producción con indudable entrega o ha brillado como singular concertista. En la actualidad imparte clases en el Conservatorio Profesional «Federico Moreno Torroba» de Madrid, ciudad en la que reside desde hace varias décadas. Entre sus creaciones, casi un centenar, encontramos composiciones para música sinfónica, de cámara, para instrumentos solistas -especialmente para guitarra-, coral, electroacústica y otras combinaciones de muy diversos formatos.
En 1995, período especialmente dramático para la minería asturiana que se saldó con 33 víctimas mortales, compuso «NiFe», un emotivo réquiem con estimables pretensiones de homenaje a todos los mineros fallecidos en el tajo a lo largo de la historia. Vio la luz en Langreo el 20 de diciembre del mismo año y gozó de tan extraordinaria acogida en todo el mundo –de Nueva York a Brasil, del Reino Unido a Austria– que en 2006 se reestrenó en Madrid, tras incorporar al original una versión para coro, entonces bajo el título de «NiFe II».
Con anterioridad, el músico caribeño ya había realizado una versión sinfónica de esta conmovedora pieza por encargo de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, que en compañía del veterano cuarteto astur «EntreQuatre», oficiará la botadura del «Segundo concierto para cuatro guitarras y orquesta», hoy en Gijón y mañana en el auditorio de Oviedo, con el maestro asturiano en el puente de mando.
Todo un acontecimiento, sin duda, que compartirá honores primero con «Jack in the box», del francés Erik Satie aunque acabara siendo orquestada por su compatriota Darius Milhaud, y después con la «Sinfonía Nº2 en re mayor, op. 43», de Jean Sibelius, como colofón de un programa titulado «25+30» para recordar los cumpleaños que celebran en 2016 la orquesta y el cuarteto de guitarras, respectivamente.
Y OTRO ANIVERSARIO
Ya en febrero, Díaz repetirá podio en la capital ovetense y otra vez al timón de la OSPA, a la que ha dirigido en varias ocasiones y con la que el grado de compenetración crece exponencialmente temporada tras temporada. Lo hará para acompañar al grupo de rock y folk «Celtas Cortos», que ha querido celebrar su 30 aniversario codo a codo con la formación asturiana.
El concierto propone un recorrido sinfónico por los temas más representativos del grupo vallisoletano, que arroja un dividendo de dos millones de discos vendidos y dos mil actuaciones en directo y que, según sus componentes, han «alegrado la vida a un montón de generaciones».
La cita es el día 12 de febrero, a las ocho de la tarde, en el Auditorio Príncipe Felipe de la capital asturiana.