Un año mas nuestro pabellón en Fitur, alcanza un gran éxito de asistencia; nuestra naturaleza y nuestra climatología, hace de la tierra asturiana el verdadero Paraiso, pero habrá que estar vigilantes y evitar, en todo lo posible, su deterioro, no vaya a ser que en nuestra desmesurada vanidad de creernos el ombligo del mundo, caigamos, en la tentación de comer la manzana del árbol prohibido, y, una vez mas, se nos vaya nuestro paraíso al carajo, como se fue el de Adan y Eva.
Las tierras húmedas y verdes son ideales para ofrecerlas en estos momentos de aumento de las temperaturas con el cambio climático, sobre todo para el turismo nacional que huye de los cuarenta grados y se refugia en el frescor de nuestros bosques o playas, pero no debemos de olvidarnos que en todo el norte de Europa hacen unas espléndidas ofertas, entre bosques y fiordos y con unas costas complementarias a las nuestras de fantásticos acantilados; tampoco es manco nuestro vecino Portugal, por el cuidado de sus pueblos, por la calidad de sus comidas, por la amabilidad de sus pacíficos ciudadanos y por sus atractivas “Pousadas”.
Una cosa es ofrecer y otra muy distinta, atender; todo está muy bien para la foto pero la realidad es que cuando nos llegan los visitantes tenemos que tener la casa preparada para recibirlos y de nada nos valen los miles de museos repartidos por todos los pueblos si su contenido, en la mayoría de los casos, es mediocre y mal atendido; de nada nos sirve el hablar de nuestros bosques, si cuando la gente se acerca a ellos se los encuentran cerrados de matorral o... quemados. Necesitamos vender nuestra maravillosa naturaleza en condiciones de atención mejorables.
Nada hay mas atractivo para los visitantes curiosos u ociosos que una buena oferta de naturaleza, acompañada de patrimonio, pero de poco sirve vender imágenes, si cuando llega el viajero se encuentra con unos accesos abandonados o mal cuidados, al igual que nuestros monasterios, ermitas o iglesias; tenemos que tomar conciencia de nuestro patrimonio, pero a la vez pensar que los mejores museos son nuestros pueblos, esos son unos museos abiertos y habitables llenos de signos peculiares, huellas de aquellos antepasados, artesanos de gran ingenio que nos dejaron batanes, molinos, horreos, paneras y un sin fin de construcciones originarias de los poblados celtas, incluidos estos mismos, pero que se encuentran en lamentable estado de abandono, como pueden ser cortines o xoxas, al igual que los mazos o caleiros de origen romanos.
Es lamentable el ver como como se ha construido, especulativamente, destrozando casas de características peculiares, con sus sillares labrados, sus fornos, sus galerías y sus antojanas, pero lo que es para llorar es que algo, tan singular como son las construcciones de horreos y paneras, cuya sola imagen, nos representa,como asturianos, mas que cualquier otro signo y no solamente no los valoramos, sino que en muchos casos se dejan caer, a propósito, para construir habitáculos anodinos, con el único fin de especular, ofreciendo tremendas imágenes de abandono y desidia.
Somos una región privilegiada en ofertas turísticas, desde los bosques, los valles, la montaña o el mar, con unos ríos envidiables, lagos y arroyos, abundante flora y variada fauna, pero abandonada en sus propios recursos y excesivamente subvencionada, nuestros recursos turísticos son muy importantes, pero, al igual que otros países de características parecidas necesitamos revitalizar nuestros pueblos para que el turismo rural, sea una realidad y no una fantasía, tenemos unas viejas referencias en diversas partes de Europa; las vacaciones en granjas, estas fueron las precursoras, pero con vida propia y el turismo llegaba para complementar. Recuperemos nuestro patrimonio y tendremos una sólida economía para el desarrollo del turismo, de lo contrario, perderemos unas oportunidades de oro.