Si analizamos lo ocurrido durante el pasado año 2015 en los mercados financieros, coincidiremos en que hubo dos etapas muy diferenciadas.
- La etapa transcurrida durante la primera mitad del 2015 en la que tuvimos diferentes eventos, tales como el inicio del QE (Quantitative Easing) en Europa, las elecciones en Grecia y la posible salida de Grecia de la Zona Euro. Durante esta fase, la mayoría de índices europeos se anotaban subidas por encima del 15%.
- Otra es la comprendida en la segunda mitad del año, con importantes acontecimientos como la fuerte caída de los mercados financieros chinos el 24 de agosto, la ampliación del programa de compra de activos financieros por parte del BCE o el fin de la política acomodaticia en EEUU. Incluso, más recientemente, las últimas Elecciones en España. Al contrario que la primera fase, en esta segunda muchos de los índices europeos se anotaron caídas.
Durante estas dos fases se produjeron una serie de catalizadores que actuaron de forma positiva, pero también negativa en el comportamiento de los índices. Dicho esto, me gustaría introducir la definición de los Ciclos de Realimentación.
Este concepto se vincula con el de la Autodirección: Todo sistema autodirigido necesita recibir información del mundo exterior, información sobre los resultados de sus acciones anteriores a fin de agregarla a la ya disponible y corregir el nuevo ciclo de actuación. Esa secuencia donde la actuación-retorno se vincula con información-actuación corregida se denomina Ciclo de Realimentación, fundamental en todo proceso dirigido a la búsqueda de metas.
- En la primera fase, la mayoría de índices subían con fuerza auspiciados por las buenas expectativas macro, el inicio de una Política Monetaria Expansiva en Europa y la continuación por parte del Banco de Japón de su política laxa. Toda esta amalgama de noticias positivas propició que nos adentráramos en un ciclo de realimentación positiva que derivó a que muchos índices (la mayoría europeos) rompieran máximos históricos. A este tono alcista se le sumaron diversos catalizadores como la caída de los precios de la energía, una mejora en los gastos financieros para las empresas e incluso la depreciación de la moneda para los europeos.
- El segundo semestre del año fue el polo opuesto. El inicio comenzó en China con la caída de sus índices el lunes 24 de agosto, contagiando al resto de mercados internacionales. Las causas son diversas, pero el detonante principal fue la no inclusión del yuan en la cesta de divisas mundiales que elabora el FMI. Este hecho provocó una avalancha de ventas en los índices de clase A de la bolsa China. Muchos inversores chinos confiaban en la entrada del yuan en el circuito mundial de divisas como primer paso a la entrada de sus índices en los mercados financieros internacionales. Las autoridades chinas, preocupadas por el rally bajista y la imagen exterior, introdujeron una serie de medidas para minimizar estas caídas. Visto el resultado, podríamos afirmar que se equivocan al intentar controlar sus mercados financieros. Podrán controlar la política o las instituciones pero no la psicología de los inversores. Esta situación fue el germen para que muchos inversores vieran en esta caída el inicio de una ralentización económica, no solo en China sino en todo el mundo. A esto se le sumó la caída de las materias primas y del precio del petróleo, con la afectación que tiene en muchos países emergentes (básicamente, Latinoamérica). El Ciclo de Realimentación negativo estaba en marcha, y las dudas y la incertidumbre se apoderaban de los mercados. Situación que continuamos arrastrando.
En estos momentos nos encontramos en que la negatividad supera a la positividad, provocando una cascada de incertidumbre, miedo (animal spirits), derivando en que muchos de los índices estén rompiendo importantes soportes.
Esta diferenciación de fases se puede apreciar claramente en el índice Global Risk Appetite. Índice que realiza Credit Suisse:
Este índice muestra los momentos en el que los inversores sufren episodios de euforia o de pánico. Obviamente, los episodios de euforia van relacionados con subidas en bolsa y un apetito voraz por el riesgo, mientras que en los momentos de pánico ocurre todo lo contrario.
Los extremos de euforia y pánico van asociados con burbujas o con recesiones bursátiles.
De este índice podemos extraer mucha información: En los niveles altos de pánico, aun sin ser extremos, se aprecian señales históricas de compra tal y como está ocurriendo en estos momentos.
Actualmente, el ciclo de realimentación negativo es superior al positivo provocando las caídas bursátiles, situándonos en niveles próximos a pánico. Para revertir esta situación son necesarios catalizadores psicológicos positivos que hagan cambiar el sentimiento del inversor hacia un terreno más optimista.
Para finalizar, me gustaría concluir con la frase: “Sé temeroso cuando los demás sean avariciosos y sé avaricioso cuando los demás sean temerosos”.