Desde hace ya, veinte años, Navelgas viene celebrando la recreación de la noche de los tiempos, una noche mágica entre tradiciones del maíz y las castañas, dos frutos que, junto a las patatas evitaron muchas hambrunas a estos pueblos. El maiz llegó a Tapia, primer lugar de Europa en conocer esta gramínea, procedente de América, en donde era alimento básico de los pueblos mayas y aztecas; las castañas nos las aportaron los romanos quienes, se dice, alimentaban a los esclavos de los pueblos sometidos, principalmente a base de este fruto del castaño, que además, con su madera nos permitió construir desde máquinas a viviendas, pasando por los horreos y las paneras, auténticas despensas, que posiblemente procedan de los barracones en los campamentos de las legiones romanas existentes por todo el territorio para vigilar a los mineros de las explotaciones auríferas.
Tras los romanos los pueblos astures siguieron utilizando las castañas en guisos y en harinas pero fue el maíz el que realmente permitió el inicio de un desarrollo que ha durado hasta nuestros días, curiosamente, no solamente para la alimentación de los humanos, también para los animales y principalmente para las razas porcinas, de hecho gran parte de la fama de los jamones curados en el occidente, les viene de la alimentación de las castañas que los cerdos comían, junto a las bellotas en el monte y el maíz que se les aportaba como complemento.
Hoy los pueblos se quedan desérticos y los campos abandonados, mantenemos una gran tradición de productos cárnicos y muchos de ellos “procesados”, de esos que ahora la Organización Mundial de la Salud califica de cancerígenos, pero con frecuencia las canales utilizadas se traen de otras regiones u otros países, pero gracias a estos alimentos básicos, tan comunes, sobre todo en el occidente asturianos, las gentes, en su mayoría han llegado a ser longevos.
Hace veinte años en Navelgas, en su parte vieja, en medio e un incomparable marco de paneras y casonas con corredores, venimos celebrando “ La Noche Mágica “, una noche para soñar las vivencias del pasado con la luna llena de los recuerdos, de aquel pasado de tradiciones y autosuficiencias en donde, durante el otoño y el invierno, mientras la tierra descansa y la savia de los árboles reposa, las gentes de las aldeas se dedicaban a esfoyar las panoyas para luego trenzarlas con las “velas” realizadas con pajas de trigo, guardadas tras la mayada, para estas labores; una vez trenzadas se subían a los corredores de las casonas o de las paneras para su secado, paralelo a estos trabajos, realizados durante la noche,a ser posible con luna llena, en las paneras o en las salas de las casas, se magostaban castañas que se comían acompañadas de mosto de sidra recién mallada en el duerno para luego prensar la “magalla” y obtener el delicado y aromático caldo que con el tiempo se convierte en la sidra para goce de los dioses de los “lares”.
Otras labores de las noches de otoño e invierno, realizadas en torno a las “thariegas”, en donde en el pote colgado de la gamallera cuece el potaje de berzas o el de castañas, y en la base, entre el “borrallo” se calienta el café de calceta; hablando de calceta, esta es una de las labores que hacen las mujeres tejiendo la lana, previamente “filada” con el huso y la rueca, de aquí salen desde calcetines a escarpines para su utilización en las madreñas que también se hacen en las casas, durante estas noches, así también, se “fieren” las manteicas en la “feidora” o en el “fuethe”, tras recoger, durante unos días la nata que se va haciendo en la leche.
Previo al “ Esfollón y al Amagosto ”, está la recolección de las nueces y las avellanas; la elaboración de mermeladas de calabaza, manzana o membrillos, entre otras, y el corte de los panales obtenidos en los “truebanos” o colmenas modernas.
La mayoría de estas practicas, que en su día proporcionaban a las familias un medio de subsistencia y autoabastecimiento, ahora se mantiene como un bello sueño a la luz de la luna, de esa luna que inspiró, junto al fuego de la “tsariega” poemas de amor o leyendas de lobos y aparecidos, junto a otros oficios como el del carpintero y el ebanista, el zapatero o el talabartero y el ferreiro, considerados como los industriales del pasado en las aldeas.
Esta “Noche Mágica” nos permite revivir un pasado, muy familiar y nada lejano, pero que hoy ya se va extinguiendo, paralelamente a la extinción de nuestros, antepasados. Así es la vida y ahora nos queda el festival que se celebra en la noche del sábado día siete, entre los misterios de unas paneras llenas de recuerdos y cicatrices causadas por la vida.