Casa destruida en la wilaya de Dajla tras las inundaciones.
Advertimos de un inminente aumento de las enfermedades respiratorias, diarreas y malnutrición infantil
Madrid.- Esta semana más de 5.000 familias saharauis, refugiadas en el desierto, han perdido sus casas. Cuando aún se está evaluando el alcance de los daños, la realidad es que la lluvia no ha sido excesivamente torrencial. Las casas se han caído porque son de barro y chapa, construidas sobre arena. No se trata de un desastre natural. Se trata de la consecuencia esperable de una negligencia de la comunidad internacional.
La causa profunda de los efectos de estas lluvias es que, desde hace 40 años -cuando fueron injustamente expulsados de su país- más de 100.000 personas habitan un desierto inhabitable, en casas de ladrillos de barro, bebiendo el agua que se les distribuye con camiones cisterna y comiendo las cada vez más escasas raciones de alimentos que reciben de la cooperación internacional.
Ahora la prioridad inicial es garantizar alojamiento, agua potable y comida a las 25.000 personas afectadas. La segunda prioridad es la atención sanitaria. Los hospitales, inundados, y muchos con espacios derrumbados o inoperativos, no tienen electricidad. Cientos de familias se han desplazado buscando lugares más seguros donde instalarse en jaimas (tiendas de campaña tradicionales), con lo que ahora su acceso a los dispensarios existentes va a ser más difícil.
Garantizar servicios asistenciales y preventivos básicos es todo un desafío cuando a la precariedad habitual en los recursos se le suma el hecho de que las y los profesionales sanitarios, personas voluntarias todas, son al mismo tiempo damnificadas. En esta situación, es previsible que en las próximas semanas se detecte un aumento de los casos de enfermedades diarreicas, enfermedades respiratorias y malnutrición en menores de cinco años, y las circunstancias actuales dificultarán sin duda el seguimiento de las mujeres embarazadas y pacientes crónicos.
Las organizaciones presentes en los campamentos saharauis haremos lo posible por apoyar a la población ante el reto de la reconstrucción. Pero los donantes y la comunidad internacional tienen una responsabilidad enorme en la respuesta humanitaria y en dar una solución de vida definitiva para todas estas familias. Lo devastador es el olvido, no las lluvias.
Nuestra posición ante el conflicto saharaui
Las personas refugiadas que viven los campamentos sobreviven en unas condiciones sanitarias inadecuadas, sin abastecimiento regular de agua potable, sin la canasta básica de alimentos garantizada, sin la posibilidad de viajar, sin país y sin nacionalidad. Todo ello vulnera gravemente sus derechos humanos.
Apoyamos la legalidad internacional y las diferentes resoluciones de Naciones Unidas y el Tribunal de La Haya y abogamos por que el pueblo saharaui tenga la posibilidad de decidir libremente su futuro a través de la celebración de un referéndum de autodeterminación para el Sáhara Occidental, por lo que pide a los actores de la comunidad internacional que faciliten la celebración de dicho referéndum.
Acompañamos desde hace más de 20 años a la población saharaui en situación de exilio forzado, ejecutando un convenio de cooperación al desarrollo de larga duración. Las dos décadas de vida en el desierto y la consiguiente dependencia de la ayuda externa generan graves problemas de salud a este colectivo, desde patologías oftalmológicas provocadas por el clima extremo hasta malnutrición, pasando por altas tasas de mortalidad materno-infantil.
Imagen de las consecuencias de las inundaciones de hace unos días en la wilaya de Auserd.
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