Joaquín Sabina llena el Palacio de Gijón con sus 500 noches

Joaquín Sabina llena el Palacio de Gijón con sus 500 noches

 

Por Guillermo García / Gijón AM. Pasadas las diez de la noche, Joaquín Sabina salía al escenario ataviado con su ya legendario bombín y un llamativo traje verde oliva, dando comienzo el concierto, que definiría como serio y profesional. Y es que Joaquín, pasada ya su juventud, en sus palabras "que me ha durado hasta los cincuenta", ha encontrado con los años la pausa que necesitaba, después de los excesos de la juventud.

 

Acompaño el público, incondicional y de todas las edades, que lleno las seis mil localidades del Palacio de Deportes de Gijón. No falta decir que no era el mejor lugar, ni por acústica, ni por organización. Aunque es difícil contentar a todos, y más en un concierto con intercambio entre los ritmos que el cuerpo pide bailar y corear, como en "Barbie Superstar"; y los momentos íntimos, como en "Dónde habita el Olvido" y "Contigo".

 

Y es que Joaquín tiene tirón en esta ciudad, lo sabe y lo explota. Fueron continuos sus guiños a la ciudad, al Sporting, recuerdos de épocas pasadas… no en vano, el estreno del disco "19 días y 500 noches" fue en Gijón, allá por 1999. Desde entonces han pasado quince años, renovado el disco que dio lugar a esta gira "500 noches para una crisis".

 

El de Úbeda estuvo bien arropado por su banda. Al ya legendario "Panchito" Varona a la guitarra y al piano Antonio García de Diego, dos incondicionales de Sabina desde hace años; hay que sumar el acompañamiento a las voces de Mara Ramos, que estuvo espectacular como solista en "La canción de las Noches Pérdidas"; además de Pedro Barceló a la batería, Josemi Sagaste en saxo y teclados; y Jaime Asúa a la guitarra. 

 

Venía avisando de que se andaba cuidando, pero que terminaba los conciertos con poca gasolina. En Gijón dio igual, tras dos amenazas con irse, volvió en cada ocasión; reservando lo mejor para el final. Una grandísima "Y sin Embargo" y una versión muy cañera de "Princesa" contentaron al público, para terminar con todo el pabellón en pie en "Pastillas para no Soñar" y "La canción de los borrachos".

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