'Cinco magníficas' pelotaris cambiaron la historia del deporte femenino

Cinco magníficas pelotaris cambiaron la historia del deporte femenino

Madrid (CSD).-

Josefina González, conocida como Bene II, figura entre las primeras mujeres que hicieron de la práctica deportiva una fuente de ingresos. Era pelotari. Igual que Mercedes González, Juana Resino, María Elena Hernández e Isabel Rodríguez, la Chiquita de Ledesma.

"Mi primer sueldo fue de cien pesetas", rememoró en declaraciones a EFE Mercedes González. "Aunque pasé a ganar unas seis mil pesetas al mes cuando me asenté entre las tres o cuatro mejores", explicó una de las primeras deportistas españolas con reconocimiento monetario y laboral.

Tras una incansable lucha en defensa de su condición de raquetista, 'Merche' logró en la década de los setenta, después de un largo proceso judicial, el reconocimiento de sus derechos laborales y sociales por los veinte años de dedicación a la disciplina, además de la consiguiente prestación por jubilación.

Pionera en el deporte profesional, una de 'las cinco magníficas' debió vencer, primero, la desaprobación social en la primera mitad del siglo XX y, después, reivindicar su condición de raquetista dado que el público, mayoritariamente masculino, las consideraba "poco menos que unas prostitutas", según reveló la historiadora Elena Caballero.

"Aquella era una sociedad que tenía a la mujer denostada", advirtió la responsable de la gestión cultural de la exposición que complementa las jornadas sobre 'Habilidades emprendedoras de las pelotaris', que hasta este sábado se celebran en la sede del Consejo Superior de Deportes (CSD) en Madrid. "No facilitaban el acceso de la mujer a ninguna profesión y mucho menos al deporte", denunció.

Obviando los abucheos, insultos y vejaciones y siguiendo los pasos de su tía Bene, Josefina González tomó una pelota y se citó también delante de un frontón. "No era fácil", recordó a sus 87 años. "Fea era lo más bonito que nos gritaban pero lo volvería a hacer porque era lo que me gustaba", dijo Josefina a EFE.

Arropadas por la figura de Ildefonso Anabitarte, desaparecido en la Guerra Civil, desde 1917 se reunieron en el madrileño frontón Cedaceros las primeras deportistas con contrato profesional mientras el juego evidenciaba una progresiva adaptación a sus condiciones, con materiales más ligeros y canchas de menor dimensión.

"Él fue el que inventó el juego de pelota de mujeres porque hasta ese momento no había habido más que hombres", apuntó Olga de Urrutia, nuera de Ildefonso Anabitarte, "pero después de la Guerra Civil, el general Moscardó decidió que esta no era una cosa bonita de mujeres y que había que suprimirlo".

Por ser una fuente económica para muchas familias, la prohibición se limitó a la concesión de nuevas licencias. Esto se tradujo en una involución de la disciplina. "Muchas pelotaris se fueron a México porque ganaban más dinero y las que se quedaron aquí empezaron a ser un poco talluditas. Esto era un problema", analizó.

Tras la Guerra Civil, el marido de De Urrutia tomó el relevo de su padre al frente del frontón y lideró la revocación de la ley en el año 1960, lo que hizo rebrotar al juego femenino.

Con un espectáculo a medio camino entre la varieté, el erotismo y el riesgo de apostar dinero, las fichas laborales de las pelotaris les reconocieron un contrato de artista.

"Sin olvidar que muchas de ellas lo pasaron mal, eso les servía de complemento para la manutención de la familia. Otras pudieron incluso vivir de ello", comentó Caballero.

Fue el caso de María Antonia Uzcundu (1927-2008), la Chiquita de Anoeta, quien poco después de su debut, con 14 años y seis meses, se erigió en una estrella del frontón a nivel internacional.

La Delegación Nacional de Educación Física y Deportes le concedió en 1965 la medalla de bronce al Mérito Deportivo, el primer reconocimiento oficial que recibió la raqueta como práctica deportiva.

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