El libro de ruta del día para los rojiblancos marcaba el inicio de jornada a las 9.30 horas para comenzar a entrenar una hora después. De por medio, pesaje, vendajes... Lo habitual de cualquier día. Pero hoy el desayuno tuvo el sabor especial de la despedida de Jorge.
El central rescindió ayer su contrato como rojiblanco dos décadas largas desde que llegó al Sporting, con un intermedio de campeón de España cadete y un inolvidable ascenso a Primera. La taquilla del número 4 quedó vacía.

Jorge acudió a despedirse de sus compañeros durante el desayuno justo antes de iniciar su viaje. Primero, los técnicos y auxiliares, y luego, uno a uno, quienes compartieron sangre (que la hubo: Castalia está en el recuerdo de todos), sudor (el de cada día de trabajo en el que nunca escatimó esfuerzo alguno) y lágrimas (las últimas, las de su sentida despedida todavía ayer en la sala de prensa, aunque hubo alguna más). Pero hubo también alegrías, como la del ascenso a Primera, del que formó parte con letras de oro.

Ese día le tocó pasar control antidopaje. En el cuerpo apenas le quedaba nada hidratado tras el esfuerzo, lo que retrasó la salida del autocar de celebración hacia el Ayuntamiento. Anécdotas, mil recuerdos y un millón de sensaciones que irán pasando por su cabeza mientras cruza España desde el Cantábrico hasta la vega del Segura camino de su desembocadura en el Mediterráneo.
Son años que han dado para mucho y se reflejó en el abrazo de despedida que fue dado a todos y cada uno de sus compañeros.
Suerte, Jorge. El Murcia disfrutará ahora de un gran deportista y una magnífica persona.