No pudo concluír la etapa. Lo intuía pero no quiso quedarse con las ganas. Tyler Farrar fue el último corredor en llegar a la línea de salida de Talavera de la Reina. Pocos metros más allá se había marcado la piel horas antes, con la impactante caída que sufrió en pleno sprint. Escupía sangre el norteamericano por todas las partes de su cuerpo, hasta por la boca.
Nada más concluir la etapa que se llevó Marcel Kitel, Farrar se marchó al hospital de Talavera de la Reina. Los rayos X le confirmaron que nada tenía roto. Todo en su sitio. Pero escupía sangre. Entre sábanas se metió, veloz Farrar como cuando se lanza en las llegadas masivas. A recuperar. Pero tuvo claro una cosa antes de abandonar el mundo de los mortales y encomendarse a Morfeo. Iba a tomar la salida al día siguiente.
Dicho y hecho. Farrar volvió a pasar por el hospital pero avisó a sus directores, “después de esto me lleváis al control de firmas”. Quería seguir adelante para continuar con su preparación para el Mundial. No le ha dado tiempo a ponerse el dorsal a la espalda y mucho menos a firmar como corredor que oficialmente toma la salida en toda carrera. Casi iba ajustándose las zapatillas y colocándose el casco a la par de encaminarse, montado de nuevo sobre su bicicleta al lugar de la salida.
No ha pasado del kilómetro 36. Seguía escupiendo un poco de sangre, “tampoco mucho, como cuando tienes gripe y la flema te sale verde, pues a él le salía ligeramente roja”, explicaba su director Bingen Fernández. “Por eso ha preferido bajarse. No era por molestias, no le dolía nada, pero por precaución ha decidido hacerlo”, continuaba el técnico vasco del Garmin.
Al concluir la octava etapa, los directores del equipo se lo han llevado a Talavera de la Reina para volver a pasar por los chequeos médicos. “Hemos preferido llevarle allí y no ha Madrid porque nos han atendido fenomenal. Se han portado muy bien con nosotros, igual que Mikel y Jose, los médicos de la Vuelta”, concluye Bingen Fernández.