La historia de Sarut: el portero que pasó a jugar de delantero

La historia de Sarut: el portero que pasó a jugar de delantero
A falta aún de una confirmación, lo rumores apuntan a que Abdel-Basit Sarut, que a su salida de Homs prometía volver de la mano de Daesh a recuperarla, pero que fue un icono revolucionario hasta prácticamente entonces, cantando en las manifestaciones, resistiendo en Baba Amro y gritando contra Asad junto a la actriz Fadua Suleimán, se habría unido a Daesh. En cualquier caso, el texto reproducido a continuación es, sin duda, uno de los más sencillos para comprender su transformación.

 
La historia de Sarut es la historia de la revolución siria en sí misma. Sarut se mantuvo en el pacifismo mientras la revolución fue pacífica, tomó las armas cuando la revolución lo hizo, y se sintió abandonado cuando la revolución tuvo ese mismo sentimiento. Sarut no está libre de crítica, pero a fin de cuentas se trata de un joven normal y corriente, de origen beduino, que no había leído suficientes libros para entender la crítica de quienes le daban lecciones desde el confort de sus sofás, ataviados con sus pijamas.
La historia de Sarut es la historia de esta revolución, carente de intelectuales en un país descrito como el país de los intelectuales. Sarut fue vapuleado cuando se vio obligado a salir de Homs, y también cuando quiso volver (por la única puerta que aún veía posible franquear).
No justifico que Sarut se haya unido a Daesh, ni lo defiendo, sino que defiendo esta revolución apuñalada por el costado, el pecho y la garganta. Las lágrimas en los ojos de Sarut le impidieron ver más allá, y por eso buscó su camino dejándose llevar por las emociones. Sarut sintió frío, ese frío que las estufas de diesel no pueden sacar del alma: el frío de la esperanza. Sarut no encontró otro regazo más acogedor que el de la humillación helada que llamamos regazo de la patria. Lo rechazó y escogió un “nuestro regazo” mucho más gélido, cuya forma es el extremismo, pero cuyo contenido es la falta de horizontes.
Frente a la crueldad de este mundo, ¿qué iba a hacer el portero, viendo cómo los balones inundaban su portería? ¿Qué iba a hacer cuando la mayoría de sus compañeros habían sido asesinados? Dejó la portería para jugar de delantero. Puede parecer algo demente para quien no ha jugado nunca como portero, y un suicidio para quien no haya entendido que perder supone la derrota final. El público en las gradas hervía, pero la historia nunca se ha escrito en las gradas, sino en el centro del campo.
Hace tiempo que gritamos lo siguiente: ¡No dejéis que los sirios abran su horizonte cerrado por medio de una operación suicida! Nadie nos hizo caso, y he aquí a los sirios portando cinturones explosivos para abrir el horizonte cerrado por la fuerza.

 

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