El artista, crítico, tipógrafo y profesor de arte urbano, Javier Abarca, y el especialista sueco en grafiti Tobias Barenthin, han señalado hoy en Santander que el arte y el vandalismo “no son mutuamente excluyentes” y que entre ambos conceptos no existe un límite definido.
Así se expresaron durante una rueda de prensa con motivo de su participación en el Seminario ‘El grafiti como mapa psicogeográfico: la nueva intervención urbana europea’, organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), que reúne a diferentes artistas cuyas obras se sitúan a medio camino entre el grafiti y el arte contemporáneo.
Barenthin explicó que existe un punto de vista jurídico que es “muy claro” y un punto de vista estético que es “muy subjetivo” por lo que a veces se producen “colisiones” entre ambas respuestas. No obstante, aseguró que el “debate” se produce en torno a la cuestión estética.
Abarca, por su parte, insistió en la subjetividad del arte y afirmó que la discusión acerca de dónde empieza es “o bien inútil o bien infinita”. Asimismo, abogó por abrir espacios de discusión en los que se hable del grafiti como “cultura”, desde un punto de vista “distinto del legal”.
El especialista español recalcó que el grafiti es “una forma de cultura” que no parte de la “tradición artística occidental que se enseña en las academias” y añadió que “el gran fallo” de los estudios acerca de esta disciplina radica en que aquellos que lo han abordado “no conocen el fenómeno desde dentro”.
“Desde fuera da la sensación de que se puede entender fácilmente, pero no es así”, añadió. En este sentido, explicó que para comprender el grafiti es necesario valorar “la acción” y la manera en que el autor “vive y siente la ciudad” dejando de lado los resultados pictóricos que son, a su juicio, “poco más que un residuo”.
La otra ciudad
Ambos expertos coincidieron en destacar la importancia del paisaje urbano y los espacios en que se desarrollan las acciones artísticas. Por ello, desde el Seminario se han realizado visitas guiadas por la ciudad para conocer los “espacios muertos” de la urbe, allí donde, según Abarca, “el escritor de grafiti vive y tiene su lugar de movimiento”.
El profesor de arte urbano aclaró que en estos espacios, que definió como “la otra ciudad”, puede suceder “cualquier cosa”, ya que son “ignorados” por la “máquina capitalista” y se mantienen fuera de las regulaciones impuestas por “las estructuras arquitectónicas y sociales”.
Barenthin, por su parte, criticó el proceso de homogeneización que sufren los ambientes urbanos europeos y defendió que “el alma de la ciudad se encuentra en las calles de trastienda” que pueden contemplarse con una “mirada de niño” para descubrir “cosas nuevas