El director Óliver Díaz recoge el testigo de Frühbeck de Burgos

El director Óliver Díaz recoge el testigo de Frühbeck de Burgos

El maestro asturiano conduce en Madrid «Los diamantes de la corona», la obra que no pudo dirigir el genio burgalés fallecido el pasado mes de junio

 

Redacción.- Cuando Frühbeck de Burgos, tras el concierto que rubricó con enorme éxito en septiembre de 2013 en el Teatro de La Zarzuela, le confesó a Paolo Pinamonti que nunca había dirigido una zarzuela en dicho teatro, el director del coliseo madrileño se mostró inmediatamente dispuesto a modificar la programación de la temporada 2014-2015 para que «el gran Rafael»  pudiese hacer, por fin, su debut a los 81 años de edad.

Con el propósito de saldar tan onerosa deuda, se planificó la reposición de «Los diamantes de la corona», pero la muerte de quien fue, probablemente, el mejor director español de nuestro tiempo, con más de 5.000 conciertos en todo el mundo y 300 grabaciones discográficas que deja en heredad, frustró la ansiada presencia de Frühbeck de Burgos para dirigir este título en el templo madrileño del teatro lírico español.

 

EL REPARTO

 

Las 15 representaciones que se harán de la obra, para cuya lectura musical entra al relevo Óliver Díaz, estarán dedicadas a la memoria del ilustre músico burgalés, y podrán disfrutarse desde hoy, 23 de noviembre hasta el día 14 de diciembre.

Con la Orquesta de la Comunidad de Madrid en el foso y el Coro del Teatro de La Zarzuela sobre las tablas, conforman el elenco voces de garantizada solvencia: las sopranos María José Moreno y Sonia de Munck (Catalina), las «mezzos» Cristina Faus y Marina Pardo (Diana), los tenores Darío Schmunck y Carlos Cosías (Marqués de Sandoval), además de Ricardo Muñiz (Conde de Campomayor), Fernando Latorre (Rebolledo) y Gerardo Bullón (Don Sebastián).

La dirección escénica, con mucho juego teatral y muy jugosa vistosidad gracias al vestuario de Pedro Moreno, lleva la firma siempre brillante de José Carlos Plaza, mientras que de la escenografía y la iluminación responde el acostumbrado buen oficio de  Francisco Leal.

 

EL ARGUMENTO

 

Con música de Francisco Asenjo Barbieri y libro de Francisco Campodrón, «Los diamantes de la corona» se estrenó con gran acogida el 15 de septiembre de 1854 en el Teatro Circo de Madrid y narra las intrigas palaciegas en tiempos de José I de Portugal, lugar donde se sitúa la acción en 1777.

La reina María de Portugal (Catalina) está a punto de cumplir la mayoría de edad. Hasta que llega ese momento, se ocupa de la regencia el conde de Campomayor. La reina conoce las penurias de su pueblo mientras en el tesoro real hay abundantes joyas, por lo que decide convertirlas en dinero, sustituyendo para ello las auténticas por otras falsas sin que nadie lo sepa.

 

LA MÚSICA

 

Para Óliver Díaz, quien se muestra encantado de asumir la responsabilidad que supone ponerse al frente de una zarzuela que iba a dirigir «uno de los más grandes directores de todos los tiempos»,  se trata de «una obra magnífica» y destaca «la cantidad de influencias estilísticas que Barbieri es capaz de mostrar en esta partitura, inspirada en la opereta francesa del compositor Daniel Francoise Esprit Auber» Nos encontramos –añade- «con muchos números muy españolizantes, como el famosísimo bolero, y otros importados de Italia, Austria o Checoslovaquia, como el vals de genuino sabor vienés del primer acto o la polka del segundo acto, que convierten la obra en una auténtica joya» y -remarca- «que los concertantes son absolutamente geniales».

 

LOS PASAJES

 

De «La Zarzuela», editada por Salvat en 1989, extraemos: «Los compases iniciales están formados por unos acordes lúgubres que sugieren el ambiente misterioso de una cueva de bandidos. La primera intervención solista es la del Marqués de Sandoval, «Que estalle el rayo, que brame el trueno», que finaliza en forma de vals. Le sigue el número de Catalina, «Ven noche callada», en que destacan unos detalles a cargo del oboe, la flauta y el coro. Encontramos a continuación un trío entre Sandoval, Rebolledo y Catalina que posee un cierto registro italianizante. El acto primero termina con una intervención de Rebolledo, asistido por el coro.

El acto segundo se abre con una airosa introducción orquestal, seguida de una intervención del Marqués de Campomayor y un coro que afirma que en este país «todo va mal». Con la llegada de Catalina se inicia un concertante a cargo de los seis protagonistas y el coro, que posee claras influencias donizettianas. Este fragmento va enmarcado con unos compases de aire folclórico que requieren la presencia de unas castañuelas, detalle que confiere a esta página sabor español.

 

El último acto tiene tan sólo tres números musicales. El primero es un concertante entre Diana, Rebolledo, Sebastián, Sandoval, Campomayor y el coro, que termina a ritmo de vals; el segundo es un aria para Catalina; y el tercero, a cargo de la orquesta y el coro, es una marcha con la que se pone fin al entramado musical de la obra».

 

 

 

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