Gijón/Xixón.-El presidente del Principado entregó este viernes en el Club de Regatas de Gijón el premio Álvarez Margaride, que otorga anualmente el loby asturiano de los APQ y que en esta edición honró la trayectoria personal y empresarial de Francisco Rodríguez, presidente de Ilas-Reny Picot.
En su intervención, relacionada con Asturias y el momento econconómico asturiano, español y en la Europa Comunitaria, el presidente concluyó afirmando que "sobre la capacidad empresarial del presidente de Industrias Lácteas Asturianas (Ilas) poco puedo añadir. Tampoco tendría sentido que me extendiese sobre sus conocimientos acerca de la Unión Europea y, en concreto, de la Política Agraria Común, asunto que le ha ocupado mucha atención."
"Prefiero llamar la atención sobre su curiosidad intelectual. Las reflexiones de Francisco Rodríguez son propias de quien ha leído mucho, pero también de quien ha vivido. Ese diálogo entre formación y experiencia vital –si es que ambos elementos pueden situarse en categorías distintas - ha fructificado en una comprensión muy por encima de lo normal: la que le permite entender tanto lo que sucede en Trascastro, en el occidente asturiano, como los avatares de la construcción europea. Hoy aquí premiáis su trayectoria empresarial. Yo quiero que también reconozcamos su afán intelectual."
foto portada: foto 1 (de izqda. a dcha.): El presidente del Principado, Javier Fernández; el presidente del Banco Sabadell-Herrero, Josep Oliu; el presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, Matías Rodríguez Inciarte y el galardonado, el empresario Francisco Rodríguez.
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL PRINCIPADO
Hoy, de nuevo, cumplo con el guión para regresar a la caída de una tarde de junio, y ya van tres, al salón de este Real Club de Regatas de Gijón. De modo que aquí me tienen, dándoles de nuevo las gracias por la invitación y reiterando la enhorabuena al Banco Sabadell Herrero y a la asociación Asturias Patria Querida por su iniciativa. Por descontado, quien se merece una felicitación particular es el galardonado, don Francisco Rodríguez. Gracias a todos ustedes.
Procuro aprovechar esta oportunidad para subrayar la importancia de la actividad empresarial y animarles a ejercerla. En mi primera intervención, en 2012, apelé a sus expectativas de negocio para estimularles a buscar su propio beneficio con el propósito de catalizar la economía. Hace un año, me empeñé en desmentir la existencia de un obstáculo diferencial que obstaculice la iniciativa privada en Asturias. Advertía, en especial, contra la resignación narcótica, ese derrotismo complaciente tan extendido en nuestra tierra con el que algunos justifican males propios y ajenos sin mover una mano para solucionarlos. En ambos discursos introduje consideraciones sobre la crisis y la construcción europea.
Intentaré mantener la línea argumental. Para ello les propongo algunas reflexiones sobre acontecimientos sucedidos desde la última cena (dicho lo de la última cena sin connotaciones). Al primero lo denominaré el efecto mariposa de las elecciones europeas. El segundo tendrá que ver con la recuperación económica. El tercero, con los peligros de la deflación. La música de fondo seguirá siendo la misma: las condiciones para la actividad empresarial.
a) Empiezo ya con las elecciones al Parlamento Europeo. Los comicios se celebraron hace menos de un mes. Todos conocíamos su relevancia. Me refiero tanto a la importancia de la eurocámara como a las repercusiones de orden interno que acarrearía el escrutinio. Había al menos tres valoraciones que se solaparían: el desgaste del Gobierno de España, la situación del primer partido de la oposición y el respaldo al independentismo catalán.
Reitero: todos sabíamos el valor del naipe.
Sin embargo, volvió a darse por bueno el cliché de que las elecciones europeas no interesan a nadie, que es una convocatoria de segunda o tercera fila. Y, de hecho, así se votó, con una abstención muy elevada (45,8% de participación en España; 43,2 en Asturias).
Pues fíjense en lo ocurrido desde que se hizo público el recuento:
- El Gobierno ve asomar las orejas al peligro, entra en efervescencia y apresura la reforma tributaria.
- En el principal partido de la oposición, el mío, la retirada de su líder, que arrastra otras dimisiones, desata un proceso cuyo desenlace será crucial para España.
- Aunque los independentistas catalanes no han visto consolidadas en la medida que pensaban sus posiciones, se ha abierto una fisura en el nacionalismo más dialogante.
- Excluyo de esta enumeración la abdicación del rey porque, aunque moleste a los guionistas de tramas ocultas, estaba calculada de antemano. No obstante, es innegable que la sincronía refuerza la importancia de los demás sucesos. Estamos ante un período de cambios incomparable en muchos años.
Juzguen ahora si ha sido o no relevante el 25 de mayo, si sus efectos han sido de tercera o de primera. Si se detienen un minuto en los medios de información comprobarán una paradoja: dedican más atención a las consecuencias del resultado que la que concedieron previamente a las elecciones.
No he citado, y lo he hecho a propósito, la irrupción de otra geografía en el mapa político. Una candidatura nueva con un programa cosido con lemas simples y en buena medida irrealizables, cargada a conciencia –y con consciencia- de populismo, que ha sido capaz de recoger el voto del malestar en toda España (de media sumó el 7,97% de los sufragios; en Asturias el 13,63).
Calculen cuál puede ser el impacto de su entrada en las instituciones. Por eso hablé del efecto mariposa. Ya saben esa frase famosa de la teoría del caos según la cual el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede provocar un tornado en Estados Unidos. Bien, pues digamos que la vibración de una coleta está causando tormentas políticas en toda España.
Y se preguntarán si esto tiene poco o nada que ver con la economía y con la construcción europea. Pues sí, indudablemente. El caldo nutriente de esta situación es una olla podrida condimentada con años de crisis, desempleo, precariedad, austeridad a machamartillo, deterioro de los servicios públicos y descrédito de las instituciones.
Éste no es un problema exclusivo de España. Si repasan los resultados del 25 de mayo en otros países, verán que el proyecto de la Europa unitaria se ha agrietado, y esas fisuras están hoy ocupadas por el nacionalismo antieuropeo y los populistas.
La conclusión, a mi juicio, es evidente. Nunca dejemos de recordar que la economía es una ciencia social, con todas sus implicaciones. Las decisiones de política económica repercuten sobre los ciudadanos, y la situación de los ciudadanos repercute sobre las instituciones y sobre las condiciones económicas. Por eso mismo pienso que si no hay una rectificación rápida y notoria de la política económica impuesta por el liderazgo alemán no sólo seguirá medrando el populismo, sino que pondremos en riesgo la construcción europea, ya malherida. Resulta imprescindible virar el rumbo.
b) La segunda reflexión que comparto con ustedes se refiere a la recuperación económica. Ciertamente, pese al rataplán cansino del autobombo, hay indicadores positivos. Crece el Producto Interior Bruto, aumentan los afiliados a la Seguridad Social, disminuyen los expedientes de regulación, mengua ligeramente el paro. Hasta ha vuelto a recuperarse la tasa de divorcios, barómetro nada desdeñable. En nuestra región hemos bajado del listón de los 100.000 parados, las exportaciones mantienen una buena evolución y es probable que acabemos el año con crecimiento del Producto Interior Bruto. Asturias está en muy buenas condiciones para engancharse a la recuperación nacional. Si las cosas no se tuercen, el Principado mejorará sus principales indicadores a lo largo del segundo semestre. Por pudor, por sentido de la vergüenza y de la responsabilidad, me niego a hablar de fin de la crisis. Prefiero reconocer un punto razonable de esperanza. Hace muy pocos años pensábamos que cien mil parados sería una catástrofe: pues hemos caído a ese abismo y ahora aún estamos al borde. Seamos conscientes.
El hecho de que la Administración del Principado haya sido capaz de preservar la calidad de los servicios públicos y, aún así, esté en una buena situación financiera; que hayamos sido capaces de cumplir unos objetivos de déficit más exigentes que los del conjunto del pelotón autonómico y que mantengamos unos niveles de deuda inferiores a la mayoría de las comunidades autónomas son también elementos favorables. No deja de ser sorprendente que a veces se nos haya reprochado una excesiva diligencia en el cumplimiento de la estabilidad presupuestaria, como si eso fuese en contra de nuestros propios intereses, cuando es justo lo contrario.
Hay, reitero, indicadores positivos que mi gobierno quiere favorecer con diversas medidas. Me refiero, por ejemplo, a la estrategia industrial acordada con la Federación Asturiana de Empresarios y con los sindicatos. En ese documento se citan algunas de las prioridades en las que intentaremos empeñarnos. Entre ellas, la mejora de la formación, incluida la formación dual, y el desarrollo de las comunicaciones, con especial atención al potencial que ofrece el nuevo puerto de El Musel. La supresión de trabas administrativas para las pequeñas y medianas empresas, reclamación recurrente de las organizaciones empresariales, es otro de los compromisos asumidos en ese acuerdo.
c) La tercera y última reflexión enlaza con las anteriores. Porque no creo que podamos hablar de recuperación plena si no atajamos el riesgo de deflación, un objetivo que tiene mucho que ver con la rectificación de la política europea por la que abogué al principio.
En este salón no sólo hay personas con una altísima formación académica. El propio galardonado de este año, don Francisco Rodríguez, es un europeísta convencido. Como admirador reconocido de Ortega y Gasset, recordará una de las afirmaciones de España Invertebrada:
“La potencia verdaderamente sustantiva que impulsa y nutre el proceso es siempre un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común”.
La pregunta consecuente es sencilla: ¿la Unión Europea nos ofrece hoy un proyecto sugestivo de vida en común?
Puede que aún nos lo ofrezca a quienes crecimos pensando en Europa como un ideal, cuando queríamos formar parte de la Unión Europea (antes no se llamaba así), cuando queríamos ser europeos para ser mejores españoles: más libres, con más derechos, integrantes de una sociedad democrática y próspera. Pero para las generaciones más jóvenes la Unión Europea no es ya una ilusión, sino una realidad marcada por la imposición de medidas de ajuste y por el liderazgo de la Alemania gobernada por la canciller Ángela Merkel.
No debemos resignarnos a que la construcción de la Unión Europea dependa en exclusiva de un solo país, como no nos podemos resignar a que Alemania, y su núcleo carolingio, sea el gran motor industrial y de servicios avanzados, mientras otros países (España y, por ende, Asturias entre ellos) quedan integrados en un espacio vital destinado a ofrecer servicios precarios, tratamientos geriátricos y destinos turísticos.
A principios de este mes, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, anunció medidas excepcionales para inyectar liquidez al sistema y reactivar el crédito.
Hay quien piensa que, con esa decisión, la crisis real (no sólo la estadística) habrá sido impensada, que el crecimiento sostenido y el empleo a él vinculado se instalarán definitivamente entre nosotros.
Ojalá sea así, perro déjenme mantener alguna duda. Soy de los que piensan que el celo del BCE en mantener la inflación en cotas excesivamente bajas no ofrece demasiado espacio para el optimismo y créanme que lo atribuyo menos a los temores atávicos que aún despierta la hiperinflación de la República de Weimar, que a los intereses de quienes se han convertido en prestamistas, en acreedores de Europa. Con la previsión de inflación en la UE situada en el 0,7%, el riesgo no es de inflación precisamente, sino de que a corto plazo no conseguimos que la economía alcance la velocidad de crucero necesaria, y nos veamos inmersos en una etapa lánguida, caracterizada por el desempleo y la precariedad que, en un bucle inevitable, seguirá alimentando nacionalismos y populismos, todo ese tipo de virus que suponíamos vencidos en la segunda mitad del siglo XX.
Alguien debería alertar de que el euro, una moneda que debería haber federalizado Europa, la está renacionalizando.
Que los países de la clase baja europea no pueden aceptar permanentes humillaciones en su dignidad y recorte en su bienestar.
Que el euro no puede consolidarse definitivamente como una moneda sin Estado ni proyecto político. Porque una moneda única para 18 países con 18 deudas públicas sobre las que los mercados pueden especular y 18 sistemas fiscales y sociales en competencia ni ha funcionado ni va a funcionar
Concluyo. No puede uno abusar de esta tribuna sin citar para bien a Francisco Rodríguez. Yo ya lo hice, pero para ganar puntos volveré a hacerlo. Sobre la capacidad empresarial del presidente de Industrias Lácteas Asturianas (Ilas) poco puedo añadir. Tampoco tendría sentido que me extendiese sobre sus conocimientos acerca de la Unión Europea y, en concreto, de la Política Agraria Común, asunto que le ha ocupado mucha atención.
Prefiero llamar la atención sobre su curiosidad intelectual. Las reflexiones de Francisco Rodríguez son propias de quien ha leído mucho, pero también de quien ha vivido. Ese diálogo entre formación y experiencia vital –si es que ambos elementos pueden situarse en categorías distintas - ha fructificado en una comprensión muy por encima de lo normal: la que le permite entender tanto lo que sucede en Trascastro, en el occidente asturiano, como los avatares de la construcción europea. Hoy aquí premiáis su trayectoria empresarial. Yo quiero que también reconozcamos su afán intelectual.