Ir teniendo años es lo que hace, que amigos y personas a las que conocimos y tratamos a lo largo de la vida se están yendo. Es lo que hoy acaba de ocurrir: Falleció mi admirado y querido Teodoro López-Cuesta, rector de la Universidad de Oviedo durante nueve años y toda una institución en Asturias. Tenía 92 años y en los últimos tiempos ya no salía de casa. Yo tuve el honor de estar a sus órdenes como director de comunicación de la Universidad de Oviedo durante todo su mandato. Realmente me había fichado su antecesor José Caso pero cuando Teo fue elegido para la máxima responsabilidad de la principal institución docente de Asturias no solo me ratificó en el cargo sino que incluso me convenció para que hiciera oposiciones a funcionario obteniendo la plaza en examen público y oral en el Paraninfo ante un tribunal presidido por el entonces secretario general de la Universidad asturiana Francisco Sosa Wagner, hoy catedrático en Léon y eurodiputado por UPyD.
El profesor de Derecho, Teodoro López-Cuesta, fue sin duda uno de mis maestros a lo largo de mi dilatada vida periodística de la que este año precisamente cumplo los 50 de ejercicio. Persona de trato afable y excelente relaciones públicas en los nueve años en que formé parte de su equipo, con excelentes vice rectores y decanos, vi como Teodoro López-Cuesta relanzó la universidad de Oviedo creando el campus de El Cristo, el campus de Gijón y elevando el nivel hasta convertir nuestra universidad en una institución con 44.000 alumnos, por encima de la media nacional. Cierto que no existía la crisis actual y que la Universidad de Oviedo dependía del Ministerio de Educación y Ciencia, no de la autonomía, como pasa ahora, pero el caso es que la infatigable labor de Teo, como siempre le llamamos los amigos, hizo que fueran unos años en los que, de verdad, sentí que la Universidad era uno de los motores de la sociedad asturiana. El entonces rector se movía como pez en el agua por los despachos del ministerio y no fue leyenda urbana sino realidad comprobada por mi mismo que no había en el mismo secretaria que se resistiese a los bombones del Peñalba con los que, créanlo, su acceso a cualquier director general, subsecretario, incluso ministro, era inmediata.
Otra de sus virtudes fue la sencillez y el ovetensismo. En tiempos ya muy lejanos fue secretario del Real Oviedo y siempre me contaba que había aceptado entrar al club carbayón cuyas oficinas estaban entonces en la calle Santa Cruz porque en la secretaría tenían una máquina de escribir Underwood y la necesitaba para terminar sus tesis doctoral en Derecho. Antes de integrarse plenamente en la universidad durante unos años compartió las clases en Derecho con la dirección del Banco Ibérico, propiedad de la familia asturiana de los Fierros, en Oviedo, que estaba situado en la esquina de La Escandalera frente a la plaza del Teatro Campoamor. Fundó y mantuvo contra viento y marea la Escuela Asturiana de Estudios Hispánicos que organiza los cursos de verano en la residencia de La Granda, propiedad de Arcelor Mittal, y que dirige su íntimo amigo y colega Juan Velarde Fuertes. El bueno Teo fue una persona a quien siempre le encantó el mar, veraneando durante años en un hotelito de Luanco. Hace dos años,cuando cumplió los 90, su hijo, Teo, notario en Barcelona, le engañó llevándole sin que él se diera cuenta a comer a “EL Balneario” de Salinas donde se encontró con diez colaboradores de sus tiempos de rector entre lo que me encontraba. Además de su esposa, Luisina, de su hijo, de su nuera, también estaban sus nietas. Fue una reunión emotiva, entrañable que, por supuesto, inmortalicé fotográficamente.
No fue la última vez que le ví. La última vez fue en el Club de Tenis cuando también hace dos años se reunió el jurado que él presidía de los premios Dionisio de la Huerta y que cada año desde hace cinco organiza el empresario asturiano afincado en Cataluña Franco Rodríguez. Ya le vi delicado pero ello no impidió que observase sus certeros juicios y sentido del humor. Estás líneas son apresuradas pero llenas de cariño. No exagero si digo que Teodoro López-Cuesta, gran amante de la ópera, por cierto, tuvo siempre el reconocimiento de Oviedo. Un ovetense ilustre se nos ha ido. Hasta siempre, amigo.
2 comentarios
# Armando Responder
13/06/2014 18:59Aunque sabía que estaba muy enfermo, no dejó de sorprenderme esta nota del amigo Avila, en la que comunica el fallecimiento de Teo. Siento de veras su pérdida como amigo y como personaje histórico de Oviedo. Pido para él un descansoeterno
# XUANIN Responder
13/06/2014 20:18GRAN OBRA Y TRABAJO... Ejemplo a seguir..... Q.E.P.D