Desde la torre de refrigeración del Museo de la Siderurgia de Asturias a la Peña Villa, del Pozu San Luis al hayedo de Samuño, de los Talleres del Conde a las lagunas de La Braña´l Rio, de la ciudad a aldeas afayadizas… Así es Langreo: un concejo que atesora, en un mismo territorio, dos realidades tan contrapuestas como complementarias.
Precisamente esa dicotomía es la que caracteriza el paisaje langreano y la que se convierte en el valor que nos diferencia del resto. ¿Quién puede decir que a un paso de su ciudad encuentra un paisaje protegido, con mágicos bosques que invitan a recorrerlos? ¿Quién puede presumir de tener catedrales de la industria entre aldeas en las que el tiempo parece haberse detenido?
Recorrer Langreo, tanto su ciudad, con sus modernos equipamientos, como sus aldeas y zonas rurales, es recorrer la historia de territorio vivo, cambiante, típicamente asturiano y genuinamente industrial.
Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX, describió Langreo en su diccionario geográfico como un valle delicioso y apacible. Jovellanos, medio siglo antes, predijo el futuro de Langreo como un motor para la industrialización española, nutrida en gran parte por la riqueza que atesora nuestro subsuelo.
Doscientos años después, debemos admitir que a ninguno le faltaba razón. Langreo sigue siendo aquel lugar apacible e idílico donde los arroyos fluyen entre verdes paisajes y donde maravillosos ejemplos de arquitectura e ingeniería industrial surgen ante nosotros para no dejarnos indiferentes. Ese ese es el testigo que hemos recogido de nuestros ancestros. Esa es la herencia que queremos conservar. Es nuestra seña de identidad. Nuestro pasado, presente y futuro. Es lo que queremos. Es Langreo.
Oscar Rodríguez Cavielles
Técnico de Turismo Municipal