El Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) demuestra que el sonido de baja frecuencia, producido a gran escala por las actividades humanas en alta mar, provoca un trauma acústico que se manifiesta con lesiones severas en las estructuras auditivas de los cefalópodos. Se trata del primer estudio que analiza el impacto de los sonidos antropogénicos en estos invertebrados.
Desde hace años, el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas, de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Vilanova i la Geltrú, ha analizado cómo la contaminación acústica de los océanos provoca cambios físicos y de comportamiento en muchas especies, especialmente delfines y ballenas, que utilizan el sonido para sus actividades diarias como cazar u orientarse.
Ahora, el LAB ha demostrado que el sonido, en este caso en baja frecuencia y a gran escala, producido por las actividades en alta mar, es también el causante del daño de otras especies marinas como sepias, calamares y pulpos. En los años 2001 y 2003, aparecieron calamares gigantes en la costa de Asturias justo después de que se dispararan tiros con cañones de aire comprimido para exploraciones geofísicas desde barcos situados en alta mar. Esto sugiere que las muertes pueden haber estado relacionadas con la excesiva exposición al sonido de estos animales.
En el estudio, el equipo de investigadores del LAB, dirigido por Michel André, expuso a 87 cefalópodos, de cuatro especies diferentes (Loligo vulgaris, Sepia officinalis, Octopus vulgaris e Illex coindeti), a sonidos de baja frecuencia, de entre 50 y 400 hertz. Como se explica en el artículo publicado en Frontiers in Ecology and the Environment,revista de la Sociedad Americana de Ecología, los animales expuestos a los sonidos presentaban un trauma acústico en forma de lesiones severas en sus estructuras auditivas.
Sonidos de baja frecuencia, un peligro para los animales
Para comprobar estos efectos, después de la exposición a los sonidos, similares a los que experimentaron los calamares gigantes en Asturias, los investigadores analizaron los estatocistos de los animales. Los estatocistos son las estructuras con forma de globo que ayudan a los invertebrados a mantener el equilibrio y la posición. Estos órganos, que están llenos de líquido, son similares a los aparatos vestibulares de los mamíferos y, como se demuestra en este estudio, son importantes en la percepción de sonidos de baja frecuencia en los cefalópodos.
Inmediatamente después de la exposición a la baja frecuencia de sonido, los investigadores del LAB se encontraron con que los cefalópodos tenían dañadas las células ciliadas de los estatocistos, que son células sensoriales del sistema auditivo de estos animales. Con el tiempo, las fibras nerviosas se inflamaban y aparecían agujeros.
Estas lesiones eran más graves a medida que pasaba el tiempo desde la exposición a los sonidos. Así pues, el daño en los cefalópodos aparecía justo después de la exposición de baja intensidad a los sonidos de baja frecuencia y todos los animales expuestos a los sonidos mostraron evidencias de trauma acústico.
Tal y como explica el investigador del EPSEVG Michel André, si la corta exposición a la cual se sometieron a los animales les ha provocado un trauma acústico severo, el impacto de la contaminación acústica de alta intensidad de forma continua puede ser considerable. De esta manera, si el estatocisto es el responsable del equilibrio y la orientación espacial de los cefalópodos, el daño provocado por el sonido en este órgano probablemente afectará a sus habilidades para cazar, evadir depredadores y incluso reproducirse. En otras palabras, como afirma André, no les permitirá sobrevivir.
Los efectos de la contaminación acústica en la vida marina varían en función de la proximidad del animal a la actividad, así como de la intensidad y la frecuencia del sonido. No obstante, con el aumento de las perforaciones submarinas, el transporte de barcos de carga, las excavaciones y otras actividades a gran escala en los océanos, cada vez es más probable que estas actividades entren en contacto con las rutas migratorias y las zonas frecuentadas por los animales marinos.
Como han demostrado estudios anteriores del grupo de investigación liderado por Michel André, la contaminación acústica en los océanos provoca un impacto relevante en los delfines y las ballenas porque utilizan la información acústica para sobrevivir. Sin embargo, este estudio es el primer análisis que demuestra el impacto severo en los invertebrados y un grupo amplio de animales marinos, de los que se desconocía su dependencia de los sonidos para vivir.
El estudio plantea cuestiones como por ejemplo si la contaminación acústica está provocando estos efectos en toda la vida animal de los océanos o qué otros efectos provoca en la vida marina, además de los daños en los sistemas de recepción auditiva.