Oviedo.-El presidente del Principado presidió este viernes, junto con los secretarios generales de UGT y UGT Asturias, el acto de entrega de los Premios Primero de Mayo que concede el sindicato y cuyo máximo galardón, la insignia de Oro, ha recaído en la Sociedad Internacional de Bioética.
Javier Fernández llamó la atención sobre una coyuntura en la que "asistimos a un resurgir de identidades y nacionalismos. La involución social se acompaña, al menos en España, de la reivindicación de la nacionalidad, de la pertenencia a un territorio, como el rasgo básico que define a un individuo. Para la izquierda, el triunfo de la particularidad sobre el internacionalismo resulta aberrante. Pensemos en la juventud europea. En los miles de jóvenes que del Cantábrico al Mediterráneo, del Estrecho al Mar del Norte, a lo largo de cualquiera de las grandes ciudades fundadas a las orillas de los ríos arteriales de Europa, viven amenazados por el precariado, con sueldos bajos, sin seguridad laboral, desprovistos de derechos, preparados para emigrar. Preguntémonoslo: ¿no es ésa una identidad mucho más poderosa que su nacionalidad? O cuando los trabajadores de Tenneco, de Coca Cola, de cualquier otra empresa se enfrentan a una deslocalización, sea en Asturias, en Valencia, en cualquier región europea, ¿no les identifica mucho más su reivindicación, el problema común que sufren, la pancarta conjunta que sostienen, que el hecho de hablar catalán, castellano o alemán? No se deben hacer trampas en el solitario. Ese medievalismo que algunos enarbolan, como una suerte de vuelta a los reinos, condados y ducados que bien pudieron ser y no fueron, o bien fueron y ya no son, es incompatible con las construcción europea".
"Ese proceso necesita avanzar, superar el estadio actual de unión monetaria y corregir su déficit democrático. No lo afirmo sólo por mantener un ideal, una hermosa bandera, sino porque es ahí donde se puede articular la respuesta conjunta y sólida para combatir esta crisis y prevenir otras recesiones. Hemos de recuperar con fuerza la apuesta por la construcción europea, con los mismos anhelos de calidad democrática, garantías sociales y desarrollo económico que compartíamos hace décadas.
Pero es imposible compaginar ese proceso, que requiere cesiones de soberanía, con el resurgimiento de identidades nacionales y el gobierno de los Estados-nación. No podremos hablar de avances en la integración si las decisiones más importantes continúan correspondiendo a los Estados nación y, de forma singular, al Estado más poderoso; y, en particular, al gobierno de la canciller Ángela Merkel. Tenemos que seguir esforzándonos en la construcción europea con sus rasgos básicos, incluida su dimensión social, y pensar que este proceso no concluirá hasta que podamos hablar de la Europa de los ciudadanos."