Por Ignacio Sánchez-Vicente.-Hay muchas clasificaciones posibles para los humanos en virtud de sus preferencias gastronómicas, es decir, del disfrute de los alimentos, no de su consumo que es asunto más prosáico y relacionado con la necesidad de nutrise, que no de regodearse. Y una de ellas, siempre lo pensé, es la de quienes gustan y disfrutan del exquisito aceite de oliva y de los que no. A mí, un buen jugo de oliva me parece más bien asunto de comer que de aliñar. Y, en ese sentido, siempre ando buscando aceites lo más parecidos posible a esos de intenso verde y firme consistencia, en los que se intuye la nata de la primera exprimidura y los aromas herbáceos y 'aceitunos' están teñidos de un ligero picante; aceites 'masticables' que mis queridos amigos de Andalucía o Extremadura me traen o me envían de cuando en vez.En el mercado, la verdad, no abundan; al menos no como a mi me gustan, con todas sus calidades y cualidades en su punto óptimo e, incluso, algo exacerbadas.
Hace unos días tuve la ocasión de probar una edición limitada, HG Reserva, de Hacienda Guzmán. Un aceite que cumple generosamente lo que se anuncia: una cuidadosa selección manual de las aceitunas y una ligera 'prensada' en verde el mismo día en que se hizo la recogida. Olivas de la variedad Manzanilla que da un zumo de color verde intenso de sabor afrutado, denso, matérico, con sus toques amargos y picantes.Unos rabanitos con sal de apioy sus trazas de este aceite como aperitivo, una crema templada de garbanzo con toques de pepino y cebollín y láminas de lomo de bacalao fresco con crema de tomate y tomillo regadas con el aceite compusieron el menú de acogida al aceite, que respondió como un campeón ganándose un lugar de privilegio en la despensa de este que les narra.
Del HG Reserva se han sacado al mercado sólo 10.000 botellas. dado que el precio es accesible, 19 €, recomiendo a quienes compartan mi pasión por los aceites de primor se hagan con alguna de ellas.
HACIENDA GUZMÁN
Es la historia viva del aceite de oliva virgen extra en Andalucía. En el siglo XVI inició su actividad productora con tres molinos de viga, siendo la hacienda más grande e importante de España. Fue propiedad de Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón, quien comenzó a enviar aceite de oliva a las colonias españolas en el Nuevo Mundo. Entre otras singularidades cuenta con uno de los pocos museos vivos de olivos del mundo con más de 150 variedades de aceitunas y con un molino de viga del siglo XVII, una pieza única en España.