Faltan unos minutos para las siete de la tarde y un amigo me llama para darme una triste noticia. Acaba de fallecer mi colega Faustino F. Alvarez, vecino además a no muchos metros de mi casa y que venía luchando contra la enfermedad en los dos últimos años con entereza hasta el punto que en ningún momento arrojó la toalla pese a saber que lo suyo no tenía cura.
Cuando sucede acontecimientos como éste es cuanto te das cuenta de que la vida pasa en un pis pas y que al final de la andadura no hay otro remedio que reencontrarnos con nosotros mismos. Digo esto porque no hace muchos días que Faustino F. Alvarez, nacido en Mieres, acababa de cumplir los 64 años y aunque le saco otros cuatro habíamos comenzado juntos, aunque en periódicos distintos, en la década de los 60. Como tantos jóvenes en aquella época iba para cura -llegó a estudiar en el Seminario- pero la literatura y su aguda percepción de la sociedad le llevó enseguida al periodismo. Su casa fue La Nueva España mientras la mía era Región y luego La Voz de Asturias. Con el paso de los años Faustino F. Alvarez me sustituyó, precisamente en septiembre de 1989, en la dirección de La Voz de Asturias cuando esta era propiedad del grupo Zeta. Ambos lamentamos posteriormente el cierre del veterano rotativo que llegó a vivir más de 80 años pero que la mala práxis de sus propietarios -Amado de Lema, Antonio Asensio, Jaume Roures…- la llevó al cierre.
Con Fausto, como le llamábamos en confianza, coincidí en la época gloriosa de Asturias Semanal, revista progresista y combativa con el régimen de Franco que había fundado y dirigido Graciano García, uno de los mentores de Faustino F. Alvarez, y en la que mi admirado colega publicó excelentes reportajes. Si hay una característica de Fausto que debo resaltar era su amplia cultura y su magnífica pluma, que siempre admiré y envidié, y que junto con la de otro colega también desaparecido, José Antonio Cepeda, fueron en mi opinión las mejores, de mayor calidad, del periodismo asturiano contemporáneo. Tuvo siempre Asturias, su tierra, como bandera, y fue látigo impenitente con políticos, personajes y personajillos que la quisieron hacer daño. No hace muchas fecha aún, en el hotel Principado, se presentó su última publicación, un libro que recogía crónicas de los 80 de un viaje realizado por el suroccidente asturiano en compañía de su gran amigo el pintor Manolo Linares. Allí estuvimos a modo de homenaje el todo Asturias por encima de ideologías, cargos o vanidades. Lamentablemente él ya no pudo estar presente pero en su nombre leyó unas sentidas cuartillas Carlos Rodríguez.
Sus últimas colaboraciones periodísticas, hasta hace unos meses, fueron en el diario El Comercio y también mantuvo hasta el final su comentario en la red regional de emisoras de Onda Cero. En la última etapa ya no podía ni leer el artículo por teléfono así que lo enviaba para que lo leyese un locutor. Amigo de grandes figuras del periodismo nacional como Ansón, José Oneto, Cándido, etc. siempre pensé que el Oviedín del alma le frenó irse a trabajar en Madrid en donde, estoy seguro, hubiera llegado a lo más alto, pero llevaba Asturias en la sangre y alejarse de la tertulia de La Paloma era superior a él. La última vez que nos vimos físicamente fue en un entierro, el de otro colega, José Luis Alvarez, en la iglesia de San Isidoro y como siempre ocurría quedamos para tomar unos vinos y cortar unos cuantos trajes. No hubo ocasión.
Faustino F. Alvarez ha muerto pero su recuerdo, sus escritos, continuarán vivos en nuestra sociedad. El periodismo está hoy de luto.