Por Mariam Abd Allah (nombre ficticio de una periodista que vive en Siria)/Damasco.-Nawal (35 años) dirigía una guardería en Dariya en los suburbios de Damasco antes de que los bombardeos la destruyeran y la cosecha de toda una vida quedara reducida a escombros. Nawal vivió el asedio durante el cual sufrió el hambre, la enfermedad, el terror y el dolor, hasta que pudo salir con otros hacia un lugar más seguro en un barrio de la periferia de Damasco. En este jardín en el que vivía, Nawal se reunió con un ingente número de niños que habían padecido el mismo terror, miedo y enfermedades psicológicas que sus hijos. Tal situación la impulsó a retomar su trabajo, levantando una nueva guardería. Ahora se afana en convencer a las madres de que envíen a sus hijos.
“Reuní a niños que no superaban los seis años de edad, apunté sus nombres, edades, estado de salud y situación psicológica y social. Gracias a mi experiencia con los niños, decidí que por difíciles que fueran las circunstancias económicas, haría algo maravilloso de la nada”.
No hay estadísticas precisas sobre el número de mujeres que han engrosado el ámbito laboral, porque la mayoría de actividades que realizan lo están registradas en la seguridad social y son parte de la economía sumergida. Por ello, se pueden ver sometidas a la explotación, pero está clarísimo que se ha producido una entrada de la mujer en el ámbito laboral y que su papel en el cuidado de su familia en condiciones de guerra ha quedado bien patente.
Nawal comenzó a llevar a cabo su proyecto, pintando de colores una de las habitaciones con ayuda de los niños, con pintura plástica y tizas, y con las hojas caídas en el suelo, crearon formas de colores. Por fin, reunió a los niños y comenzó a trabajar en esta escuela con su marido, en la cual reciben a niños a cambio de un pago simbólico de 130 libras sirias –un dólar- por semana, para no ser del todo gratuita. Ello comporta una dimensión psicológica: “El hecho de contribuir les empuja a seguir viniendo”. De esta manera, esta mujer ha devuelto la alegría a los corazones de esos niños que los combates habían dejado exhaustos. Juega con ellos y les enseña junto con algunas universitarias que huyeron también de sus casas para crear la escuela de la alegría y la esperanza en un día más bello. Así, la cruel guerra fue el factor que impulsó a estas mujeres a trabajar de nuevo, a aplastar a la muerte y a buscar una vida mejor.
Galia (50 años) tiene también una historia que contar sobre cómo se adaptó a la guerra dirigiendo un taller de contratación de servicios de limpieza. Galia no desesperó cuando mataron a su hijo con una bala opositora, ni cuando su casa fue bombardeada por las fuerzas del régimen. Salió a buscar trabajo para dar de comer a sus cinco hijos a los que cría sola desde la muerte de su marido hace años. Las ayudas del Estado no bastan, pues los niños están en la escuela y sacan buenas notas, y ella teme que acaben en la miseria. Empezó a recorrer escuelas y casas buscando un trabajo, y encontró que más de una escuela necesitaba a alguien que se encargara de la limpieza. Comenzó a trabajar y con la ayuda de su hija acabó orientando a otras mujeres hacia el trabajo, convirtiéndose en el punto de conexión entre ellas y los que precisan de mujeres que limpien en casa, escuelas y edificios. Por tanto, formó un pequeño taller del que salen mujeres todos los días a trabajar según las necesidades. Dirige todo por teléfono y distribuye a las mujeres por los lugares que las necesitan. Lo supervisa todo y planea minuciosamente. Así ha logrado ir recaudando algo de dinero que le ha ayudado a prepararse para que sus dos hijas vayan a la universidad. “Salgo por la mañana y vuelvo por la tarde, distribuyo a las mujeres y yo también trabajo, para reunirnos después y juntar el dinero obtenido, que repartimos entre todas”. Tengo una buena relación con mi entorno y con las mujeres que trabajan conmigo, así que respetan las horas a las que quedamos y hacemos un trabajo excelente. “No nos conformamos con un servicio normal, y no nos preocupa el tiempo”. Galia añade que quiere fundar una pequeña empresa: “Así ayudaré a mi casa y a las mujeres que, por las circunstancias actuales, trabajan en empleos domésticos. Trabajaremos para que nuestro trabajo sea legal y para que nuestros derechos no dependan de los clientes”.
La experta en estadística social sobre distintas cuestiones, Majd Khoury, dice que “la mujer de ámbito rural ha tenido que salir a trabajar debido a la lucha entre dos bandos que se libra en Siria”.
La guerra ha obligado a la mujer siria a trabajar para dar de comer a su familia. “Ahora” –comenta Galia sobre los cambios en el entorno familiar-, “la mujer es la que se encarga de proveer a la familia en los no pocos casos en que quien antes lo hacía ya no está, y da constancia de su capacidad en la dirección de varios trabajos. Ahora eleva su voz para dar su opinión en todo lo que sucede en el país, y busca un organismo al que pertenecer y gracias al cual conocer sus derechos”.
Las guerras originan una serie de cambios que llegan a todos y entre ellos, el elemento femenino. Sin olvidar los cambios negativos, Khoury pasa a comentar los positivos, pues “se basan en primera instancia en el deseo de la mujer y su capacidad de enfrentarse a la sociedad que no puede aceptar este cambio con facilidad. Pero de lo que no cabe duda es de la capacidad de la mujer de adaptarse a los cambios y ello le permite estar por encima del hombre en situación de guerra, sobre todo en lo referente a la familia”.
Publicado por Traducción por Siria