En las puertas de La Cuaresma, don Carnal danza, apasionadamente, en su desaforado carnaval; mascara en ristre quiere ocultar su rostro, sus sentimientos... y sus problemas, porque, en el teatro del mundo, somos partidarios de dar la espalda, a lo que estamos viviendo, y nos gusta disfrazar la realidad; al fin y al cabo el mundo es un gran carnaval con todas sus hipocresías y mascaradas en las que escondemos nuestras perversiones y defectos. Bufones, brujas, conjuros e invocaciones envuelven el ambiente en donde pretendemos evadirnos, con frecuencia de nuestros propios temores.
Los carnavales nos ocultan tanto los rostros y el cuerpo como el espíritu; los disfraces permiten a los tímidos o retraídos, crecerse frente aquellos por los que sienten respeto o frente aquellas por las que sienten pasión, la cuestión es salir a la danza de la imaginación y de la locura en procesiones nocturnas o aquelarres.
Cuando en la posguerra se prohibieron los carnavales, en los pueblos rurales, se continuaron manteniendo y a través de ellos se satirizaba, con delicada prudencia, los poderes del momento a la vez que se hacían, sobre todo en las brañas, alusiones a los aquelarres y a las danzas de ritos en torno al macho cabrío como símbolo del poder maligno, eran muy populares los disfraces de “guirrios” y antruejos además de gitanos y gitanas, los primeros se utilizaban para pedir aguinaldo en las noches, con escobas de siniestas, candiles y chuecas. Estas costumbres son comunes entre el occidente de Asturias, Galicia, León y Zamora, llegando al norte de Portugal.
Este año los carnavales vienen con las ansias de ver una nueva luz, a falta de brotes verdes; empezamos con el pote de “antroxo”, con el botietso y la caramietsa, para llenar bien la panza antes de la sobria cuaresma con ayunos y abstinencias; esa que antaño uno podía superar pagando una “bula”y... “ bula burlando”, ahora se pasa olímpicamente, lo único que se pretende es “despendolarse” al amparo de la máscara; sin lugar a duda estas son las fiestas mas paganas enfrentadas a las tradiciones de la religiosas. Pobres de aquellos que no podían pagar la bula, por lo que tenían prohibido comer carne, bajo la amenaza de pecar; al igual que hacen los musulmanes. En la posguerra, muchas gentes no podían pagar la bula, pero tampoco podían pecar porque no llegaban a la carne... y aún menos al pescado, con una berza y una patata iban tirando.
En estos momentos ha desaparecido el” martes de carnaval”, ahora el carnaval se extiende, al menos por un mes porque sirve, además de disfrazar a nuestra sociedad y a sus problemas, disfraza la situación de nuestra economía en la hostelería y en el comercio; no en vano hemos construido una sociedad de servicios.
Siempre ha sido así. Larra, en su“ Pobrecito Hablador”, periódico satírico de 1833, y a través del “bachiller” relataba sobre los carnavales de la época: “...Al llegar aquí estábamos ya en el baile de máscaras; sentí un golpe ligero en mis mejillas.¡Asmoneo! Grité. Profunda oscuridad; silencio de nuevo en torno mío, (… ) llena aun mi fantasía de mi nocturno viaje, abro los ojos, y todos los trages apiñados, todos los países me rodean en breve espacio: un chino, un marinero, un abate,un indio, un ruso,un griego, un romano, un escoces::: ¡ Cielos ! ¿ que es esto ? ¿ Ha sonado ya la trompeta final ? ¿ Se han congregado ya los hombres de todas épocas y de todas las zonas de la tierra a la voz del Omnipotente en el valle de Josafat ?...Poco a poco vuelvo en mi, y asustando a un turco y a una monja entre quienes estoy, esclamo con toda la filosofía de un hombre que no ha cenado, e imitando las espresiones de Amoneo, que aun suenan en mis oidos: “ El mundo todo es Máscaras: todo el año es Carnaval. “