La cantaora Carmen Linares ha recibido hoy en Santander el IV Premio La Barraca a las Artes Escénicas que otorga la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), a quien ha agradecido que fuera “la primera Universidad en España que dio cabida al flamenco” cuando, recordó, “aún no estaba reconocido”.
Así lo señaló Carmen Pacheco Rodríguez, más conocida como Carmen Linares, en el acto de entrega de este galardón, en el que estuvo acompañada por el flamencólogo y poeta Félix Grande; el rector de la UIMP, Salvador Ordóñez, y la secretaria general de la institución académica, Myriam de la Concepción González.
Linares confesó que para ella es “un privilegio” volver a Santander, una ciudad en la que “siempre ha encontrado una magnífica respuesta del público”. “En cualquier parte del mundo donde haya sensibilidad y corazón hay aplausos y sentimiento”, agregó la cantaora, quien reconoció que a pesar de haber dado toda su vida al flamenco, no se arrepiente porque ha recibido “mucho a cambio”.
“La finalidad de un artista es hacer sentir a los demás”, afirmó la artista, quien improvisó una tonada titulada ‘Con tu voz’ en homenaje al poeta Juan Ramón Jiménez, que está incluida en su disco ‘Raíces y alas’. Tras la entrega del premio, sus compañeros, el cantaor Premio Nacional del Cante de Córdoba Antonio Mejías, y el guitarrista Francisco Pinto, sorprendieron a Linares cantando por alegrías.
El encargado de glosar la laudatio fue el flamencólogo Félix Grande, quien destacó la “magia” de la cantaora “de voz rota y doliente”. Para el poeta, el “honor” que otorga la UIMP a Carmen Linares y, por extensión, “a uno de los lenguajes artísticos más internacionales del mundo”, sirve de “pomada” orientada hacia “el escozor de aquella vieja llaga” que los flamencos sufrieron durante muchos años y que aún a día de hoy permanece en “su herencia más fastuosa, su memoria”.
“Esa llaga remota y testaruda, tan vieja como el flamenco mismo, lleva un nombre siniestro que es el desprecio”, sentenció el poeta, quien explicó que durante todo el tercio del siglo XIX y hasta las dos primeras décadas del siglo XX, el flamenco vivió una etapa que los historiadores han denominado “la etapa antiflamenca”.
Grande confesó sentirse “dichoso” porque aquel “abominable” medio siglo se quedó habitar en las “muy sonrojadas mejillas del pasado”. Prueba de esa “metamorfosis” que se ha producido es, a su juicio, que una de las universidades “más prestigiosas” como es la UIMP haya abierto al cante “la puerta de su reputación y de su amor”.
Finalmente, reconoció que le hace “feliz” que sea Carmen Linares quien hoy camine “por la alfombra de magnanimidad”, pues en su opinión es la cantaora “más enciclopédica” que ha surgido en la historia del flamenco y una “cantaora general” que a lo largo de su trayectoria “no ha podido ni querido limitarse” a dominar todas las estructuras musicales flamencas