En el Día Internacional del Síndrome de Asperger, uno de los Trastornos del Espectro Autista (TEA), el experto Ricardo Canal Bedia explica el estado de la investigación en torno a los trastornos del espectro autista
José Pichel Andrés/DICYT Hoy, 18 de febrero, se celebra el Día Internacional del Síndrome de Asperger con el objetivo de llamar la atención sobre una patología que se enmarca dentro de los Trastornos del Espectro Autista (TAE). Ricardo Canal Bedia, investigador del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la Universidad de Salamanca, es experto en autismo y ha dedicado muchos años a investigar este problema, principalmente, para poder ofrecer diagnósticos más tempranos que contribuyan a conseguir terapias más eficaces.
Las principales diferencias entre el Síndrome de Asperger y otros tipos de autismo son “que los pacientes de Asperger no presentan alteraciones clínicas significativas del lenguaje y que su inteligencia es normal”, comenta Ricardo Canal en declaraciones a DiCYT. Por el contrario, sus intereses y comportamientos son indistinguibles de otras formas de autismo, por eso la tendencia actual es considerar que esta patología es simplemente una forma de autismo.
El síndrome de Asperger ha sido históricamente poco reconocido. Identificado en los años 40, quedó olvidado hasta los 80, cuando se establecieron las características que lo definen. Recientemente, la American Psychological Association (APA, siglas en inglés de la Asociación Americana de Psiquiatría) ha establecido un nuevo sistema de clasificación, que estará disponible en castellano a partir del próximo mes de mayo, en el que se engloban todos los tipos de autismo en una sola categoría: los Trastornos del Espectro Autista (TEA).
Los expertos no creen que esta falta de especificidad redunde en una peor atención a los pacientes, puesto que en realidad “todos los tratamientos tienen que ser personalizados, ningun paciente que sufre un trastorno relacionado con el autismo es igual a otro”.
El diagnóstico del síndrome de Asperger está basado en el comportamiento, no hay pruebas médicas, analíticas ni moleculares que lo puedan detectar. Sin embargo, “los sistemas de diagnóstico son cada vez mejores y alcanzan un 80% de fiabilidad”, indica el experto. En niños mayores de ocho años, resulta mucho más sencillo de diagnosticar, pero el reto de los especialistas es detectarlo lo antes posible. El sistema nervioso central no termina de desarrollarse hasta la vida adulta, pero a más temprana edad conserva una mayor capacidad de aprendizaje, de manera que las intervenciones son más eficaces cuanto más joven es el paciente.
Debilidad de las conexiones del cerebro
De hecho, una de las explicaciones de estos trastornos está en “la debilidad de las conexiones del cerebro”, lo que se conoce como “hipoconectividad” entre zonas distantes del cerebro. Esto explica que los pacientes sean capaces de centrar su atención en aspectos concretos pero no en aspectos generales y que, por lo tanto, sean incapaces de comprender las intenciones de otras personas.
Según los expertos, la causa de estos problemas estaría serían ciertas alteraciones genéticas provocadas por la influencia del entorno en etapas muy tempranas del desarrollo del sistema nervioso, en el feto, una influencia en el sentido biológico, químico o físico.
Los tratamientos varían mucho en función del sujeto y sobre todo de su edad. En el colegio, resulta esencial que el niño tenga apoyos específicos para desarrollar actividades, entender correctamente lo que se le explica o relacionarse con los demás. “Necesitan estrategias personalizadas para poder comprender un texto o hacer un resumen, la clave está en dedicarle tiempo y en el seguimiento individual”, asegura Ricardo Canal. De hecho, los afectados por este tipo de trastornos tienden a centrarse en campos muy concretos del saber que no le suponen un esfuerzo y hay que conseguir que hagan un esfuerzo por abordar otros que les resultan más difíciles de entender. Sólo se prescriben tratamientos farmacológicos como complemento o en situaciones puntuales.
Enorme producción científica
Con este panorama, la investigación científica tiene un variadísimo campo de acción en lo referente al síndrome de Asperger y a los trastornos del espectro autista en general. De hecho, “la producción científica mundial es enorme”. Por ejemplo, en el campo de la genética supone un gran reto para los investigadores, teniendo en cuenta que está en pleno auge la epigenética, la ciencia que estudia las modificaciones que sufren los genes por factores ambientales.
Otra línea de investigación busca herramientas terapéuticas tanto psíquicas como farmacológicas. Y para que las terapias puedan ser eficaces a medio plazo, algunos estudios se centran en la detección de biomarcadores que sirvan para detectar de forma temprana la patología. Asimismo, los estudios sobre eficacia de los tratamientos se han multiplicado en los últimos años y, en una vertiente más sociosanitaria, también se analizan los recursos asistenciales que tienen que ver con la calidad de vida de los pacientes.
El equipo de investigación de Ricardo Canal lleva años intentando lograr una detección más precoz, un avance que sería fundamental para ofrecer una intervención temprana y, por lo tanto, mejores tratamientos. Tras casi una década de trabajo, próximamente presentará una nueva herramienta diagnóstica para pediatras que permitirá diagnosticar indicios de autismo en una prueba sencilla que se puede hacer en la consulta a niños de pocos meses y con apoyo informático.