En su insaciable voracidad recaudatoria, el ministro Montoro subió al tipo máximo el IVA de las pompas fúnebres. Fue la guinda que colmó el vaso.Para  cientos de miles de españoles dar sepultura a sus muertos, que ya era desorbitadamente caro, se convirtió así en un calvario inasumible, de entre 2.000 ó 3000 euros, como mínimo. El ingenio patrio, sin embargo, y que el hambre y la miseria aguzan el ingenio, pronto encontraron una vía de solución: la donación del cadáver a la ciencia, o lo que es lo mismo, a las morgues universitarias en las que el finado servirá para la formación de futuros doctores y cirujanos cuyo mejor conocimiento de la anatomía humana contrubuirá, sin duda, a salvar vidas y arreglar 'averías' en el futuro.

Las universidades españolas que venían estando ayunas de cuerpos para las prácticas anatómicas, se alegraron al principio de esta inesperada, aunque fúnebre, cornucopia corpórea, que agilizaba y facilitaba la adquisición de unos conocimientos prácticos esenciales para la buena formación de los discentes. Ocurre que, con el paso del tiempo, la abundancia de donaciones acabó con el espacio físico disponible para el depósito de los cadáveres, obligando en muchos casos a poner el cartel de "completo", poniendo a la administración universitaria en serios apuros, no sólo en grandes urbes como Madrid o Barcelona, sino en otras de tamaño medio, como Zaragoza u Oviedo.