Oviedo/AM.- Más de quinientas personas convirtieron en la tarde del lunes la presentación del libro "En la raya de Galicia", en un cariñoso homenaje a uno de sus autores, el periodista Faustino Fernández Álvarez, ausente del acto a causa de su enfermdad, pero cuyas palabras, tambièn un canto a la amistad, fueron leídas por el tambièn periodista Carlos Rodríguez. La presentación del libro, ahora reeditado por el sello editorial de Carmen Casal, concitó en el Hotel Principado a públicos y repúblicos de izquierdas, centro y derechas, fundidos en su afecto por el artista Manolo Linares, el ya citado Faustino y el padre Ángel, a cuya organización Mensajeros de la Paz van destinados los ingresos de la venta del libro.
Muchos periodistas en la sala, políticos de todos los colores, hosteleros, escritores, gentes de la banca y la abogacía, médicos, amigos del círculo íntimo de Faustino, compañeros de su etapa en la tele regional, como María Teresa Álvarez, la abuela de Doña Leticia, Menchu Álvarez del Valle, el presidente del Parlamento asturiano, Pedro Sanjurjo, el presidente de FORO, Álvarez-Cascos, diputados del PP y el PSOE, el presidente de la CAC, Serafín Abilio, patrono de la Cruz de los Ángeles, germen asturiano de Mensajeros de la Paz; en fin, una relación extensísima.
En el enlace, artículo de Manolo Linares sobre el libro para los lectores de AsturiasMundial.
http://www.asturiasmundial.com/noticia/55064/en-raya-de-galicia/
(Texto escrito por Faustino F. Álvarez y leído por el periodista Carlos Rodríguez)
Cuánto siento no poder estar ahí, con vosotros, en este homenaje a la amistad que, junto a la bondad y la inteligencia (¿no serán los tres un mismo concepto?), es lo único que a uno le va interesando de la vida después de despojarse de tantas hojarascas inútiles.
Algo daría, siquiera una sonrisa más y compartida, por repetir aquel viaje de hace treinta y pico años por el suroccidente de Asturias, con Manolo Linares y con Pimpe, pero les juro que gozo de él, en la memoria, como cuándo andábamos, morral al hombro, preguntándoles por su calvario a aquellos héroes de la caliza lejana y vertical, o cuando terminábamos el día comiendo unas truchas al lado del todopoderoso párroco de San Antolín de Ibias o con los jóvenes y entonces novedosos ‘hippies’ de la comuna de Foxo, donde pequeños ratones de la piel del monte bajo jugaban al escondite con los niños que aprendían a vivir una vida distinta…
Me pregunto si Asturias ha cambiado mucho desde entonces, y no soy optimista. Ojalá me equivoque. Hay más coches y más prisa, más comisionistas y más trileros, más subvencionados y más mafiosos. Tampoco falta la buena gente, claro que la hay, pero hacen menos ruido, y cuando llevan la mochila al hombro no necesitan una banda de música. Pero también es cierto que demasiadas personas dan la espalda a los demás con la indiferencia mineral de los bosques petrificados. No es que cualquier tiempo pasado haya sido mejor, pero a veces la crueldad del tiempo se complace, erráticamente, en llevar marcado a fuego el hierro de tantos egoísmos renovados; no hay más que fijarse en los que son alentados o protagonistas de las conversaciones cotidianas.
Hemos venido al mundo a querer y que nos quieran, aspiración que me gustaría compartir con todos vosotros. Pero hoy, qué coño, como le diría Paco Umbral a Mercedes Milá, venimos a hablar del libro de Manolo Linares, que es el verdadero padre de la criatura. También venimos a decirle al padre Ángel que gracias por su ejemplo y que sus cotidianos mensajes de la paz, desde tantas tribunas del mapamundi, nos invitan a ser mejores y a arrimar nuestra pobre mano a su carro.
Por último, recuerdo que en aquella expedición de hace treinta y pico años Manolo Linares llevaba el arco iris en un pincel que mojaba en el embalse de Grandas de Salime; Pimpe era el piloto y la cordura; y yo fui muy feliz tocando el tambor en unas hojas volanderas que, por ironías del destino, se han empeñado en burlar el olvido. Ojalá nosotros, los de entonces, y pese a todo, sigamos moviéndoles por ideas forjadas en aquella factoría de sueños y de besos….
Bendícenos a todos, padre Ángel, que vas camino de ser el Bergoglio de La Rebollada, con tu teología de barro y carne viva.
Y gracias a todos.