México DF.-El poeta, escritor, ensayista y traductor José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 30 de junio, 1939), Premio Cervantes de Literatura, falleció la tarde de este domingo 26 de enero a las 18:20 horas, a causa de un fallo cardiorrespiratorio, informó su hija, la ensayista y traductora Laura Emilia Pacheco.
El presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar y de Teresa, escribió en su cuenta de Twitter, @rtoavarydeteresa: “El fallecimiento de José Emilio Pacheco es una inmensa pérdida para las letras universales. Mi pésame a sus deudos”.
El autor de Batallas en el desierto fue ingresado la mañana del sábado 25 de enero al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán Nutrición, luego de la afección que lo mantuvo inconsciente desde la madrugada de ese mismo día.
“Mi padre se murió en la raya como a él le habría gustado; trabajó en los últimos días en los breviarios de su amigo Juan Gelman. Él se durmió y ya no despertó. Les pido que nos ayuden a pasar este momento difícil”, expresó Laura Emilia Pacheco al dar la noticia. Agregó que José Emilio Pacheco será despedido este lunes 27 de enero a partir de las 12:00 horas en el Colegio Nacional en Donceles 97, en el Centro Histórico.
José Emilio Pacheco es figura central de la poesía en español del siglo XX y las primeras décadas del XXI, y hasta hoy el escritor mexicano más completo de su generación por su versatilidad, dedicación, reflexión y creación en la poesía, narrativa (cuento y novela), divulgación cultural (investigación histórica y literaria, redacción editorial, periodismo) y en traducciones, adaptaciones, guiones teatrales y cinematográficos.
Dueño de una gran erudición y lucidez José Emilio Pacheco logró investigar y reconstruir la vida cultural mexicana, establecer vínculos con la literatura de otros países, fomentar el estudio de obras o autores poco conocidos.
Pero también construir mundos que ve en proceso de extinción, en donde no existe espacio ni tiempo, pero si una humanidad que vive en una ciudad envuelta en contradicciones.
José Emilio Pacheco Berny nació en la Ciudad de México el 30 de junio de 1939. Sus primeros años trascurrieron en la calle Guanajuato número 183 de la Colonia Roma.
Su madre procedía de una familia de empresarios con los que vivió en el puerto de Veracruz, allí fue donde se despertó su pasión por el mar, un tema frecuente en su obra. Mientras que su padre a pesar de sus orígenes humildes logró una sólida formación alcanzando el grado de general de brigada en 1927.
Estudió la preparatoria en el Centro Universitario de México y acudió a los cursos de José Enrique Moreno de Tagle, quien le enseñó a leer, entre otros autores, a Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes. En esta época, además, entabló amistad con Juan José Arreola y se interesó por el teatro, prueba de ello son las piezas en un acto La reina (1958) y El pasado lo guardan las arañas (1960).
José Emilio Pacheco emprendió la carrera de Derecho -que abandonó a los 19 años- y estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Pero él siempre dijo que obtuvo su verdadera preparación fuera de las aulas gracias a que alternaba las más diversas lecturas con los paseos por la Ciudad de México con sus amigos entrañables: Carlos Monsiváis y Sergio Pitol.
El poeta, ensayista, traductor, novelista, cuentista, cronista y crítico literario, se dio a conocer en el mundo de las letras a los 20 años con La sangre de Medusas (1958) un cuento de escasas 20 páginas que le publicó Juan José Arreola en su colección Cuadernos del Unicornio.
A partir de ahí, su vocación literaria sería un entramado de obras narrativas, líricas, cuentos, traducciones, antologías e incesantes colaboraciones periodísticas que lo convirtieron en un “animal literario”.
En 1963, publicó su primer libro de poemas Los elementos de la noche y ese mismo año su texto de cuentos El viento distante. El reposo del fuego (1966), es su segundo libro de poesía, un texto en donde el autor se revela como un poeta maduro, ágil y rebelde que conoce el mundo y toma parte activa en él.
En esta etapa “el aprendiz de escritor” como el mismo se decía, dio a leer sus textos a autores como Octavio Paz, Rosario Castellanos, Emilio Carballido, Carlos Fuentes, Juan García Ponce, Luisa Josefina Hernández o Juan Rulfo, quienes lo miraron con simpatía y destacaron en más de una ocasión su indudable madurez.
“La poesía de José Emilio Pacheco se inscribe no en el mundo de la naturaleza sino en el de la cultura y, dentro de éste en su mitad, en sombra. Cada poema de Pacheco es un homenaje al “no”, al tiempo, que para él es el agente de la destrucción universal y a la historia que para el escritor es un paisaje de ruinas.
“Podría suponerse que este parti pris lo convierte en un Doctor Pangloss al revés, empeñado en demostrar que vivimos en el peor de los mundos posibles”, escribió Octavio Paz en el texto Cultura y natura publicado en José Emilio Pacheco ante la crítica, editado en 1987 por la Dirección de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Después escribió Morirás lejos (1967), una novela que en letras de Carlos Fuentes “es una obra que aborda un tema que hubiese parecido vedado a un novelista latinoamericano: la suma de instancias históricas, la destrucción de Jerusalén por las regiones romanas de Tito y el holocausto de los judíos en los campos nazis.
“Es una historia en donde el eslabón es el misterioso narrador, que, posiblemente, está sentado en la banca de un jardín público de la Ciudad de México y del que, a la manera de Borges, no se sabe si piensa –recuerda, inventa- los acontecimientos o bien si es pensado o inventado por ellos”.
A esta obra siguió No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970), El principio del placer (1972), Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976), Desde entonces (1979), Tarde o temprano (1980) y Las batallas en el desierto (1981).
“Estos libros se nos presentan como la obra de un virtuoso de la techné. Son textos impecables, de melodía experiencial de un absoluto enamorado de las palabras. Se trata de una obra sobre la experiencia de vivir, pero sin relato, sin cuento. Tiende a ser criptica –sin serlo- y se nutre de una atmósfera que pidiéramos acaso denominar `lirismo metafísico’.
“Ahí lo real –el vivir, los objetos, el amor, el mundo– están siempre presentes y (los lectores) tenemos la sensación de que se trata de presencias elididas, metafísicas o místicas”, detalló Luis Antonio de Villena en su libro José Emilio Pacheco, editado en la Colección Los Poetas de Ediciones Júcar, 1985.
Pacheco Berny también escribió Miro la tierra (poemas de 1983 a 1986), Los trabajos del mar y Fin de siglo y otros poemas (1984), Zona de desastre (1986), Ciudad de la memoria (poemas de 1986 a 1989), Tarde de agosto (1992), El silencio de la luna (1996), La arena errante (1999), Siglo pasado (2000), Como la lluvia y La edad de las tinieblas (2009).
José Emilio Pacheco también colaboró en la revista Estaciones y la antología de poesía mexicana Poesía en movimiento (1915-1966), prologada por Octavio Paz y realizó la compilación La Poesía mexicana del siglo XIX.
La labor de divulgación cultural de Pacheco comenzó en 1957, en plena adolescencia y con publicaciones estudiantiles entre las que destaca Medio Siglo. Fue asiduo colaborador de Estaciones, revista en la que inicia dos actividades de su incesante quehacer literario: el trabajo de redacción editorial y la escritura de notas culturales.
Su primera participación en una sección literaria fue “Simpatías y diferencias” en Revista de la Universidad de México cuando aún no llegaba a los 21 años, la cual inaugura su participación en una larga e ininterrumpida serie de columnas culturales semanales: “El minutero”, “Calendario” e “Inventario”, tarea por la que fue reconocido con el Premio Nacional de Periodismo en 1980.
Realizó colaboraciones periodísticas en Novedades, Revista Mexicana de Literatura, Diálogos, El Heraldo de México, Plural, Vuelta, Letras Libres, La Cultura en México o Siempre!, espacios en donde dio a conocer aspectos desconocidos de la vida cultural mexicana de los siglos XIX y XX, a autores olvidados y estableció puentes entre diversas literaturas.
Fue editor del programa “Entre libros” de radio UNAM; director de la Biblioteca del Estudiante Universitario; redactor del noticiero cultural “Cine-Verdad”; secretario de redacción de México en la Cultura del periódico Novedades y colaborador de la Revista de la Universidad de México e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
También docente en la Casa de Lago y el Centro Universitario de Teatro de la UNAM y profesor visitante en universidades de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido que le permitieron obtener el título de Distinguished Profesor Emeritus otorgado por la Universidad de Maryland.
Ha destacado por sus traducciones a diversos personajes sobresalientes en las letras: Samuel Beckett y su obra Cómo es; De profundis de Oscar Wilde; Un tranvía llamado deseo, de Tennesee Williams; Cuatro cuartetos de T. S. Eliot y Vidas imaginarias de Marcel Schwob.
José Emilio Pacheco ingresó a El Colegio Nacional en 1986, convirtiéndose en el miembro más joven en la historia de esta institución fundada en 1943, lugar en el que ha impartido cursos anuales sobre escritores mexicanos del siglo XIX y XX.
Entre los numerosos premios y distinciones que ha merecido por su obra se encuentran: el Premio Magda Donato (1967) por su novela Morirás lejos, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1969) por su poemario No me preguntes cómo pasa el tiempo, el Premio Xavier Villaurrutia (1973) por El principio del placer.
Obtuvo el Ariel compartido con Arturo Ripstein a la mejor historia original y adaptación cinematográfica con El castillo de la pureza (1973) y por el guión de la cinta El santo oficio (1975).
El Premio Nacional de Periodismo en el área de Divulgación cultural (1980), el Premio a la mejor traducción de la Sociedad de Críticos Teatrales por Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams (1984), el Premio Malcolm Lowry por su trayectoria en el campo del Ensayo literario (1991), el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Lingüística y Literatura (1992), el Premio Fernando Benítez en periodismo cultural (1995).
También ha sido reconocido con el primer Premio Iberoamericano de Letras José Donoso otorgado por la Universidad de Talca, Chile (2001), el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2003), el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2004), La Academia Mexicana de la Lengua lo nombró Académico Honorario (2006).
El Instituto Nacional de Bellas Artes, por medio de la Coordinación Nacional de Literatura, le rindió un homenaje con motivo del 70 aniversario de su natalicio y le fue otorgada la Medalla de Bellas Artes (2009) y ese mismo año recibió el Premio Cervantes de Literatura y el Premio Reina de Sofía de Poesía Iberoamericana y la Medalla 1808 otorgada por el Gobierno del Distrito Federal.
En 2010 en el marco de la sesión del 13 de octubre de 2010, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal le otorgó la Medalla de Oro al Mérito Artístico y también la UNAM lo distinguió con el Doctorado Honoris Causa por ser figura central de la poesía en español de los últimos 50 años, además de recibir el Premio Miguel de Cervantes por enriquecer el legado literario en lengua española.
En 2011 El Colegio de México le otorgó el Premio Alfonso Reyes creado por esa Institución.